Encender un libro
Este a?o, cuando los lectores regresemos a la ciudad, vamos a volver a otro planeta, en el que nos estar¨¢ esperando el libro electr¨®nico. En la playa no nos d¨¢bamos cuenta, porque desde el verano no se ve la realidad, pero una manada de palabras salvajes, provenientes de otro idioma o tal vez de otro mundo, ha entrado en el pa¨ªs, y mientras nosotros a¨²n no hemos terminado el ¨²ltimo libro de las vacaciones, ellas ya caminan en c¨ªrculos alrededor del diccionario, como fieras por delante de un gallinero: iPad, EPUB, Mobipocket, Kindle, eBook, Libranda, E-Ink... A partir de este instante, vamos a tener que elegir: o tratamos de espantarlas como a insectos, o las domesticamos. Yo me veo m¨¢s en el segundo equipo, porque ir en sentido contrario al tr¨¢fico es una manera de quedarse solo y porque me acuerdo de lo que escribi¨® el pintor Ram¨®n Gaya: ser fiel es lo contrario de detenerse. A fin de cuentas, ?qu¨¦ m¨¢s da el modo en que Poeta en Nueva York o las Odas Elementales lleguen a ti? Yo creo que cuando dentro de otros cien a?os vayan dentro de una gota de tinta m¨¢gica que al echarse en los ojos te permita leerlos como si los pensaras, ser¨¢n igual de buenos. Y, naturalmente, van a seguir haci¨¦ndose del tama?o de las circunstancias: no me digan que Neruda no hablaba en esta Oda al libro del iPad que hubiera tenido hoy: "Hermoso, / libro, / m¨ªnimo bosque, / (...) l¨¢mpara clandestina, / estrella roja, / un libro / es la victoria, / vive y cae / como todos los frutos, / no solo tiene luz, / no s¨®lo tiene / sombra, / se apaga, / se pierde / entre las calles (...)".
El deseo es seguir leyendo, al margen de tener que ir a una librer¨ªa o a una tienda de inform¨¢tica
Un libro no va a matar al otro, seguro, y los lectores seguiremos con nuestros ejemplares de papel en las manos y en nuestras bibliotecas, y cuando llegue la Feria del Libro los vamos a llevar a una caseta para que nos los firme su autora o autor; pero tambi¨¦n tendremos uno de los otros, un instrumento que nos ponga cualquier t¨ªtulo en la mano con solo apretar un bot¨®n. No quiero ni imaginarme lo que dir¨ªa de este invento alguien como Vladimir Nabokov, si cuando le preguntaron qu¨¦ era la traducci¨®n respondi¨® que "la cabeza del poeta servida en una bandeja", pero lo ¨²nico que podemos decir sobre eso es que millones de personas celebramos que se equivocara y que, gracias a su error, nosotros hayamos podido leer sus obras.
El deseo de los lectores es seguir leyendo, y eso es lo que vamos a hacer, al margen de que tengamos que ir a por las novelas o los libros de poemas que nos apetezca tener a una librer¨ªa o a una tienda de inform¨¢tica. Ojal¨¢ que el problema m¨¢s grave de todo lo que entra en la esfera digital, que es el de la pirater¨ªa y los ladrones-devotos, que son esos que dicen admirar a las mismas personas a las que roban, pueda tener remedio, y los fr¨¢giles equilibrios del mundo editorial no se rompan. Har¨¢ falta ser serios en eso, huir de la demagogia y lograr que todo el mundo se d¨¦ cuenta de que al otro lado de la cultura no hay m¨¢s que barbarie. Todo lo que no es poes¨ªa, es cajero autom¨¢tico. As¨ª de sencillo.
Yo estoy deseando que termine agosto, para volver a Madrid y encender un libro. No me digan que eso suena mal. Tendr¨¦ en mi pantalla de tinta electr¨®nica los que me apetezca leer y en su formato tradicional los que me importen, como siempre. El iPad, Kindle o lo que sea lo usar¨¦ de laboratorio y eso pondr¨¢ mi biblioteca a salvo de experimentos. Y los libros seguir¨¢n siendo el centro de mi casa. A veces, las cosas adem¨¢s de cambiar, mejoran.
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