HERMANO AZNAR
Nada mejor que las vacaciones para recordar lo duro que es aguantar a la familia. Da igual que seas un genio. Llega el verano, y ya no eres arquitecto, ni abogado, pintor o empresario. Ni siquiera futbolista. Eres hermano, padre, hijo.
Eso es m¨¢s o menos lo que le pasa a Rajoy cada vez que se cruza con Aznar. Son pocas, casi siempre en verano. Don Mariano, que el resto del a?o es un jefazo, se encuentra con algo as¨ª como su hermano mayor. Y eso no se cura. As¨ª que le cambia la cara. Es otro. Mira la hora sin parar. Es como la t¨ªa esa que todos tenemos y que, nada m¨¢s sentarse a la mesa en Nochebuena, le dice a tu t¨ªo: "Juan, nos vamos en cuanto sirvan el postre, ?eh?".
Como los hermanos peque?os bonachones, Rajoy siempre trata de aplacarle. Incluso le hace bromas. En 2008, Aznar le hab¨ªa dado uno de sus famosos desplantes. Lleg¨® dos horas tarde al congreso de Valencia. "Empecemos ya, yo puedo presidirlo", gritaba Fraga enfadado. Y apenas roz¨® la mano de su heredero. Un mes despu¨¦s, se encontraron en FAES. "Vamos a saludarnos efusivamente, que si no...", le dijo Rajoy. Este a?o incluso movi¨® su silla para que en la foto salieran m¨¢s juntitos. Pero nada. Aznar no conoce la compasi¨®n. Le mira casi con condescendencia.
Rajoy no pronuncia su nombre. Pregunta por "¨¦l" cuando quiere saber qu¨¦ hace. En p¨²blico y en privado, le llama "presidente", como todos los dem¨¢s, como los periodistas. Y eso que son hermanos.
Aznar se divierte con su toque salvaje. El a?o pasado se recort¨® un poco la melena. "Ahora estoy presentable, je, je", contestaba a uno de los aduladores que casi siempre le rodean cuando insist¨ªa: "Te queda mucho mejor as¨ª, presidente". ?l finge que nada le importa. "Mucha gente en mi partido me pide que vuelva, pero mi tiempo ya pas¨®", miente en TVE. Pero seg¨²n los que le conocen de siempre, tiene una amargura interna dif¨ªcil de sobrellevar.
Le encanta que le odie la izquierda, esos "progres trasnochados que ladran su rencor por las esquinas", en su peculiar terminolog¨ªa. Pero no entiende que haya muchos de los suyos -y los hay, cada vez m¨¢s- que quieran que desaparezca de escena, que crean que su simple presencia de hermano mayor es lo peor que le puede pasar a Rajoy. "No entiende que los suyos no le adoren", sentencia un aznarista.
Tal vez por eso, solo tal vez, Aznar siga necesitando, cada tanto, en M¨¦xico o en Melilla, demostrar que hace lo que quiere, y que Rajoy no se atreve a darle un no. Es la condena del hermano peque?o.
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