Guardiola El hijo del 'paleta'
El catal¨¢n es una lengua hermosa?que coquetea con el franc¨¦s para desespa?olizarse, que tiene?m¨²sica portuguesa, pero que cuando alcanza la mayor expresividad es puro italiano. En catal¨¢n, al alba?il le dicen paleta, en ejemplo prodigioso de metonimia popular. La paleta es tambi¨¦n el arma del pintor. Para hablar de Pep Guardiola, entrenador del FC Barcelona, es apropiado reparar en esa ambivalencia.
El don de la oportunidad se tiene o no se tiene. Y la llegada de Guardiola al banquillo del Bar?a lo tuvo. Los catalanes han pasado a?os duros. El debate del Estatut ha evidenciado la incapacidad para asumir con naturalidad la pluralidad de sentimientos entrecruzados. La degradaci¨®n del entendimiento mutuo, por razones muchas veces interesadas, ha venido acompa?ada por la viscosa corrupci¨®n. El caso Millet de saqueo del Palau de la M¨²sica a golpe de comisi¨®n y desv¨ªo de fondos fue otro golpe bajo a la autoestima catalana. Vino enlazado con la decadencia del Bar?a de Rijkaard, que hab¨ªa dejado de ganar, con un vestuario roto por la desatenci¨®n al sacrificio y el esfuerzo. Su estrella Ronaldinho hab¨ªa perdido la joia brasile?a para entrar en la resaca perpetua. El presidente Joan Laporta encaraba una moci¨®n de censura, donde hasta un 60% de los socios votar¨ªan por su dimisi¨®n. En ese momento, Pep Guardiola se convirti¨® en entrenador del primer equipo.
Si le cuentas an¨¦cdotas de Belmonte o Cary Grant, ¨¦l lo aplica a su juego
Cuando se queda af¨®nico es una buena se?al. Ha encontrado el placer
Solo se somete a las ruedas de prensa. No concede entrevistas
Amor particular, de Lluis Llach, es una de sus canciones de cabecera
Un a?o antes, el ex jugador hab¨ªa aceptado la propuesta de entrenar al filial reci¨¦n descendido a Tercera Divisi¨®n. Sus amigos de la profesi¨®n le aconsejaron que no aceptara el encargo. "Pep, la Tercera es un infierno, no tiene nada que ver con el f¨²tbol que conoces". Con otras palabras, todos le dijeron lo mismo: "No te ofrecen un caramelo, sino que tendr¨¢s que masticar piedras". Pero Guardiola acept¨®. Se mor¨ªa de ganas de entrenar. "B¨²scame un equipo", le dec¨ªa a sus amigos, "necesito entrenar". La oferta de hacerse cargo del equipo en Tercera le enfrentaba a una decisi¨®n dif¨ªcil. Pero Pep siempre tuvo claro que la vida consiste en el atrevimiento para equivocarse. A ser posible, equivocarte con errores propios y no ajenos.
Nadie valor¨® el hecho fundamental de que Guardiola es hijo de un paleta. Su padre, Valent¨ª, representa para ¨¦l un ejemplo de integridad y esfuerzo. La familia en la que ha crecido, en el pueblo de Santpedor, le ha inculcado valores antiguos, de cuando los padres no ten¨ªan ni dinero ni propiedades que transmitirles a los hijos, sino solo principios y dignidad. A la hora de juzgar o estudiar a Guardiola hay que tener en cuenta que debajo del traje elegante, el jersey de cachemir y la corbata elegida est¨¢ el hijo de un paleta. Que dentro de los caros zapatos italianos hay un coraz¨®n en alpargatas.
