Una laguna para fugitivos
El Nido del ?guila guarda una caprichosa piscina natural astutamente escondida por el r¨ªo Glorieta
Pies en remojo
Ni la sequ¨ªa m¨¢s catastr¨®fica ha podido con el Glorieta. El torrente brota desde siempre as¨ª de dulz¨®n y caprichoso, lanzado desde alg¨²n punto inexacto de la panza de la sierra de Prades, labrando el macizo para regalarse una conquista ajena a calendarios, lluvias y domingueros. El Nido del ?guila, piscina natural tallada por el r¨ªo entre los montes de Alcover (Alt Camp), es el tributo a un arroyo m¨¢s bien t¨ªmido pero tenaz, cabezudo como pocos, entregado durante milenios a esculpir una guarida para consuelo de fugitivos. El logro es una caverna estupenda regada por saltos de agua fresqu¨ªsima que cae por retorcidos barrancos, oasis ahora amenazado por manadas de curiosos. Muchos excursionistas merodean por la zona y muchos se rinden antes o despu¨¦s, cediendo al encanto con que el Glorieta viste el resto de sus tramos, accesibles claros dispuestos curso abajo en un h¨¢bil despliegue estrat¨¦gico. El r¨ªo dicta que al Nido solo llegar¨¢ quien se obstine en refugiarse. Un paraje dominado por leyendas de saqueadores y bandidos, aislado entre el olvido. Es preciso que as¨ª siga.
Caverna estupenda regada por saltos de agua fresqu¨ªsima que cae por retorcidos barrancos
"Los curiosos no deber¨ªan llegar aqu¨ª. O enga?amos a los fisgones o ser¨¢ el desastre"
Los bandoleros desaparecieron del lugar pero al Nido lo custodia este mediod¨ªa Jos¨¦, empe?ado en rehuir del desempleo y tantas horas libres. Ex obrero entregado a la m¨ªstica del paraje, escudri?a el enclave a los pies del agua mansa que sabe exageradamente a az¨²car. "No es para cualquiera", advierte. "Aqu¨ª puedo evadirme, disfrutar que soy un paleta en paro. Si se llena de gente ser¨¢ otra cosa. Sobre todo escribe eso". Aqu¨ª queda, aunque el obrero se sumerge ya en el agua donde el desempleo es un regalo y hasta el bocadillo que guarda a medio desenvolver parece un tesoro de aluminio enterrado a los pies del lago ancestral, la primitiva representaci¨®n de alg¨²n animal sagrado, un vestigio de la Edad de Hierro custodiado durante miles de a?os por el afluente m¨¢s testarudo del Francol¨ª.
Tan complejo hechizo linda con el fracaso porque la fama del recinto atrae a cientos de saboteadores. La ruta para cruzar el valle se transmite a cualquiera sin rubor ni respeto, boicoteadores de pueblos cercanos hasta intercambian sin pesta?ear recomendaciones para atajar el camino. El abandono suele as¨ª romperse por visitantes como quien accede a la galer¨ªa de piedra, mochilero descolgado como un salvaje entre el barro y los arbustos, ¨²nica v¨ªa de acceso a la laguna. Se lanza al agua que congela y reaparece, ingenuo, bajo la sutil salpicadura de la cascada. "Los curiosos no deber¨ªan llegar aqu¨ª. ?Vais a publicar la ruta para que todos la conozcan?", reprende Jos¨¦. "O enga?amos a los fisgones o ser¨¢ el desastre", exige. Solo a los comprometidos con esta labor se dirigen las siguientes instrucciones.
El fugitivo se encaminar¨¢ provisto de calzado y presto para hora y media de repechos, agua, ¨ªnfulas de rastreador y despiadada determinaci¨®n para desorientar a todo excursionista carente de la sensibilidad que merece la laguna. Disfrutar¨¢n del r¨ªo, pero no ganar¨¢n el Nido. Para ello es necesario cruzar Alcover hasta las puertas del Mas de For¨¦s y abandonar el veh¨ªculo debidamente resguardado. S¨¢banas que reproduzcan follajes de pinares o encinas constituyen un recurso formidable. El camino se abrir¨¢ entonces a la espalda del caser¨®n con un misterio tan sutil como impredecible: ante cada quiebro, siempre a la izquierda. Astuto Glorieta. El recorrido cruza los saltos que alumbraron los primeros molinos papeleros, all¨¢ por el siglo XVIII. La comarca, confiada, crey¨® haberle hallado sentido al empe?o del r¨ªo. El enga?o se alarg¨® hasta principios del siglo XX, cuando se construy¨® una central el¨¦ctrica a los pies del lago pero sin llegar a descubrirlo. Tras esas ruinas se esconde el remanso en riesgo de extinci¨®n. "?Vale la pena caminar tanto?", interroga un grupo en las cercan¨ªas de la mas¨ªa. El interlocutor, como har¨¢ siempre que se le formule esta pregunta, les dar¨¢ su merecido.
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