La fiesta
Hubo un tiempo en que se hablaba de la fiesta, en singular, a veces tambi¨¦n con may¨²scula, la Fiesta, para designar un espect¨¢culo antiguo, anclado a la civilizaci¨®n mediterr¨¢nea. Pero quien dec¨ªa "la Fiesta" para referirse a los toros realmente se escoraba, casi siempre, hacia el patrioterismo espa?ol. De la Fiesta yo supe por la tele en blanco y negro. Sol¨ªa ver las corridas con mi abuela, la misma que me daba a media ma?ana aquellos pelotazos de quina San Clemente con galletas que, seg¨²n la sabidur¨ªa popular, era lo mejor que pod¨ªa darse a un ni?o de siete a?os para que creciera fuerte y saludable. De aquel tiempo remoto tambi¨¦n me queda la imagen de los toros. Ahora medio pa¨ªs intenta descolgarse de la fiesta y, con el habitual deje progresista, quiere obligar a que se descuelguen los dem¨¢s. Cuando las mentes avanzadas se ponen filantr¨®picas (las drogas, el tabaco, los toros) no les basta con dar ejemplo, sino que, de puro idealistas, se empe?an en dictar el comportamiento ajeno. Dijo Chesterton que cuando se deja de creer en Dios se acaba creyendo en cualquier cosa; pues bien, del mismo modo, cuando se relativiza el valor de la vida humana se otorga valor absoluto a cualquier otra.
El Parlamento auton¨®mico ha liquidado la fiesta de los toros en Catalu?a, pero la medida es m¨¢s equ¨ªvoca de lo que parece. Por de pronto, los nacionalistas de CiU se apresuran ahora a blindar los espect¨¢culos taurinos de raigambre catalana, como el bou embolat o el bou caplla?at. Y es que en el prohibicionismo catal¨¢n han confluido dos corrientes distintas: por un lado, el radicalismo animalista, inmejorable exponente de la sentencia chestertoniana, que iguala la vida humana con la del toro, el lir¨®n o el salmonete; y, por otro, la frustraci¨®n del catalanismo, que busca un gesto simb¨®lico tras contemplar c¨®mo las altas instancias del Estado cercenan el nuevo Estatuto, a pesar de su irreprochable legitimidad democr¨¢tica.
La prohibici¨®n de los toros en Catalu?a es fruto de esa casual alianza, pero las ganancias no se distribuyen a partes iguales. La conciencia nacional catalana apenas exhibe un gesto de rebeld¨ªa ante la deshonesta instrumentalizaci¨®n del Estado constitucional, mientras que los animalistas imponen su muy dudosa moral a todo un pueblo. El animalismo es una de las secciones m¨¢s pintorescas de la nueva izquierda, que ha sustituido el dogma marxista por una oportunista constelaci¨®n de reivindicaciones sectoriales y que, en este caso, aspira en el medio plazo a subvertir fundamentos b¨¢sicos de la moral humanista de Occidente.
Al que escribe no le gustan las corridas de toros. Son una fiesta a veces hermosa y sanguinaria, y a veces s¨®lo sanguinaria. Pero las brigadas de activistas que se alegran de los fallecidos en sanfermines y que amedrentan e insultan a sus semejantes a la entrada de las plazas nada saben de la verdadera piedad.
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