Ver Galicia arder
La Democracia Feijoniana pasa estos d¨ªas su -disculpen la obviedad- prueba de fuego. Est¨¢ descubriendo qu¨¦ significa gobernar con toda su crudeza. Hasta ahora hab¨ªa manejado problemas m¨¢s o menos complicados con desparpajo en las formas, aunque resultados ambiguos en el fondo. No hab¨ªa asunto que no pudiera resolver una rueda de prensa bien dada, ni cuesti¨®n que no pudiera zanjarse culpando a otra Administraci¨®n. Pero en el endemoniado problema del fuego, ambos recursos no resultan ni tan baratos ni tan efectivos. Las terribles circunstancias y sus propios errores han ido convirtiendo a los incendios en una crisis, capaz incluso de plantear dudas sobre la aut¨¦ntica disposici¨®n de una Presidencia que se parapeta tras una comparecencia sin preguntas, cuando debe ofrecer explicaciones de verdad por primera vez en su mandato.
Organizada o no, el fuego es una industria criminal y debe ser perseguida todo el a?o con medios y personal
En una campa?a que cabe considerar normal en t¨¦rminos de presi¨®n incendiaria, los errores superan con creces a los aciertos. El primero, com¨²n a todos los gobiernos anteriores, ha sido pensar que los incendios son una desgracia que les pasa a los dem¨¢s, pero no a ellos, porque son m¨¢s listos y m¨¢s eficaces; adem¨¢s les va a llover cuando haga falta y siempre tendr¨¢n el viento a favor. El segundo ha sido ignorar que los incendios se apagan en invierno. El racaneo en fondos para limpieza de montes o en el propio dispositivo contra el fuego constituye un buen ejemplo de hasta qu¨¦ punto recortar no es lo mismo que ahorrar. Otro tanto respecto al abandono o muerte por inanici¨®n de aquellas incipientes pol¨ªticas de recuperaci¨®n del territorio iniciadas por el bipartito. La geograf¨ªa del fuego que conocemos tal vez nos acabe diciendo algo sobre el efecto incentivador de la actual vuelta al urbanismo de m¨¢ximos propugnada por esta Xunta, donde toda finca o monte es susceptible de convertirse en un solar.
El tercer desacierto reside en no haber aprendido de los errores de la Administraci¨®n anterior. El incendiario tampoco exist¨ªa, hasta que no queda otra explicaci¨®n o m¨¢s remedio. S¨®lo nos acordamos de los criminales del monte cuando arde. No hay tramas organizadas, afirman llenos de raz¨®n los mismos responsables que, a?o tras a?o, se muestran incapaces de detener, procesar y condenar a un pu?ado de incendiarios esquizofr¨¦nicos o idiotas armados con mecheros. Organizada o no, el fuego es una industria criminal rentable. Debe ser perseguida todo el a?o, invirtiendo dinero en medios y personal especializado.
La informaci¨®n nunca puede ser el problema. Siempre forma parte de la soluci¨®n. Hoy en d¨ªa, la informaci¨®n s¨®lo puede gestionarse. Por fortuna, en el mundo digital y de YouTube ya no se puede controlar. Empe?arse en el control supone otro desatino, pero tambi¨¦n resulta est¨²pido. M¨¢s a¨²n apelando a un supuesto efecto contagio, de base tan cient¨ªfica como sostener que, de no verse en los telexornais, a los incendiarios puede darles por atacar casas y ponerle por nombre a semejante ocurrencia efecto espiral. Como bien sentencia Michael Caine sobre el car¨¢cter del Joker en la maravillosa El caballero oscuro, "hay gente que solo quiere ver el mundo arder". Sin m¨¢s l¨®gica ni m¨¢s raz¨®n. Hay gente que solo quiere ver Galicia ardiendo. La gesti¨®n inteligente y leal de la informaci¨®n provoca la colaboraci¨®n ciudadana y la unidad contra ellos que ahora se reclaman. Tambi¨¦n, permite a la gente saber lo que pasa y no temer lo que pueda estar sucediendo, facilita a los hechos prevalecer sobre el espect¨¢culo y, ante todo, es un derecho, porque es nuestra.
Aunque, entre todos los errores cometidos, ninguno tan grave como haberse defendido atacando desde el primer d¨ªa. Cuando lo ¨²nico que se le ped¨ªa era informaci¨®n, la respuesta ya fue exigir que se estuviera del lado de las brigadas que luchan en los montes. Nadie ha culpado de nada al Gobierno ?por qu¨¦ ¨¦ste se empe?a en culpabilizar a quien le critique situ¨¢ndolo del lado de quien incendia? Pide unidad, pero al tiempo divide a la sociedad entre quienes est¨¢n con ¨¦l o con los incendiarios. En democracia se exigen responsabilidades, no se fabrican culpables. La critica constituye un derecho del ciudadano, pero tambi¨¦n una oportunidad que el buen gestor no ha de temer, sino aprovechar. La cr¨ªtica le fortalece, le sirve para aprender y ser mejor. En la campa?a del 2007, Feij¨®o dijo: "Con nosotros no mor¨ªa gente en los incendios; con el bipartito, cuatro personas". Ahora reclama no hacer uso partidista de los muertos. D¨¦mosle la bienvenida a la pol¨ªtica que los deja en paz. Acabar¨¢ aprendiendo que en pol¨ªtica, como en la vida, no todo vale, ni aunque funcione.
antonlosada.blogspot.com
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