Emmanuelle Allen
Algo ascend¨ªa por la rampa, opresivo, lento y plural. La curiosidad pudo m¨¢s que el miedo y no cerr¨¦ los ojos.
Jorge Luis Borges, There are more things.
Las vacaciones son esas dos semanas del calendario en las que dicen que se liga m¨¢s que en las cuarenta y seis restantes, mas como uno ya lo intent¨® sin ¨¦xito en ecosistemas playeros, monta?osos y polares, este a?o he decidido permanecer de guardia en la jungla de adoqu¨ªn. As¨ª, el fin de semana pasado me plant¨¦ en un caf¨¦ del centro, y como result¨® ser un cibercaf¨¦ me anim¨¦ a ligar por Internet.
Quienes no somos ni guapos ni millonarios ni interesantes siempre tenemos la posibilidad de ser rar¨ªsimos, y as¨ª entr¨¦ en el chat de contactos parapsicol¨®gicos, donde tecle¨¦ nervioso: "?Qu¨¦ hago en este planeta sin amor?" (N¨¢vox). En menos de un minuto apareci¨® una respuesta inveros¨ªmil: "Despu¨¦s de recorrer millones de a?os luz, por fin capto tu frecuencia" (Van¨¦zax). Recuerdo que me sent¨ª como aquel burro que sopl¨® la flauta y se acab¨® casando con una burra del espacio.
De adolescente me hice el esot¨¦rico para enamorar a una ni?a que todo el d¨ªa hac¨ªa g¨¹ija, divertimento que nos dejaba llenos de dudas y nuestros pisos llenos de entidades, no precisamente financieras; pero ella huy¨® de m¨ª despavorida cuando tres esp¨ªritus le aconsejaron que saliera conmigo. Ni siquiera me dio tiempo a confesarle que era yo quien hab¨ªa movido la copa. En realidad, la persuasi¨®n de que la g¨¹ija nos permit¨ªa entablar di¨¢logos con personas o cosas desconocidas ha sido perfeccionada por el chat, pues en el fondo todos buscamos en Internet lo mismo que busc¨¢bamos en la g¨¹ija: esp¨ªritus descarriados y a ser posible verbeneros.
Por eso los peligros del chateo son los mismos: si con la g¨¹ija corr¨ªas el riesgo de que se te quedaran los fantasmas en casa, chateando se nos llena el ordenador de porquer¨ªas que solo pueden ser barridas por esos programas rusos que eliminan los virus como si fueran trotskistas.
Sus lac¨®nicos e-mails me perturbaban, pues consist¨ªan en una sola l¨ªnea garrapateada sobre ficheros adjuntos que conten¨ªan las fotograf¨ªas de las mujeres m¨¢s despampanantes del mundo: "Soy capaz de adoptar cualquier forma humana" (Van¨¦zax). En ocasiones insist¨ªa en que fuimos los ¨²ltimos que hicimos el amor en un planeta que explot¨®, y entonces yo volv¨ªa a estallar -v¨ªa l¨¢ctea incluida- mientras contemplaba las divinas formas que ella era capaz de adoptar. Ayer me arm¨¦ de valor y le escrib¨ª a su direcci¨®n electr¨®nica: "?Quieres hacerlo de nuevo? Creo que este planeta aguantar¨ªa" (N¨¢vox).
Siempre he o¨ªdo que los genuinos rodr¨ªguez disfrutan con la inminencia del concupiscente desenlace de sus aventuras, mas yo me puse de los nervios desde que lleg¨® su contestaci¨®n: "Ya era hora, N¨¢vox. c¨®mo deseo que me acaricies las esporas con tus antenas" (Van¨¦zax). Preso de p¨¢nico le respond¨ª: "No, por favor. Te pido que adoptes el aspecto de cualquiera de las terr¨ªcolas cuyas im¨¢genes adjunto" (N¨¢vox). Sin embargo, su r¨¦plica me provoc¨® un soponcio: "Lo haremos como la ¨²ltima vez, porque los genitales humanos son una birria. N¨¢vox, me pones las escamas de punta" (Van¨¦zax).
Las vacaciones de verano son as¨ª. Lo normal es ligar con una desconocida y lo paranormal es que te folle una alien¨ªgena. Acabo de llegar a casa y hace un fr¨ªo que pela, como al d¨ªa siguiente de jugar con la g¨¹ija. Desde la pantalla del ordenador, un enjambre de moscas crepita purulento. Apago la computadora y una maleza gelatinosa jadea detr¨¢s de m¨ª. Por la boca no me gusta. Por el culo tampoco.
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