?'Visca' Catalu?a y ol¨¦!
A quienes apoyamos la Iniciativa Legislativa Popular contra las corridas de toros en Catalu?a, as¨ª como a quienes celebramos el resultado de la votaci¨®n en el Parlamento catal¨¢n el pasado 28 de julio, que ha supuesto la prohibici¨®n de esa pr¨¢ctica en aquella Comunidad a partir del 1 de enero de 2012, nos han acusado (entre otros cargos que van de discutibles a ofensivos, pasando por absurdos e irrisorios) de catalanismo. Son acusaciones espurias, es decir, basadas en falsedades: hay que recordar, una vez m¨¢s, que la ILP ha sido impulsada desde el entorno del movimiento animalista y presentada a tr¨¢mite con el aval de numerosas firmas ciudadanas; hay que repetir, una vez m¨¢s, que yo misma, por poner solo un ejemplo entre muchos, he apoyado la ILP abolicionista de Catalunya desde el principio del proceso y no soy catalana ni de en¨¦sima generaci¨®n, que sepa. Repito: no soy catalana ni tengo nada que ver con el catalanismo.
Pretenden empa?ar, confundir, enturbiar con tintes identitarios lo que tiene el color de una ¨¦tica
Se trata, adem¨¢s, de acusaciones perversas, porque funcionan como mu?ecas rusas que encierran a su vez, o en realidad, otras cuestiones. Para empezar, un doble desprecio hacia nosotros, los abolicionistas, los antitaurinos. Desprecian, por una parte, nuestra lucha por los derechos de los animales, negando la posibilidad de que todo lo que ha sucedido, el ¨¦xito logrado, sea producto de esa lucha, de una conciencia altruista y responsable, comprometida: pretenden minimizar el impacto social, moral, que supone el triunfo de nuestros presupuestos ideol¨®gicos; pretenden empa?ar, confundir, enturbiar con tintes identitarios lo que tiene el color de una ¨¦tica y una compasi¨®n universales. Lo quieran o no, les guste o no a los taur¨®filos. Al hacerlo, desprecian tambi¨¦n la instituci¨®n, la mec¨¢nica democr¨¢tica, que se ha usado como un derecho al fin desarrollado, como una herramienta madura, y cuyos protocolos se han respetado de manera escrupulosa, ejemplar. Por otra parte, a trav¨¦s de esas acusaciones desprecian nuestro derecho a sentir una leg¨ªtima, l¨®gica, consecuente admiraci¨®n por una autonom¨ªa, una naci¨®n o como quiera que se denomine a Catalu?a, que para los abolicionistas de todo el mundo se ha convertido en referente.
S¨ª, el mundo ha estado mirando con atenci¨®n a Catalu?a. S¨ª, los antitaurinos estamos agradecidos al Parlament catal¨¢n. No solo eso: a partir de ahora, efectivamente, los antitaurinos consideramos que Catalu?a est¨¢ por delante de cualquier lugar que no proh¨ªba la tortura a los animales. Lo raro ser¨ªa lo contrario. Personalmente, la posici¨®n de Catalu?a en este aspecto me ha vuelto catalanista, en el mero sentido de apreciar m¨¢s su cultura. ?O es que puedo, por ejemplo, ser angl¨®fila, es decir, sentir una fundamentada inclinaci¨®n por lo ingl¨¦s, pero no puedo ser catalanista, es decir, sentir una fundamentada inclinaci¨®n por lo catal¨¢n? ?No resulta de lo m¨¢s coherente sentir atracci¨®n por una sociedad que consideramos ha dado un salto sustancial en su desarrollo ¨¦tico y moral? Pretender lo contrario no es m¨¢s que una burda manipulaci¨®n de los hechos, de los sentimientos y de la inteligencia.
Se acusa en general al proceso de haber sido politizado. ?Qu¨¦ podemos decir al respecto, ya que tantas suspicacias parece despertar, no solo en los taur¨®filos, sino en muchos ciudadanos no necesariamente aficionados a la tortura del toro? Por mi parte, puedo confirmar, con seriedad y sin rubor, dichas sospechas, que en realidad considero verdades de Perogrullo: el proceso de la ILP catalana abolicionista es pol¨ªtico porque ha sido discutido por parlamentarios en su C¨¢mara suprema, su Parlamento; es pol¨ªtico porque ha sido votado por sufragio; es pol¨ªtico porque se ha desarrollado seg¨²n las reglas del sistema democr¨¢tico. Pero no olvidemos que el asunto que se discuti¨® y se vot¨®, la prohibici¨®n de un espect¨¢culo en el que se maltrata salvajemente al toro, era pol¨ªtico antes incluso de la primera firma recabada por Leonardo Anselmi y los animalistas de Prou: era pol¨ªtico porque hac¨ªa faltar legislar; era pol¨ªtico porque apelaba a un asunto p¨²blico; era pol¨ªtico porque ten¨ªa que ver con el Gobierno que rige a una comunidad. ?O es que es pol¨ªtico ahora, cuando el pueblo y sus leg¨ªtimos representantes se han expresado en contra de la tortura, pero no era pol¨ªtico antes, todas las veces que el Rey Juan Carlos se ha manifestado a favor de esa tortura? De hecho, hace tiempo que venimos recordando al Monarca su obligaci¨®n de mantenerse al margen de este debate, el deber que conlleva su cargo (o posici¨®n o privilegio) de no intervenir, de no hacer p¨²blica su opini¨®n, precisamente porque lo consideramos un asunto pol¨ªtico (la ¨¦tica lo es).
Si ¨¦l no ha cumplido con las normas, nosotros s¨ª. Sin embargo, este es el valor de la democracia; aquellos, los l¨ªmites, respetados o no, de la Monarqu¨ªa. F¨ªjense si es pol¨ªtico el asunto que, de momento y por razones pol¨ªticas, una iniciativa semejante no puede prosperar en Madrid: lo impide la mayor¨ªa absoluta parlamentaria del PP. Lo que no impide que haya que tener en cuenta la ILP impulsada por El Refugio y la lucha que inici¨® el 28 de marzo la plataforma La Tortura No es Cultura. Pues ahora sabemos que con trabajo, apoyos y la fuerza de la raz¨®n alg¨²n d¨ªa podremos decir "?Viva Madrid!" como hoy estamos en todo nuestro derecho a proclamar "?Visca Catalu?a!". Y ol¨¦.
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