El m¨¢gico juego de la oca
El peregrino del Camino de Santiago cruza en Burgos por varios enclaves con leyenda
El Camino de Santiago cruza la provincia de Burgos de Este a Oeste. En total, 115 kil¨®metros desde Redecilla del Camino, el primer pueblo castellano tras la frontera riojana, hasta Puente Fitero, donde Burgos deja paso a Palencia. Pero en ese centenar escaso de kil¨®metros se acumula tal cantidad de patrimonio que si uno quisiera paladearlo con sosiego le pasar¨ªa lo que al t¨ªtulo del libro de Cees Nooteboom: "nunca llegar¨¢s a Santiago".
El listado empieza en la parroquia de ese primer pueblo, Redecilla del Camino, cuyo apellido y larga y estrecha calle mayor delatan su vinculaci¨®n con la v¨ªa jacobea. All¨ª guardan con celo una preciosa pila bautismal del siglo XII tallada como si fuera un relicario. El Camino sigue luego por pistas de tierra que serpentean entre oc¨¦anos de cereal para alcanzar Viloria, localidad natal de Santo Domingo de la Calzada, que vio la luz en esta aldea silenciosa y, dicen, fue bautizado en la pila bautismal que a¨²n se conserva en la iglesia.
De all¨ª a Belorado, la primera gran localidad burgalesa. Un importante centro comercial en el Medievo, repoblado por Alfonso el Batallador en 1116. Como tiene dos iglesias preciosas y enormes (Santa Mar¨ªa, del siglo XVI, y San Pedro, del XVII) y el censo de feligreses va cada vez a menos, los vecinos -y el cura- decidieron alternar el culto cada seis meses en una de ellas para mantener ambas as¨ª en uso y evitar su abandono.
Bandidos y alima?as
El viaje prosigue siempre hacia el Oeste hasta que de repente el peregrino se da cuenta de que los t¨®picos son eso, t¨®picos. Castilla no es tan llana como dicen. En Villafranca Montes de Oca (antigua sede episcopal visigoda de Auca), el perfil se quiebra y el plano horizontal deja paso al inclinado. Son los montes de Oca, accidente geogr¨¢fico y top¨®nimo en el que algunos autores han querido ver demostrada la relaci¨®n entre el Camino de Santiago y el juego inici¨¢tico de la oca. Los montes de Oca eran anta?o un episodio temible para los caminantes debido a los bandidos y las alima?as que campaban por sus oscuros bosques. Hoy, por no haber no hay ni bosques aut¨®ctonos: casi todo es pino de repoblaci¨®n. Pero el esfuerzo de subir a mil metros de altitud se ve recompensado por la maravillosa aparici¨®n del monasterio de San Juan de Ortega.
Este san Juan, el otro gran ingeniero de caminos de la ruta jacobea junto con santo Domingo, naci¨® en 1080 en Quintanaortu?o en el seno de una familia adinerada. Pero tras una peregrinaci¨®n a Tierra Santa se retir¨® a estos parajes para ayudar a los peregrinos en el dif¨ªcil tr¨¢nsito de los montes de Oca. Cuando muri¨®, en 1163, fue enterrado en la misma capilla rom¨¢nica que ¨¦l ayud¨® a levantar. En 1477, Isabel la Cat¨®lica peregrin¨® al lugar y qued¨® tan maravillada que mand¨® ampliar el conjunto con el soberbio templo g¨®tico isabelino que ahora vemos. Hay albergue de peregrinos y buen rollito caminante casi cualquier d¨ªa de verano. El sitio predispone a ello.
En la bajada se pasa por Atapuerca (visitas guiadas a los yacimientos por las tardes para peregrinos a los que a¨²n les queden fuerzas en las piernas) y se alcanza el valle del r¨ªo Arlanz¨®n o, lo que es lo mismo, Burgos capital. Si ya de por s¨ª la ciudad era un im¨¢n para los viajeros a Compostela, el nuevo y confortable albergue que se ha abierto en el casco viejo, a un tiro de vieira de la catedral, hace que entren ganas de quedarse aqu¨ª una semana.