La primera misi¨®n en el filial fue pasar por el embudo a m¨¢s de cincuenta jugadores y reducirlos a tan solo veintitr¨¦s. Hab¨ªa que empezar por el final. Por mandar a muchos fuera del club que los hab¨ªa formado, por buscarles equipos, por citar a los padres, por tragarse las l¨¢grimas, por desbarrancar la vocaci¨®n infantil de quienes cre¨ªan que el f¨²tbol era m¨¢s importante que la vida, que hab¨ªan medio aparcado estudios porque eran chicos llamados a triunfar. Confeccionar esa plantilla fue un trabajo de ladrillo y cemento, de intuiciones y firmeza, un trabajo sucio y desagradecido. De un d¨ªa para otro hab¨ªa que decidir si a un chaval llamado Pedrito se le dejaba marchar al Gav¨¢ o se le reten¨ªa. Con tan solo seis entrenamientos para elegir. Equivocarse era de nuevo el campo de juego.
En el primer amistoso, aquel peque?o Bar?a reformado y descendido perdi¨® contra el Banyoles, en un campo peque?o de c¨¦sped artificial junto al hermoso estanque de aguas pl¨¢cidas, donde no ser¨ªa el primero en ahogarse enga?ado por la calma. Muchos pensaron que la ropa elegante de Guardiola, que de jugador hab¨ªa sido un fino centrocampista con m¨¢s estilo que potencia, admirador de Michel Platini, no estaba hecha para esa divisi¨®n de plomo. El jugador que por delante de la defensa no paraba de hablar, de ordenar a los compa?eros, de perseguir al ¨¢rbitro, de casi afearles a los delanteros rivales que no cumplieran con la geometr¨ªa del juego perfecto, ten¨ªa la palabra.
Desconoc¨ªan, y quiz¨¢ hasta lo desconoc¨ªa ¨¦l mismo, que su verdadera vocaci¨®n tiene algo de profesoral. Lo que m¨¢s le gustar¨ªa, una vez abandonado el f¨²tbol profesional, ser¨ªa entrenar a chavales, a j¨®venes que "a¨²n escuchan y quieren aprender". En la pretemporada que ahora termina se qued¨® af¨®nico de las charlas y correcciones a los jugadores del filial que entrenaban con el primer equipo en tanto regresaban los internacionales, ocho de ellos ganadores del Mundial. Guardiola af¨®nico es siempre una buena se?al, es que detr¨¢s del desgaste ha encontrado el placer.
Guardiola en sue?os habla de f¨²tbol. Tiene curiosidad por muchas cosas que no est¨¢n en el f¨²tbol. Pero a veces uno tiene la impresi¨®n de que las codifica de una manera especial. Que las futboliza. Si t¨² le cuentas una an¨¦cdota de Paco de Luc¨ªa o de Belmonte o de Cary Grant, ¨¦l la archiva con devoci¨®n, pero la aplica a su juego, como si fuera un ejercicio, como si le regalas a un cocinero una raqueta de pimp¨®n y lo primero que pensara es c¨®mo usarla de sart¨¦n. Esa curiosidad por otros mundos, no tan habitual en los deportistas de ¨¦xito, le llega como una soluci¨®n al enigma de vivir. Pep quiz¨¢ no conoce los versos sabios de Emily Dickinson: "El ¨¦xito les parece lo m¨¢s dulce a aquellos que no alcanzaron el ¨¦xito", pero los ha vivido en carne propia. El deporte de alta competici¨®n, por mucho que desde fuera se sit¨²e en una perspectiva privilegiada, marcada sobre todo por la estima social hacia el dinero y la fama, tambi¨¦n deja un rastro de apresuramiento, de vida robada, de vac¨ªo. Por eso, acercarse con inter¨¦s a la moda, al cine, a la lectura, a la m¨²sica, han sido s¨ªntomas de que Guardiola valoraba la consistencia de vivir en algo m¨¢s que ser reconocido en tu oficio.
