Cierra los ojos
Quien diga que no, miente como un bellaco. A qui¨¦n no le gusta tener encima a una mujer como esta. Alzar los ojos y ver este cuerpo rotundo, ni demasiado anguloso ni demasiado redondo, en esa saz¨®n justa a medio camino que sin tener que esforzarse le da a esta chica la insultante pujanza de sus veinte primaveras. Qui¨¦n no quiere ver suspendidas sobre su cabeza dos tetas como ¨¦sas, los pezones peque?os y altos, como diciendo aqu¨ª estoy yo y lo dem¨¢s queda debajo, detr¨¢s, al margen. Qui¨¦n no quiere sentirse avasallado por esta arrogancia juvenil, convertirse tan solo en la montura que esa amazona cabalga absorta en s¨ª misma, imprimiendo a cada caderazo el ¨ªmpetu justo, el arqueo de espalda preciso, la compresi¨®n exacta para que un hombre se sienta felizmente reducido a la condici¨®n de instrumento creado para satisfacer su deseo de semidiosa.
Cuando me lo dijo en la fiesta, me descoloc¨®. Porque no puede decirse que fuera ambigua
La verdad es que cuando me lo dijo en la fiesta, al principio, me descoloc¨®. Porque no puede decirse que fuera ambigua ni que me impusiera el menor esfuerzo de interpretaci¨®n. "Esta noche me gustar¨ªa dormir en tu hotel", me ametrall¨®, pulverizando el gin-tonic que sosten¨ªa entre mis dedos. Y a?adi¨®: "Bueno, pero no mucho. Dormir, digo". No lo esperaba. No esperaba que la joven modelo y aspirante a actriz rumana que me hab¨ªan presentado veinte minutos antes, y con la que buscaba con m¨¢s pena que gloria algo de lo que hablar, resignado como lo estaba a que en esa clase de fiestas acabas teniendo que pegar la hebra con seres tan remotos y absurdos como lo era para m¨ª aquella cr¨ªa treinta a?os m¨¢s joven, me asaltara de ese modo. Me reh¨ªce como pude, y le pregunt¨¦, tratando de acompa?arlo de una sonrisa, si no le parec¨ªa algo demasiado trabajado por la vida para ella. Y ah¨ª fue donde me clav¨® sus ojos de color trigo abrasado por el sol y me dijo: "Al contrario, ese trabajo de la vida es lo que me pone, para lo otro me basta hacer as¨ª". Y chasc¨® los dedos. "Pero no quiero molestar. Te busco al final. Te lo piensas".
Pens¨¦, s¨ª, pero qu¨¦ demonios hab¨ªa que pensar. Cosas as¨ª no pasan todos los d¨ªas, y cada vez pasar¨¢n menos. As¨ª que ah¨ª la tengo, encima. Cierra los ojos. Es la pura faz del deseo...
Cierro los ojos. Es mejor as¨ª. As¨ª puedo imaginar que no estoy tir¨¢ndome a esta cosa, a este carcamal tan pat¨¦tico como todos los de su especie. Tiene que gozar, cre¨¦rselo, me dice o me amenaza el cabr¨®n de Nicolae. Y yo obedezco a Nicolae. No quisiera, pero ya no elijo. No puedo. Cierro los ojos y, una vez m¨¢s, olvido.
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