Leyendas de la Resistencia
Un paseo por Lyon atajando por los callejones que los partisanos usaban para huir
Los tejados de Lyon est¨¢n llenos de chimeneas que no humean porque una orden municipal proh¨ªbe encenderlas para evitar los incendios. El espect¨¢culo visual, sin embargo, es formidable: desde el mirador que hay detr¨¢s de la Bas¨ªlica de Notre Dame de Fourvi¨¨re, en lo alto de la colina de ese nombre, puede el viajero pasarse las horas muertas mirando el paisaje de tejados rojizos y pardos en los que despuntan, como un ej¨¦rcito de lanceros, las chimeneas.
Esa atalaya de Fourvi¨¨re, a la que se puede llegar en un telef¨¦rico que arranca al lado de la catedral, es perfecta para divisar toda la ciudad y ubicarse en ella. Desde all¨ª se ven con claridad las grandes plazas lyonesas, las avenidas, algunos monumentos emblem¨¢ticos, y, sobre todo, esos dos tajos colosales que dividen Lyon en tres partes: el r¨ªo R¨®dano y el r¨ªo Saona, que discurren casi vecinos y confluyen en el sur de la ciudad. Una ciudad con dos r¨ªos es, anticipadamente, hermosa y agradable para el paseo. Sus riberas, bordeadas por ¨¢rboles y por edificios desiguales que conservan ese aire aburguesado y sereno tan caracter¨ªstico del urbanismo franc¨¦s, son un remanso, a pesar del tr¨¢fico que las recorre. En una de las orillas del Saona, a la altura de la Place Bellecour, se organiza los domingos un mercadillo callejero en el que se exhiben, ordenados en cuencos met¨¢licos o en pilas primorosas que m¨¢s parecen de un museo que de una lonja, frutas, verduras, quesos de mil variedades o aceitunas. Pasear entre los puestos es una humilde delicia. Y una tentaci¨®n.
En Lyon no faltan cosas que visitar, pero lo mejor que puede hacer el viajero es caminar por sus calles. La zona de entrerr¨ªos y el barrio antiguo, donde se encuentra la catedral de St. Jean, est¨¢n llenos de rincones admirables, callejuelas empedradas, plazas recoletas y edificios sorprendentes. La plaza de Bellecour (la m¨¢s grande de Europa, seg¨²n dicen los lugare?os) es el centro ¨®rganico de la ciudad. Desde all¨ª, por la calle Victor Hugo, que es peatonal, se llega a la plaza Carnot. Y en direcci¨®n contraria, por la calle ?douard Herriot, tambi¨¦n peatonal y llena de bullicio y de comercios, se llega a la tercera gran plaza que articula la ciudad, la Place des Terreaux, donde se alzan, se?oriales, el Ayuntamiento y el Museo de Bellas Artes. All¨ª al lado, detr¨¢s del Ayuntamiento, el viajero puede contemplar el h¨ªbrido edificio de la ?pera: un teatro del siglo XIX rematado por una moderna b¨®veda de cristal espejeante (obra de Jean Nouvel) que se ve y relumbra desde cualquier punto elevado de la ciudad.
Patios y zaguanes
Detr¨¢s de la Place des Terreaux, hacia el norte, comienza la ascensi¨®n de la otra colina de la ciudad, la de la Croix-Rousse, el barrio en el que viv¨ªan durante el siglo pasado los trabajadores lyoneses de la seda. All¨ª pueden encontrarse los m¨¢s famosos traboules que quedan a¨²n. Los traboules son caminos rec¨®nditos que, atravesando los zaguanes oscuros y los patios de los edificios, permiten ir de un lugar a otro sin seguir el trazado de las calles. Atajos. Las leyendas que hablan de los partisanos de la Resistencia us¨¢ndolos para escapar hacen pensar en pasajes m¨¢s misteriosos de lo que en realidad son.
Los traboules no tienen demasiada sustancia enigm¨¢tica, pero permiten descubrir algunos rincones escondidos pintorescos y hermosos. Haya traboule o no, el viajero debe colarse en cualquier portal abierto que vea, pues los patios, las escaleras que ascienden en formas arquitect¨®nicas extra?as y las fachadas interiores son a veces de una belleza inesperada. Tambi¨¦n quedan traboules -quiz¨¢ los m¨¢s hermosos- en el barrio antiguo, donde lo mejor es dejarse llevar. Caminar sin demasiado rumbo. Es un espacio muy peque?o situado en la base de la colina de Fourvi¨¨res y no hay riesgo de desorientaci¨®n. Ah¨ª se encuentra un peque?o y extraordinario museo, de baja pomposidad cultural, que el viajero aficionado al cine y a las miniaturas no puede dejar de ver. En el Museo de Miniaturas y Decorados de Cine, de Dan Ohlmann, se exponen en primer lugar los decorados barrocos y algo siniestros de la pel¨ªcula El Perfume. Se exhibe, adem¨¢s, una amplia secci¨®n de m¨¢scaras, utensilios y objetos empleados en el cine de los ¨²ltimos a?os, y se proyectan v¨ªdeos que muestran c¨®mo fueron rodadas -usando maquetas y miniaturas- algunas de las escenas m¨¢s espectaculares de esos filmes.
No hay que olvidar que el cine naci¨® en Lyon. Los hermanos Lumi¨¨re viv¨ªan en la ciudad y rodaron all¨ª esa m¨ªtica secuencia en la que unos obreros sal¨ªan de una f¨¢brica: las primeras im¨¢genes en movimiento de la historia. En la casa de los Lumi¨¨re, un ch?teau situado lejos del centro tur¨ªstico al que se puede llegar f¨¢cilmente en metro, se recrea la invenci¨®n del s¨¦ptimo arte, a finales del siglo XIX, y se proyectan en monitores las pel¨ªculas que los Lumi¨¨re o sus emisarios rodaron a lo largo y ancho del mundo -en Madrid, entre otros lugares- durante aquellos a?os de aprendizaje. El edificio en s¨ª mismo, rodeado ahora de inmuebles de poco lustre, tiene el atractivo de revivir una ¨¦poca y una clase social, la de la burgues¨ªa ilustrada, que supo gastar su riqueza en descubrir los sue?os. Lyon, desde sus chimeneas hasta sus empedrados, forma parte todav¨ªa de esos sue?os.
? Luisg¨¦ Mart¨ªn es autor de la novela Las manos cortadas (Alfaguara).
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
- Easyjet (www.easyjet.com) vuela desde Madrid a partir de 105 euros, ida y vuelta.
- Air France (www.airfrance.es), ida y vuelta, desde 90 euros.
Comer
- L'Auberge du Pont de Collonges (www.bocuse.fr; Rue de la Plage, 40), del maestro Paul Bocuse. ? Brasserie Georges (Cours de Verdun-Perrache, 30).
Informaci¨®n
- Turismo de Lyon (0033 4 72 77 69 69; www.lyon-france.com).
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