A Guardiola, la figura del entrenador le ha fascinado incluso antes de ser consciente?de ello. En su paleta de pintor se mezclan desde los que tuvo de ni?o, Ram¨®n Casado,?Antoni Marsal, Oriol Tort, inolvidables para ¨¦l, hasta la influencia fundamental de Cruyff. De la autogesti¨®n con Bobby Robson a la precisi¨®n t¨¢ctica de Van Gaal, que le permit¨ªa acercarse al modelo ideal de aquel Ajax de Blind, Kanu, Kluivert, Overmars. Despu¨¦s, el Brescia de Carlo Mazzone; baste decir de ¨¦l que el magistral Roberto Baggio ten¨ªa una cl¨¢usula en el contrato por la cual pod¨ªa irse del club si Mazzone dejaba el banquillo. All¨¢ descubri¨® el placer de pertenecer a un equipo modesto que lucha por mantener la categor¨ªa. En el tercer partido de su primera Liga, en Gij¨®n, tras una derrota frente al Numancia y un empate en casa con el Racing, algunos ya pretend¨ªan desbarrancarlo. All¨ª, el entrenador local, Manolo Preciado, tuvo un fugaz di¨¢logo con ¨¦l. Pero conten¨ªa el suficiente calor y la suficiente experiencia en el circo del f¨²tbol y en la noria de la vida para confortar al casi debutante Guardiola. Y ¨¦l no olvida esos detalles. Los mima, incluso. El d¨ªa en que Espa?a gan¨® el Mundial no corri¨® a felicitar a los jugadores del Bar?a, sino al entrenador Del Bosque. La noche en que destituyeron a un amigo entrenador de?Primera organiz¨® a todo correr una cena para ¨¦l, para hacerle re¨ªr en la desolaci¨®n.
Reci¨¦n retirado del f¨²tbol, su empe?o por seguir conociendo entrenadores le llev¨® a Argentina. Quer¨ªa saber m¨¢s de Ricardo La Volpe, de Marcelo Bielsa, del flaco Menotti. Citados en un restaurante de Belgrano, Menotti lo esperaba para hablar de f¨²tbol. "As¨ª que usted ahora quiere ser entrenador". Antes de que Guardiola pudiera comenzar a explicar eso que los comentaristas deportivos llaman con la grandilocuencia habitual su credo, Menotti pidi¨® un whisky y el camarero le trajo un vaso bajo lleno de hielo. El veterano entrenador se enoj¨®: "?Usted me ve la rodilla mal? ?Me ve hinchada la rodilla? ?Acaso estoy lesionado?". El camarero, mudo, no sab¨ªa qu¨¦ decir. "Ll¨¦vese este mont¨®n de hielo, por favor, y tr¨¢igame un vaso con el whisky solo".
A Guardiola le seducen los buenos conversadores, los que manejan la particularidad de la an¨¦cdota con la varita para convertirla en sabidur¨ªa universal. De alguna manera recolecta conversadores. Le da lo mismo si son jugadores como Charly Rexach o el Matu Morales o Pellegrini, escritores como Azcona o maestros de la improvisaci¨®n como el Gran Wyoming. Admira a quien sabe contar, porque sabe que contarlo bien es parte de la tarea de un entrenador. Menotti no tard¨® en se?alar el camino de los banquillos a Guardiola. "No lo dude", le dijo. "H¨¢gase entrenador. Al menos as¨ª los tiros estar¨¢n m¨¢s repartidos. No me los dar¨¢n solo a m¨ª".
La conversaci¨®n con Marcelo Bielsa fue a¨²n m¨¢s intensa. Se prolong¨® durante 11 horas, tras un asado en su casa de campo en las afueras de Rosario. All¨ª hubo discusiones acaloradas, consulta al ordenador, repaso de t¨¦cnicas, puesta en escena de posiciones. Hubo preguntas complicadas: "?Por qu¨¦ usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo de f¨²tbol, el alto grado de deshonestidad de cierta gente, a¨²n quiere volver ah¨ª, y meterse adem¨¢s a entrenar? ?Tanto le gusta la sangre?". Pep no se lo pens¨® dos veces: "Necesito esa sangre".