En Burgos hay mucho que ver: la catedral, por supuesto, hito del g¨®tico espa?ol. El Hospital del Rey, antiguo refugio de pobres y peregrinos (el alem¨¢n K¨¹ning escribi¨® en su gu¨ªa medieval: "En ¨¦l puedes comer y beber hasta la saciedad"), la abad¨ªa de las Huelgas Reales, la puerta de Santa Mar¨ªa, la cartuja de Miraflores, el casco viejo... Pero hay que seguir, Compostela nos espera.
La salida de Burgos nos pone por fin en la Castilla imaginada. La de las infinitas llanuras, la de la l¨ªnea del horizonte lejana y esquiva que nunca llega. Se pasa por Rab¨¦ de las Calzadas, por Tardajos, por Hornillos del Camino... pueblos todos ellos con varios albergues de peregrinos que viven una segunda era dorada gracias al chorro de gente y dinero que entra al pueblo todos los d¨ªas haciendo el Camino de Santiago. Bares, restaurantes, casas rurales, tiendas de comestibles, taxis que llevan mochilas... el Camino de Santiago vuelve a ser un camino de comercio y repoblaci¨®n en estas planicies burgalesas. Como lo fue hace mil a?os.
Y llega por fin un lugar m¨¢gico. Uno de esos sitios donde se siente la carga del pasado. Tras pasar Hontanas, la estrecha carretera asfaltada por la que avanzan los peregrinos, que a todas luces era un viejo camino medieval, pasa bajo un gigantesco porche casi en ruinas. Son los restos del convento de San Ant¨®n, fundado por los antonianos, una orden muy extendida en la Europa de los siglos XI y XII. Las t¨²nicas negras con el signo tau (la t del alfabeto griego) que vest¨ªan, la caridad que ejerc¨ªan hacia el caminante y su culto a la cosmogon¨ªa oriental y a la tradici¨®n inici¨¢tica los hicieron famosos en el Camino. Del edificio g¨®tico del siglo XIV solo se han salvado algunos muros de la nave central, parte del ¨¢bside y la fachada de la iglesia, adem¨¢s de ese gigantesco atrio bajo el que pasa la carretera y que serv¨ªa para cobijar a los transe¨²ntes.
San Ant¨®n es la antesala de Castrojeriz, la segunda localidad m¨¢s monumental del Camino en Burgos, tras la capital. En apenas una d¨¦cada, Castrojeriz ha resurgido del abandono en que se encontraba gracias al Camino de Santiago. El casco viejo envuelve una de las sirgas peatonales m¨¢s llamativas del Camino, de casi un kil¨®metro de longitud, en torno a la cual se levantaban -y se vuelven a levantar ahora- albergues, mesones y comercios para atender a los viajeros a Compostela. Sus principales hitos arquitect¨®nicos son la colegiata de Nuestra Se?ora del Manzano y el soberbio templo fortaleza de San Juan.
Tras Castrojeriz, la ruta jacobea sube el alto de Mostelares, una de las pocas ondulaciones de esta mon¨®tona planicie, y alcanza por fin el r¨ªo Pisuerga, el l¨ªmite provincial entre Burgos y Palencia. Pero como si alguien quisiera recordar al caminante la monumentalidad vivida en tierras burgalesas, el r¨ªo no se cruza por un puente cualquiera, no. Se vadea por el Puente Fitero, una esbelta estructura en sillar de piedra con siete arcos -lleg¨® a tener 11-, construida durante el reinado de Alfonso VI. El Codex Calixtinus (la primera gu¨ªa de viajes del Camino), escrito a mediados del siglo XII, lo cita ya y se refiere a ¨¦l como "pons fiterie". El final perfecto para 115 kil¨®metros a pie por la historia del arte.
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