La novela de la vida
Podr¨ªa seguir el hilo de mi vida si recordara las circunstancias de cada una de mis lecturas del Quijote, si tuviera a mano cada una de las ediciones en las que he ido ley¨¦ndolo. Me acuerdo del color amarillento y del tacto de la primera de todas, que estaba en mi casa por azar, junto a otros dos libros de aspecto rancio y con ilustraciones sombr¨ªas y por momentos pavorosas para una imaginaci¨®n infantil: un Orlando Furioso ilustrado por Gustave Dor¨¦, una extra?a novela que se titulaba Historia de un hombre contada por su esqueleto, de la que s¨®lo recuerdo, aparte del t¨ªtulo, una imagen de la que no pod¨ªa apartar los ojos: una reuni¨®n de damas y caballeros en un sal¨®n del siglo XIX y, entre ellos, sentado en un sof¨¢ con las piernas cruzadas y sosteniendo un cigarrillo, un esqueleto humano. Casi no hab¨ªa otros libros en toda la casa. Hojearlos, mirar sus ilustraciones cuando a¨²n no sab¨ªa leer, era adentrarse en esa penumbra de lejan¨ªa temporal que ten¨ªan los dormitorios y los armarios de los mayores cuando uno los exploraba en secreto, cuando abr¨ªa cajones y levantaba tapas de ba¨²les percibiendo olores como de otra ¨¦poca inexplicable, de las vidas que los adultos ten¨ªan cuando no estaban con nosotros, o m¨¢s extra?amente a¨²n, las que hab¨ªan tenido antes de que nosotros naci¨¦ramos, seg¨²n atestiguaban fotograf¨ªas en las que nos costaba reconocerlos, de j¨®venes que eran, y en las que a veces encontr¨¢bamos tambi¨¦n las caras de esos desconocidos que eran los muertos.
En el 'Quijote' siempre es verano. Quiz¨¢s por eso en el verano se disfruta m¨¢s de su lectura, a la que yo he vuelto en un d¨ªa como aquel que eligi¨® el hidalgo para su primera salida
Con todo el peso de su erudici¨®n, que no le impide el disfrute gozoso de la literatura, el profesor Rico examina la novela como si estudiara al microscopio la textura de un lienzo
As¨ª empec¨¦ a leer el Quijote, igual que le¨ªa cualquier cosa, aunque sean los papeles rotos de las calles, como dice Cervantes de s¨ª mismo. La singularidad de su presencia, el enigma parcial de su origen, los graneros y desvanes de la casa campesina en los que me escond¨ªa para leer sin que nadie me molestara, formaban parte del atractivo de la lectura. El papel era ¨¢spero, amarillo por el paso del tiempo; en la portada hab¨ªa una fecha de edici¨®n que se me antojaba lejan¨ªsima, Casa Editorial Calleja, 1884. Siempre he asociado el tacto y el olor de aquel libro con el polvo picante que se levantaba de la trilla, con el del trigo reci¨¦n almacenado en los graneros y la paja amarilla y seca en los pajares. El lenguaje altisonante de Don Quijote me parec¨ªa incomprensible, desde luego, pero el tono de la narraci¨®n, la figura y el habla de Sancho, el vocabulario, los lugares, me resultaban muy cercanos, mucho m¨¢s que los de los tebeos, las pel¨ªculas o las novelas de la radio, que eran los otros alimentos de mi imaginaci¨®n. Yo conoc¨ªa campesinos sentenciosos y rechonchos que iban montados en sus burros como dice Cervantes que iba Sancho, "como un patriarca". Los paisajes t¨®rridos del verano en los que se recalienta la maltrecha armadura de Don Quijote se parec¨ªan mucho a los de mi tierra ya casi manchega; la sensaci¨®n de oasis que da una umbr¨ªa de ¨¢lamos y el fresco de un arroyo o de una acequia eran los mismos en las veredas de las huertas por las que yo caminaba y en esas escenas de reposo y conversaci¨®n que le gustaba tanto describir a Cervantes. Y tambi¨¦n era id¨¦ntico el amor de los adultos por los refranes y las historias, que se contaban unas veces acompa?ando los trabajos del campo y otras durante el descanso para la comida, en verano a la sombra fragante de las higueras y los granados, en invierno junto al fuego, mientras llov¨ªa afuera y la tierra estaba demasiado embarrada para trabajar en ella.
