A Lope le sienta bien el Caribe
En tiempos de Lope, el teatro popular, el de los corrales, se hac¨ªa con un esp¨ªritu parecido al que anima este Fuenteovejuna cubano: sin escenograf¨ªa, con una compa?¨ªa compacta, mucha m¨²sica, canciones y danzas. Sus int¨¦rpretes enlazan sin soluci¨®n de continuidad el verso original con sones, rumbas, congas, guaguancoes y toques tradicionales de adoraci¨®n al dios Chang¨®, y les queda francamente bien. Cabe hablar de sincretismo, pero tambi¨¦n de retorno a los or¨ªgenes musicales de nuestro teatro ¨¢ureo.
Liuba Cid, su directora, tiene o¨ªdo: hizo la carrera de guitarra cl¨¢sica, adem¨¢s de interpretaci¨®n y direcci¨®n esc¨¦nica. Su versi¨®n sint¨¦tica, fiel pero con vuelo, la preludia y corona con textos del pensador, poeta y revolucionario Jos¨¦ Mart¨ª, y la entrevera con un extracto de la cr¨®nica de Fuenteovejuna original y con parlamentos de su propia autor¨ªa en los que resuena la historia cubana reciente. En vez de espadas, sus protagonistas empu?an machetes, se sirven el almuerzo en destartaladas bandejas de comedor colectivo y hablan de ron y malangas donde el original dice vino y cerezas.
FUENTEOVEJUNA
Autor: Lope de Vega. Int¨¦rpretes: Vladimir Cruz, Claudia L¨®pez... Direcci¨®n musical: Reinaldo Echemendia. Direcci¨®n: Liuba Cid. Teatro F¨ªgaro. Hasta el 5 de septiembre.
Su montaje est¨¢ muy por encima de otros de prop¨®sito parecido hechos con m¨¢s presupuesto, como la Medea francoburkinesa dirigida por Jean-Louis Martinelli en el Festival de Oto?o, donde no se produc¨ªa el chispazo del verdadero encuentro de culturas. Aqu¨ª, en cambio, se recoge la simbiosis entre nuestra cultura y la yoruba, y la tradici¨®n cubana de entender el teatro como un ritual y de imprimirle pulsi¨®n tel¨²rica: recu¨¦rdese el fant¨¢stico montaje de El le¨®n y la joya, del Nobel Wole Soyinka, que Eugenio Hern¨¢ndez Espinosa present¨® 20 a?os ha en la sala Olimpia (hoy teatro Valle-Incl¨¢n).
No vayan esperando una producci¨®n espectacular: esta se ha hecho con mucha imaginaci¨®n y pocos medios. En el escenario hay apenas un tel¨®n, como en la ¨¦poca de Lope de Rueda (con figuras dolientes a lo Gernika), que evoca los que Alberto S¨¢nchez pintara para el Fuenteovejuna de La Barraca y para otras obras de Lope durante su exilio sovi¨¦tico. El juego esc¨¦nico es ¨¢gil, las actitudes est¨¢n bien marcadas, el texto llega (aunque un pel¨ªn declamado en ciertos momentos), las alusiones pol¨ªticas son sutiles, las coreograf¨ªas de Elsa Avil¨¦s funcionan y suena estupendamente la m¨²sica en vivo del tr¨ªo dirigido por Reinaldo Echemend¨ªa.
En el trabajo coral, homog¨¦neo, destaca la comicidad certera del Mengo de Mauricio Renter¨ªa. El alcalde de Ram¨®n Ramos tiene empaque rural y figura, a Yolanda Ruiz le toca lidiar con un narrador que da mucha informaci¨®n pero poco juego y el ¨¢spero papel del comendador obliga a Vladimir Cruz a andar rozando el grito, que debiera reservarse para los accesos col¨¦ricos. El h¨¢bito que viste no le ayuda a transmitir autoridad.
La directora estiliza la escena de la violaci¨®n, habitualmente indigesta, e imprime un inteligente tratamiento intimista, a contrapelo, al mon¨®logo de Laurencia, heroicamente interpretado por Claudia L¨®pez, actriz de 22 a?os. Chaple Rodr¨ªguez hace emocionante su breve momento estelar, Dayana Contreras es una Pascuala veloz y reactiva, Roberto Govin, Tony Rivera y Leonid Sime¨®n encarnan convincentemente sus papeles de car¨¢cter y Rey Montesinos acierta a darle forma al soso rol de Frondoso.
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