Marcelo Bielsa, que es un entrenador compulsivo, un arquitecto del caos, tuvo palabras de ¨¢nimo, tambi¨¦n sembr¨® de incertidumbres el camino. Le explic¨® por qu¨¦ no conced¨ªa entrevistas personales a los medios de comunicaci¨®n. Se resist¨ªa a caer en esa especie de juego con los locutores influyentes, con los grandes grupos medi¨¢ticos. "?Por qu¨¦ le voy a dar una entrevista a un tipo poderoso y se la voy a negar a un peque?o reportero de provincias? ?Por qu¨¦ voy a acudir a una emisora l¨ªder cada vez que me llame y en cambio jam¨¢s a una peque?a radio del interior? ?Cu¨¢l es el criterio para hacer una cosa as¨ª???Mi propio inter¨¦s? Eso es ventajismo". Guardiola adopt¨® la medida nada m¨¢s hacerse cargo del primer equipo del Barcelona. Decidi¨® no conceder entrevistas personales. Someterse, por supuesto, a las ruedas de prensa, tres por semana, sin vetos ni duraci¨®n acotada, pero no pasar de ah¨ª. La decisi¨®n, controvertida y contestada por muchos periodistas que ve¨ªan despreciada su labor o su importancia, finalmente se ha impuesto como un rasgo distintivo m¨¢s.
Aunque sobre la mesa de su despacho en los campos de entrenamientos se acumulan los libros, unos enviados por las editoriales, otros por amigos, otros por los propios autores, y en los lomos alcanzas a leer obras de Marco Aurelio, Baltasar Graci¨¢n o S¨¦neca, Guardiola es un lector y un espectador bastante com¨²n, nada relamido. Se?alando la fila de libros que esperan para ser le¨ªdos, no es raro escucharle decir: "Dios m¨ªo, soy un impostor, ?cu¨¢ndo se va a dar cuenta la gente de que yo no me puedo leer todo esto?". Pero al rato se escapa a una librer¨ªa y se lleva las dos o tres recomendaciones y regalos que quiere hacer, una serie en DVD y varias pel¨ªculas. "Yo no s¨¦ lo que pensar¨¢n los que entienden, pero a m¨ª me ha encantado", es una declaraci¨®n habitual cuando sale del cine o termina una novela que le ha atrapado.
Cuando Pep era jugador, anticip¨® su salida del Barcelona a que la grada lo silbara?o el entrenador tuviera que armarse de valor para dejar en el banquillo a un s¨ªmbolo. Se quit¨® de en medio. Entonces ya estaba el plan futuro trazado. Para ser entrenador, tan solo conocer la disciplina de un equipo termina por ser una enorme limitaci¨®n. Para muchos entendidos, los entrenadores que no han sido jugadores relevantes sienten una especie de complejo y tratan de sobrepersonalizar a sus equipos, de ser m¨¢s intervencionistas, cient¨ªficos, protagonistas. Guardiola tuvo una carrera plena como jugador. La figura del futbolista como un ser privilegiado, que tiene que aprovechar esos a?os como un regalo, es algo que imprime en la mentalidad de sus jugadores. Fue adem¨¢s un capit¨¢n que aprendi¨® de capitanes fuertes, decisivos en la organizaci¨®n, gente como Zubizarreta o Alexanco, o Roberto Soloz¨¢bal en la selecci¨®n con la que ganaron los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992. Valora y propugna esa magnitud a?adida, venga desempe?ada por Puyol o por Ra¨²l.
A ratos, Guardiola es visto por la sociedad catalana como una especie de Dalai pr¨ºt-¨¤-porter, sabio prudente. Bromea con los art¨ªculos elogiosos, como si fueran un concurso de lametazos, y se pregunta si las virtudes no se transformar¨¢n en defectos cuando llegue la derrota, si los elogios no afilan las cuchillas para cuando suene la hora del deg¨¹ello. La clave es que el tiempo entre medias haya valido la pena. No en vano Amor particular, de Llu¨ªs Llach, es una de sus canciones de cabecera, el canto de agradecimiento al tiempo en el cual el amor te concedi¨® el privilegio de posarse sobre ti.