Pero en el Quijote siempre es verano. Quiz¨¢s por eso en el verano se disfruta m¨¢s de su lectura, a la que yo he vuelto en un d¨ªa como aquel que eligi¨® el hidalgo demente para su primera salida, "que era uno de los calurosos del mes de julio". Leo desde el principio, a conciencia. Empiezo a leer como un experimento, queriendo limpiarme de ideas preconcebidas y de rutinas de lector, dispuesto a aceptar mis reacciones verdaderas ante cada p¨¢gina y cada l¨ªnea, sin distracci¨®n ni reverencia, sin apresuramiento, con la atenci¨®n y la lentitud necesarias, dispuesto a reconocer el tedio, si es que llega a presentarse, con esa actitud de honradez conmigo mismo sin la cual no hay lectura verdadera. Leer¨ªa con un cuaderno y un l¨¢piz a mano, si no fuera tan perezoso.
Al cabo de una semana el experimento se ha convertido en una ocupaci¨®n gozosa que me llena las horas del d¨ªa, que me mantiene en ese estado de lucidez ligeramente ebria que es tambi¨¦n el que nos dan la m¨²sica o la pintura cuando nos gustan mucho y las grandes caminatas y las buenas conversaciones con amigo del alma. En una ¨¦poca de presentismo atolondrado el Quijote puede parecer una antigualla, o peor todav¨ªa, un cl¨¢sico, un monumento, una estatua a la que nadie se acerca. Pero es la novela m¨¢s moderna, m¨¢s original, m¨¢s experimental que se ha escrito nunca, la m¨¢s desvergonzada, la m¨¢s llena de humanidad, de gente, de historias contadas en voz alta, imaginadas, le¨ªdas, de peripecias c¨®micas y reflexiones sobre la literatura, de ordinariez, de sutileza. Como Moby Dick, el Quijote es cada vez mucho m¨¢s rara de lo que uno recordaba. Los detalles materiales tienen la precisi¨®n y el resplandor de los objetos en un cuadro de Caravaggio; pero la historia, el idioma en el que est¨¢ escrita, se transforman casi en cada p¨¢gina, como si Cervantes hubiera querido abarcar todas las posibilidades de la facultad de contar y todas las hablas que caben en la lengua.
Por uno de esos azares inveros¨ªmiles que Cervantes no se tomar¨ªa la molestia de justificar me llega en plena lectura un libro de Francisco Rico, El texto del 'Quijote'. Con todo el peso de su erudici¨®n, que no le impide el disfrute pleno y gozoso de la literatura, como a tantos expertos, el profesor Rico examina la novela como si estudiara al microscopio la textura de un lienzo, el origen y la calidad de los pigmentos, los minuciosos procesos materiales sin los cuales no existir¨ªa una obra maestra. Y al revelar los caminos por los cuales el texto que leemos ha llegado hasta nosotros Francisco Rico nos hace m¨¢s sensibles a¨²n a la cualidad viva y urgente de la escritura del Quijote: "Un libro manifiesta y deliberadamente abierto, epis¨®dico, entreverado de n¨²cleos que tuvieron o pudieron tener una vida previa m¨¢s o menos independiente y que luego se integraron en un dise?o mayor, al que por otro lado se fueron a?adiendo todav¨ªa diversos complementos no previstos". Lo que Cervantes nos dio fue nada menos que la gran libertad de la novela, dice Rico: "El Quijote no se ha concebido con la trabaz¨®n y la linealidad de las obras impresas, sino con la libertad de una pl¨¢tica entre amigos, con los cambios de registro y los zigzagueos que conducen la conversaci¨®n de un asunto a otro, de la sonrisa a la gravedad, de la noticia seria y la hip¨¦rbole a la mentira descarada".
Qui¨¦n se atrever¨ªa a escribir hoy una novela as¨ª.
El texto del 'Quijote'. Francisco Rico. Destino. Barcelona, 2006. 568 p¨¢ginas. 28 euros. Antoniomu?ozmolina.es
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