El paralelo 38 est¨¢ en Arb¨²cies
Dos merenderos vecinos llegan a los tribunales tras dos a?os de guerra abierta por captar domingueros
Mar¨ªa Carbonell est¨¢ atacada. La tensi¨®n de cada fin de semana le resulta excesiva y apenas puede dormir. "M¨ªrale, ah¨ª va en su quad rojo. Ya nos est¨¢ espiando", dice y se?ala con enquina a Joan Salom¨®, el hombre que se ha convertido en su peor pesadilla. Separados por una valla met¨¢lica, estos dos propietarios de merenderos andan inmersos, desde hace dos a?os, en una lucha sin cuartel por captar domingueros que ha llevado a Arb¨²cies (Selva) aires de guerra fr¨ªa.
La suya no es una competencia sana, sino enfermiza, que ha llegado ya a los tribunales. Mar¨ªa acusa a Joan, que fue cabeza de lista por CiU en Arb¨²cies, de robarle clientes con malas artes. La mujer asegura que su rival usa el nombre de su merendero (El Pol) para despistar a los incautos y atraerles hacia sus dominios. Y a fe que lo consigue: "Mira: ¨¦l tiene 20 clientes y yo uno". Mar¨ªa a?ade que se sirve de su posici¨®n privilegiada -para llegar a El Pol, hay que pasar primero por el terreno de Joan, pues solo hay un acceso- para vender tiques y "desinformar".
"Yo le hago la propaganda y ¨¦l se lleva el dinero; es un pirata", dice Mar¨ªa
"Es envidia. Tengo m¨¢s clientes y mi pic-nic es m¨¢s bonito", replica Joan
Joan, que antes de gestionar el merendero fue empresario de la construcci¨®n, atribuye las acusaciones de Mar¨ªa a la envidia. "Cada d¨ªa tengo m¨¢s clientes. La gente se pasa a mi bando porque mi merendero tiene m¨¢s cosas y es m¨¢s bonito. Tengo variedad de ¨¢rboles y servicio de comidas. Ella lo quiere todo y no soporta que yo pueda trabajar".
Para llegar a cualquiera de estos merenderos, dos min¨²sculas Coreas enfrentadas en las faldas del Montseny y separadas por 200 metros de tierra, hay que cruzar un peque?o puente por encima de un riachuelo. Aparece entonces un gran arco naranja de pl¨¢stico, como los que marcan el final de etapa en el Tour. Es la entrada al merendero de Joan, que se presenta al visitante como La Riera d'Arb¨²cies.
Tique en mano, Joan da el alto a los coches y, cuando sus ocupantes preguntan por El Pol, les dice que ya se encuentran all¨ª y les invita a pasar. La entrada se presta a confusi¨®n. Uno de los letreros de Joan, por ejemplo, muestra la se?al de un bar y el nombre de El Pol (que est¨¢ registrado por Mar¨ªa) al lado. El ex constructor y pol¨ªtico se defiende: "Solo fui al ayuntamiento a que me traspasaran la licencia, y me dijeron que mi pic-nic se llama bar merendero El Pol".
Las supuestas artima?as de Joan irritan a Mar¨ªa, que durante un tiempo envi¨® a una avanzadilla al puente para "informar a los clientes y darles la opci¨®n de elegir". Lo que la mujer crey¨® una defensa leg¨ªtima de sus intereses, Joan lo interpret¨® como una amenaza. "Los hijos de esta se?ora ven¨ªan a la puerta y amenazaban con agredirme y quemarme el lugar. Tem¨ª por mi seguridad y les denunci¨¦". El caso fue archivado y, ahora, la ¨²nica denuncia pendiente es la de Mar¨ªa contra Joan, El Pol contra La Riera, que se dilucidar¨¢ en noviembre en un juzgado civil.
Esperando juicio, Joan contraataca y sostiene que su archienemiga casi deber¨ªa darle las gracias. "El acceso a su merendero es por un camino que est¨¢ en mi propiedad y, en teor¨ªa, no tienen derecho a pasar. Pero yo les dejo", dice el hombre, que se ve v¨ªctima de "una mujer que lo l¨ªa todo y no me soporta". "Dice que le robo autocares, que recojo la basura sin permiso, que paro el tr¨¢fico...".
"Yo dejo pasar a sus clientes por mi c¨¢mping. En cambio, si los m¨ªos van all¨ª, ella les echa una bronca de mil demonios", clama Joan. Mar¨ªa se explica: "No puede ser que los clientes que ¨¦l nos roba encima usen nuestros lavabos, que est¨¢n m¨¢s limpios". Y tambi¨¦n acusa: "Este se?or no tiene permisos ni licencias. As¨ª, no recibe inspecciones y todo le sale gratis". El Ayuntamiento de Sant Feliu de Buixalleu (al que, por metros, pertenece el pic-nic de Joan) no quiso comentar nada al respecto.
Ajenos a la disputa, los domingueros echan su pachanga, preparan la carne a la brasa y se mueven con candidez por un terreno que, en realidad, es zona de guerra. No hay gran diferencia si lo hacen en El Pol o en La Riera porque, por lo dem¨¢s, los merenderos son parecidos: los dos cobran siete euros por coche y los dos poseen zona recreativa y de barbacoas con mesas resguardadas por altos ¨¢rboles.
Ante la sangr¨ªa econ¨®mica, Mar¨ªa ha tomado medidas: en su web, da instrucciones precisas para que los clientes no se vayan por error al merendero rival. Tambi¨¦n ha instalado un cartel en la carretera de acceso. Pero no le sirve. "El 70% de la gente se va pensando que ha estado en El Pol. Cada d¨ªa tenemos reservas que nunca llegan. Yo le hago la propaganda y ¨¦l se lleva el dinero. Esto es desleal. Es un pirata".
La guerra de Corea dur¨® tres a?os, pero esta amenaza con enquistarse. Las cosas han ido demasiado lejos. Ni siquiera se atisba un armisticio. Y ni Mar¨ªa ni Joan se atreven ya, casi nunca, a cruzar su particular paralelo 38.
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