Cochinillo de tradici¨®n

Quien acuda a este hotel pensando en un hotelito con encanto para disfrutar de un fin de semana al abrigo de la sierra de Guadarrama se equivoca. Durante la d¨¦cada de los sesenta, el gran Dionisio Duque, a la saz¨®n Maestro Asador de Segovia, adquiri¨® una finca junto a Sotosalbos para criar cochinillos y lechazos con que alimentar su restaurante. El mes¨®n evolucion¨® en la ruta segoviana del cordero hasta que sus hijos Juli¨¢n y Marisa, hace dos a?os, decidieron completarlo con un centro de turismo rural que es, en realidad, un complejo endomingado para banquetes de lo que sea: bodas, bautizos, comuniones e incluso seminarios de empresas. La finca acoge hoy tres edificios diferentes que apenas destilan hacia el exterior, pinariego y campirano, su verdadero aforo tur¨ªstico: m¨¢s de 400 plazas sin columnas, ni obst¨¢culos mayores, con cristaleras abiertas al verde y a una carretera transitada solo en temporada alta. El personal de servicio ejerce con alto sentido profesional. Un horno de le?a hace el resto, como manda la herencia de Duque (exquisitos su cochinillo y los huevos viudos).

Pero lo primero que aparece al dejar el coche aparcado es el restaurante, un caset¨®n de dos plantas en piedra, teja y madera en parte recuperadas de antiguas casas del pueblo, con amplios porches a ras de c¨¦sped, siempre bien cuidado. Es inexcusable hacer parada y fonda en este lugar, aunque luego toque seguir carretera y manta hacia Segovia o el macizo de Ayll¨®n, a elegir. Se come a voluntad, como la tradici¨®n manda, casi en recuerdo de aquel mesonero que le disput¨® el t¨ªtulo mayor a C¨¢ndido.

M¨¢s serio parece el ¨²ltimo edificio, decorado por Becara a su aire: cortinones estampados, l¨¢mparas dieciochescas, cabeceros neocl¨¢sicos, c¨®modas provenzales, doseles forjados con borlas y otras frusler¨ªas vintage. Como si hubieran estado ah¨ª siempre, antes de que los turistas asomaran. Sin embargo, el barniz nobiliario de la fachada, enmarcada por columnas toscanas, informa elocuentemente del remedo arquitect¨®nico que toca vivir aqu¨ª, solo para amantes del mito ca?¨ª. Los balcones abiertos a la sierra y el gramaje de s¨¢banas y toallas constituyen la mejor terapia contra la urticaria del fundamentalismo rusticano que defiende la casa. Detalles de acogida cuidadosos que la clientela ensalza al cabo de una estancia prolongada.

Conviene informarse con antelaci¨®n del calendario de eventos del hotel, no fuera que las expectativas de descanso se vieran enturbiadas por una animada fiesta matrimonial. Tiempo hay de sobra al cabo del a?o para ambas celebraciones del esp¨ªritu.