Fumar es un placer sensual
Siempre he tenido una gran simpat¨ªa por los pueblos cazadores-recolectores y no soporto que se les critique. Hace 13.000 a?os la estatura media de la especie humana era de 1,70, un r¨¦cord que ni el siglo XXI ha superado; hace 6.000, con la instauraci¨®n de la agricultura, se redujo a 1,54. Los cazadores-recolectores eran m¨¢s altos, m¨¢s fuertes, estaban mejor alimentados y, sobre todo, trabajaban solo entre 12 y 19 horas a la semana; el resto del tiempo lo dedicaban a sus cositas.
El otro d¨ªa, uno de los primeros del verano, estaba en un tren rumbo a la costa, inmune al anodino paisaje de la ventanilla y leyendo un pasaje de un libro dedicado a mi pueblo favorito. Como ah¨ª empez¨® a surgir de repente la sangre, las guerras, la destrucci¨®n del medioambiente y la febril asociaci¨®n al mito tontorr¨®n del buen salvaje (que el autor intentaba desmontar), pues enseguida me sent¨ª ¨ªntimamente ofendido y me puse furioso. Me entraron ganas de fumar. As¨ª que, contraviniendo varias leyes, me fui al lavabo y encend¨ª un cigarrillo.
La propaganda de los profesionales de la salud y sus colegas los legisladores se ha esforzado en construir un capcioso sustantivo ("fumador") con el que yo, que fumo adjetivamente, como la mayor¨ªa, no me identifico. Yo, cuando fumo, suelo hacer otras cosas, no solo fumar. No llego al extremo de ducharme mientras fumo, pero leo, escribo, hablo con la gente, etc. Por eso una de las consecuencias m¨¢s tediosas de la prohibici¨®n es tener que retirarse a un sitio para solo fumar. En tales ocasiones el cigarrillo se me hace largo, apenas le doy dos caladas, me aburro.
En los lavabos del tren, por temor a los detectores, me siento en el suelo (suele estar muy limpio) y echo el humo directamente a la taza del v¨¢ter, que luego tapo. Este inopinado descenso y la forzosa b¨²squeda de un sustantivo para mi adjetivo deparan a veces inesperadas sorpresas. El otro d¨ªa, por ejemplo, a¨²n bajo el hist¨®rico y aguerrido eco de los ociosos pueblos cazadores-recolectores, me pareci¨® que me encontraba en una situaci¨®n muy sexy. La estrechez, la postura, la imaginaci¨®n y un bonito espejo que ten¨ªa al lado se conjugaron para sustantivarse y remover la gran Fuerza vital. ?No era aquel lavabo una caverna? No me masturb¨¦ porque me dio pereza, y porque a veces algunas visualizaciones son m¨¢s divertidas que excitantes. Pero, si hubiera estado debidamente acompa?ado, que era en lo que en aquel momento estaba pensando, no dudo de que habr¨ªa hecho todo lo que se me ocurri¨®, m¨¢s todo lo que -m¨¢s imprevisible- se le hubiera podido ocurrir a mi acompa?ante.
Regalo esta an¨¦cdota a los profesionales de la salud y a sus colegas legisladores. Supongo que la archivar¨¢n en el cap¨ªtulo "degenerados", que tanto hace por corroborar sus tesis, y tomar¨¢n las medidas oportunas. A m¨ª, en cambio, me interesa m¨¢s como consecuencia de la prohibici¨®n. Tendr¨ªan que tenerlo en cuenta: a veces son creativas. Y, si uno est¨¢ acompa?ado, m¨¢s.
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