Noche vigilada en Torrej¨®n

"Esto cada vez se parece m¨¢s a la c¨¢rcel de Alcatraz". La joven, vestida con falda corta, se queja a una amiga con la que pretende entrar en una discoteca de la zona de ocio nocturno de Torrej¨®n de Ardoz. A la joven le sienta mal ver el amplio despliegue policial que durante toda la noche ha tomado el final de la avenida de la Constituci¨®n, donde en seis d¨ªas han muerto dos hombres de nacionalidad rumana y dominicana. Agentes de la Unidad de Intervenci¨®n Policial (UIP, m¨¢s conocidos como antidisturbios) y de la Polic¨ªa Local cachean y registran a todos los que pretenden entrar en estos establecimientos.

"Agente, no llevo el carn¨¦ de identidad", le espeta un hombre a un polic¨ªa de la UIP. El funcionario, lejos de inmutarse, le dice que ir¨¢ detenido. El afectado enseguida encuentra una soluci¨®n. Llama desde su tel¨¦fono m¨®vil a su hermano, que le trae la documentaci¨®n al cabo del rato. "Nos interesa sobre todo que la gente vaya documentada y que no lleve ning¨²n tipo de arma", reconoce un mando policial. Las dos ¨²ltimas muertes violentas registradas en la regi¨®n se han producido a tiros y a cuchilladas.

Los agresores se cebaron a golpes con el dominicano antes de matarlo

La entrada a la zona donde se produjeron los dos cr¨ªmenes est¨¢ pr¨¢cticamente cerrada. Seg¨²n intentan acceder los veh¨ªculos, los polic¨ªas les paran y obligan a bajarse a todos los ocupantes. "Llevas todas las papeletas para acabar en comisar¨ªa", le suelta un polic¨ªa local a un conductor. Este no lleva ning¨²n tipo de documentaci¨®n, pese a estar a los mandos del veh¨ªculo. El resto de amigos s¨ª va identificado, lo que, de momento, le salva.

El dispositivo se monta alrededor de las once de la noche. Seis o siete coches patrulla, entre ellos dos furgonetas de la UIP, decoran la zona. Si alg¨²n cliente resulta sospechoso, se pasan sus datos por la emisora policial para ver si tiene alguna orden de b¨²squeda y captura. "Al principio, lo hac¨ªamos con todos, pero como no hab¨ªa muchos compa?eros para meter todos los datos en el ordenador, hemos preferido ser selectivos", explica un responsable policial.

El fr¨ªo se deja sentir en la piel. La temperatura ha bajado hasta los 18 grados y los que han salido desprevenidos se pasman. Algunos clientes de esta zona se sorprenden al ver tanta presencia policial. "Torrej¨®n es una ciudad tranquila y no es necesaria tanta polic¨ªa. Seguro que lo han hecho para que la gente vea que est¨¢n en la calle", afirma un joven que lleva toda la vida residiendo en la localidad.

La zona est¨¢ bastante oscura y tranquila. Al fondo se ven los altares improvisados montados por los amigos de los fallecidos. El primero, el del rumano Cosmin Virgil Costea, de 26 a?os, muerto tras recibir un disparo en el t¨®rax el s¨¢bado 7 de agosto. Esta muerte ha motivado que el Ayuntamiento clausure durante un a?o la discoteca P¨ªcaro, a cuyas puertas se produjeron los tiros. A unos 30 metros, y lleno de botellas de alcohol, el de Geraldo de la Rosa, dominicano de 19 a?os, que perdi¨® la vida el viernes tras recibir una cuchillada en el coraz¨®n. La autopsia, practicada ayer, ha revelado que sus agresores se ensa?aron con ¨¦l antes de matarlo.De la Rosa presentaba rotura de varios dientes, hundimiento en un globo ocular y lesiones por todo el cuerpo, seg¨²n fuentes de la investigaci¨®n. Los agentes del Grupo VI de Homicidios interrogaron ayer a los tres detenidos (dos colombianos y un dominicano) relacionados con el crimen, que suponen que pasar¨¢n ma?ana a disposici¨®n judicial. Las investigaciones siguen abiertas. La polic¨ªa espera detener a m¨¢s personas en los pr¨®ximos d¨ªas. Calculan que participaron una docena de personas en la reyerta que cost¨® la vida al dominicano.

Mientras, el control policial en la zona de copas contin¨²a hasta las seis de la madrugada, cuando cierran los bares de copas. "No es justo. Nosotros hacemos controles de estos todos los fines de semana y en diferentes puntos. Lo malo es que ahora han coincidido dos muertes en poco tiempo", protesta una agente municipal.

Los chavales y los no tan j¨®venes se sienten molestos por tener que ense?ar los carn¨¦s a los polic¨ªas. "No hacemos nada y se nos trata como si fu¨¦ramos delincuentes", protesta una mujer norteafricana. "A otros solo les miran el carn¨¦ y les dejan pasar", a?ade. El polic¨ªa que est¨¢ a su lado aguanta la cr¨ªtica. Est¨¢ acostumbrado. Poco a poco, discurre la madrugada y la tranquilidad, t¨®nica dominante toda la noche, se adue?a hasta el cierre de los locales. "Se nota que ha salido mucha menos gente que otros d¨ªas", resume un polic¨ªa.