Dos d¨ªas despu¨¦s de ser eliminado en la Champions por el Inter de Mourinho, el Barcelona se jugaba la Liga del a?o pasado en el campo del Villarreal. Notaba heridos a?sus jugadores, rotos por la derrota en la competici¨®n m¨¢s ansiada. "?Qu¨¦ les digo?", se preguntaba en voz alta el entrenador a una hora de sentarse en el banquillo del Madrigal. A Guardiola le obsesiona que los mensajes motivantes sean cortos, claros, sencillos, asequibles, eficaces. Ha encargado v¨ªdeos y utilizado im¨¢genes de Youtube, se?alados esfuerzos, ideas, momentos, destellos. Todo vale para avivar el ¨¢nimo a los jugadores. Aquel d¨ªa se dirigi¨® a?sus jugadores con una sonrisa abierta. "Se?ores, yo no les puedo pedir m¨¢s. Me han dado mucho m¨¢s de lo que cualquier entrenador puede pedir a sus jugadores. Sois grandes. Gracias por todo. Solo quiero decirles una cosa. Si salimos ah¨ª fuera y perdemos y se nos escapa la Liga, no pasa nada. Absolutamente nada. Tranquilos. Mil gracias. Para m¨ª sois los campeones". El Barcelona gan¨® cuatro a cero y la Liga. En la grada estaba Valent¨ªn, el padre de Pep.
Para Pep, lo ¨²nico que compensa los ratos perdidos de disfrutar de sus tres ni?os por la dedicaci¨®n a entrenar a alto nivel tiene que ver con su padre. Desde el d¨ªa en que empez¨® a entrenar en Tercera, su padre?decidi¨® seguir los partidos y eso le da la salud, le mantiene ocupado, atento, en guardia, feliz. Su hijo quiere pensar que le ha regalado a?os de vida.
Porque perseguir la felicidad del aficionado es el empe?o de este entrenador, fan¨¢tico del Bar?a, que se mud¨® a vivir a La Mas¨ªa, centro de formaci¨®n de jugadores del club, cuando ten¨ªa 13 a?os. Para ¨¦l no hay nada m¨¢s maravilloso que a los que te regalen esa pasi¨®n, devolverles la plenitud, la euforia. Siempre que tiene ocasi¨®n lo recuerda. "Lo mejor de este oficio es que gente que tiene problemas mucho m¨¢s serios que el f¨²tbol, que vive la crisis de manera brutal o se enfrenta a dramas particulares, por un rato vibran, olvidan, celebran, gracias a este juego".
A Guardiola le gusta mucho el f¨²tbol. Y ganar, porque en eso consiste el juego. Pero hacerlo dignificando la propuesta. ?l ofrece un sistema, solo pide que conf¨ªen en ¨¦l, que sean fieles. El d¨ªa en que nota a sus jugadores poco comprometidos, ap¨¢ticos, con dudas, aunque sea tras un entrenamiento sin relevancia, es un hombre triste, desmoralizado, con ganas de dejarlo todo. Nadie deber¨ªa confundirse en esto. Es un profesional obsesivo, detallista, porque sabe que los detalles deciden. Venera el club donde trabaja y se impuso como regla no ser m¨¢s que una pieza del entramado. Cobrar su sueldo por un a?o y jam¨¢s exigir ni un caf¨¦ sin pagarlo. No aspira a ser reconocido como un adoctrinador, un gur¨², un gu¨ªa. No quiere ser nada m¨¢s que un entrenador, un buen entrenador. Lo otro, lo dem¨¢s, lo bueno y lo malo, se lo echa encima una sociedad necesitada de modelos. Quiz¨¢ hastiada de tramposos, de ventajistas, de canallas, de gente que impone valores de ego¨ªsmo, oportunismo y egolatr¨ªa, desde la tribuna privilegiada de la televisi¨®n o los medios o los negocios o la pol¨ªtica. ?l pertenece a esa sociedad. Y la dignifica, de una manera muy simple, tratando de hacer bien su faena, ayudando a hacer prosperar el sentido com¨²n desde su parcela de exposici¨®n p¨²blica. Con la misma callada dignidad con la que un buen paleta, sin que nadie mire ni aplauda, pone un ladrillo sobre el cemento.


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