Entre pausas y pocos momentos buenos
Una de las m¨¢ximas para cualquier espect¨¢culo es que las pausas no impidan que lo que all¨ª ocurre llegue al p¨²blico. En casi todos, se buscan recursos para impedir los tiempos muertos. Sin embargo, la fiesta de los toros parece no querer darse cuenta de esta evoluci¨®n de los tiempos. La tradicional Corrida del Blusa arroj¨® en Vitoria m¨¢s de dos horas y media de festejo sin continuidad, plagadas de pausas que no desembocaron en una tarde de disfrute.
Los actuantes tampoco contribuyeron a animar la fiesta. Por un lado, los toros de Ba?uelos, excelentes de presentaci¨®n, se apagaron muy pronto y tan s¨®lo el primero de Urdiales tuvo algo de juego en la muleta. Para remate, el que parec¨ªa que pod¨ªa ser m¨¢s animado, el sexto, se rompi¨® una mano en los primeros compases de la faena de C¨¦sar Jim¨¦nez. Fue un mazazo final para la ilusi¨®n de los espectadores, que se hab¨ªan calentado con el espectacular inicio del torero de Fuenlabrada, pase cambiado incluido.
Boh¨®rquez, Ba?uelos.
Dos toros para rejones de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, de pobre juego, y cuatro de Antonio Ba?uelos, muy bien presentados, serios, que se apagaron muy pronto. El sexto se lesion¨® durante la lidia.
Leonardo Hern¨¢ndez: cuatro pinchazos y rejonazo (silencio) y rejonazo (oreja).
Diego Urdiales: estocada (oreja) y estocada atravesada y descabello tras un aviso (vuelta con petici¨®n).
C¨¦sar Jim¨¦nez: pinchazo sin soltar y estocada baja (silencio) y estocada y descabello (silencio).
Plaza de Vitoria, 25 de julio. Un tercio de entrada.
Por otro, Leonardo Hern¨¢ndez interpret¨® un rejoneo lento, ausente de ligaz¨®n.
Todo lo que hizo en sus dos toros se produjo a r¨¢fagas y tard¨® en conectar con los tendidos. Las largas cabalgadas para recibir a sus enemigos y su interminable labor con el rej¨®n de muerte tuvieron el intermedio emocionante de las farpas. Clav¨® los palitroques con aseo y s¨®lo estuvo a gusto cuando el toro se le par¨®. Atac¨® tanto a los toros con unos exagerados alardes finales que los de Boh¨®rquez se le pusieron imposibles a la hora de la muerte. Adem¨¢s, alguien debiera advertir a este rejoneador sobre sus absurdos gestos, una vez descabalgado, ante el toro con el rej¨®n clavado.
Tras las largas actuaciones de Leonardo Hern¨¢ndez, un coche apareci¨® en el ruedo para alisar la arena. Otra pausa interminable, que no ayudaba a enganchar a los presentes. Era demasiada pausa, si se incluye la merienda tras el tercero.
Con todo, la tarde tuvo un momento clave. En el segundo toro, Diego Urdiales hab¨ªa encadenado dos buenas tandas de derechazos y se dispon¨ªa a torear al natural. El toro recort¨® por ese pit¨®n y atropell¨® al riojano. Lo tuvo a merced cara a cara, pero un oportuno quite a cuerpo limpio del subalterno Pedro Benito, de la cuadrilla de Leonardo Hern¨¢ndez, permiti¨® que Urdiales saliera indemne. A partir de ese momento, el p¨²blico se decant¨® por el torero, que arranc¨® una oreja de ley a pesar de que el toro acab¨® rajado en la puerta de toriles. En menos de un segundo, le cambi¨® el rumbo a la faena del torero de Arnedo.
Y c¨®mo no, tambi¨¦n lleg¨® el momento negativo. En el sexto, C¨¦sar Jim¨¦nez sali¨® dispuesto a darlo todo. Dej¨® sin picar al toro y comenz¨® la faena en los medios. Al cuarto muletazo el de Ba?uelos, un imponente burel de 570 kilos, se rompi¨® la mano izquierdo. La sorpresa corri¨® por los tendidos con un manto de desilusi¨®n y all¨ª se acab¨® una tarde en la que Urdiales quiso empezar su temporada vasca abriendo una puerta grande, pero en el quinto le falt¨® enemigo para tocar pelo por segunda vez.
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