Ojal¨¢ no vuelvan a hacerla

Como ocurre con excesiva frecuencia en el arte espa?ol, la obra m¨¢s exquisita, la m¨¢s sublime, la mejor, retrata lo peor de nuestro pa¨ªs, sus lacras vergonzosas, lo m¨¢s execrable. El lazarillo de Tormes, Los desastres de la guerra, Luces de bohemia?

El verdugo, por suerte, est¨¢ filmada en blanco y negro. Es decir, se trata de algo del pasado. La narraci¨®n se nutre de la pena de muerte, la miseria moral, la represi¨®n, el funcionariado esclavo, el miedo? Pero esa masa en las exquisitas manos de Luis Berlanga y de Rafael Azcona sirvi¨® para amasar una historia espl¨¦ndida. En la que aparecen las figuras intensamente humanas de gentes como Isbert o L¨®pez V¨¢zquez, o Penella, Caba Alba, F¨¦lix Fern¨¢ndez. Alfredo Landa, Saza, Chus Lampreave? Personajes secundarios, como somos todos los pobladores de nuestra cultura, int¨¦rpretes de una de las mejores tragedias grotescas, elevada al cubo hasta llegar al esperpento, ese g¨¦nero tan genuinamente hispano, gloria de nuestra tradici¨®n est¨¦tica y oprobio de nuestra historia.

Afortunadamente, esta joya cinematogr¨¢fica se realiz¨® hace muchos a?os. Y, m¨¢s afortunadamente a¨²n, ya no es necesario -ni posible, ojal¨¢- volver a hacerla. Pero ah¨ª est¨¢, entre las pel¨ªculas m¨¢s valoradas por los entendidos entre todas las del cine universal.