Los talibanes amenazan la ayuda a Pakist¨¢n
Los insurgentes ponen en la mira a los cooperantes extranjeros desplazados a la zona tras las inundaciones - La ONU refuerza las medidas de seguridad
En Kalam, la crecida del r¨ªo Swat se ha llevado mucho m¨¢s que casas y negocios. Un a?o despu¨¦s de que el Ej¨¦rcito entrara a sangre y fuego para desalojar a los talibanes de ese valle del norte de Pakist¨¢n, el agua ha arrastrado tambi¨¦n la esperanza de recuperar el turismo que alimentaba a sus habitantes. Los desplazados de aquella ofensiva, que este verano hab¨ªan empezado desde cero, lo han vuelto a perder todo. Ahora, incluso la asistencia humanitaria pende de un hilo despu¨¦s de que los talibanes paquistan¨ªes amenazaran ayer a los cooperantes extranjeros. La ONU se apresur¨® a incrementar la protecci¨®n de su personal desplazado a ese pa¨ªs.
Desde que comenzaron las inundaciones, a finales de julio, no ha habido grandes problemas de seguridad en Pakist¨¢n, pero fuentes estadounidenses advirtieron la noche del mi¨¦rcoles que Tehrik-e Taliban planea ataques contra cooperantes extranjeros. Esta posibilidad fue confirmada ayer por el Departamento de Estado de EE UU. Seg¨²n de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, la ayuda ya se ha visto afectada por eventuales amenazas a la seguridad en las regiones de Baluchist¨¢n y Khyber Pakhtunkhwa.
"Sin el Ej¨¦rcito, no nos habr¨ªa llegado ninguna ayuda", dicen en el Swat
La inseguridad ya ha afectado al reparto de comida en dos provincias del norte
Ninguna zona afectada por las inundaciones est¨¢ a salvo de la amenaza de los talibanes. Situado al norte del valle del Swat, Kalam era uno de los pueblos de monta?a m¨¢s visitados de Pakist¨¢n. Hasta que a mediados de esta d¨¦cada empezaron a infiltrarse los talibanes. Para 2008, hab¨ªan logrado hacerse los due?os y se?ores. En la primavera de 2009, el Ej¨¦rcito tom¨® cartas en el asunto y durante tres meses mantuvo cerrado el valle mientras la aviaci¨®n bombardeaba los escondrijos de los insurgentes. La operaci¨®n desplaz¨® a dos millones de personas en ese distrito y los vecinos.
"Logramos romper su espina dorsal", asegura el comandante Omar, el oficial a cargo de la base que instalaron en Kalam. Aunque ¨¦l no particip¨® directamente en la ofensiva, se muestra convencido de que los habitantes de esta comarca simpatizan con el Ej¨¦rcito y se sent¨ªan oprimidos por los talibanes. Sin embargo, el hecho de que en apenas cuatro a?os los radicales islamistas lograran hacerse con el control sugiere un m¨ªnimo de apoyo local. El propio militar admite que su sistema paralelo de justicia atrajo a muchos swatis, hartos de la lentitud y corrupci¨®n del sistema judicial.
"Por supuesto que no queremos que vuelvan los talibanes", aseguran a coro varios hombres que esperan ante el punto de distribuci¨®n de alimentos que el Ej¨¦rcito gestiona en Kalam. "No hab¨ªa seguridad, los negocios se pararon y mataban a los funcionarios del Gobierno", elabora Yusef Balakor, el alcalde de Pashmal, una aldea a 12 kil¨®metros al sur de Kalam. "Tambi¨¦n quemaban las escuelas de chicas", apunta Abdul Khaliq, que es maestro y ha venido desde Utror, a 25 kil¨®metros al noroeste. Todos lo han hecho andando porque las carreteras han quedado inutilizadas.
"Sin el Ej¨¦rcito, no nos habr¨ªa llegado ninguna ayuda", subraya Balakor ante la anuencia del resto. Un poco m¨¢s lejos, donde los militares no pueden o¨ªrle, Mohammed Khan opina que hablan as¨ª porque son funcionarios. Este joven universitario asegura que la mayor¨ªa de la gente no est¨¢ contenta con la presencia de los soldados. "Mataron a muchos inocentes y causaron mucha destrucci¨®n para echar a los talibanes que hab¨ªan creado las propias agencias del Gobierno", explica, aunque reconoce que eso tampoco significa que les gusten los talibanes. Seg¨²n ¨¦l, la gente a?ora los tiempos anteriores en que el valle estaba libre de unos y de otros.
Hasta la operaci¨®n del a?o pasado, el Ej¨¦rcito nunca hab¨ªa entrado en el distrito. El antiguo principado de Swat solo se integr¨® plenamente en Pakist¨¢n a principios de los setenta y mantuvo algunos privilegios como la exenci¨®n de impuestos o el mantenimiento de una milicia local.
"No nos recibieron con los brazos abiertos", admite otro oficial que no se identifica. "Al principio no distingu¨ªamos entre terroristas y locales, pero luego la gente empez¨® a ayudarnos", relata confirmando la teor¨ªa del guerrillero accidental de David Kilcullen. Este analista defiende que muchas poblaciones, pilladas entre los dos fuegos de una insurgencia organizada y con reglas claras y un Estado central poco efectivo, tienden apoyar a aquella aunque no necesariamente compartan su ideolog¨ªa extrema.
El Ej¨¦rcito ha entendido la importancia de negar esa posibilidad a los talibanes y, a diferencia de de otras zonas, en Swat ha establecido una presencia visible y estable. De ah¨ª que al producirse las riadas, los militares hayan sido los primeros en asistirles. Para atender a los habitantes de Kalam y sus alrededores (150.000 de los 800.000 paquistan¨ªes que, seg¨²n datos oficiales, a¨²n siguen incomunicados por carretera) han establecido un puente a¨¦reo con helic¨®pteros desde Gulibah, 80 kil¨®metros al sur.
Significativamente, ocho de los 19 aparatos que EE UU ha prestado a Pakist¨¢n para las tareas humanitarias est¨¢n asignados al traslado de alimentos y personas en ese trayecto. Y a muchos paquistan¨ªes no se les escapa el detalle.
"El Ej¨¦rcito est¨¢ haciendo un buen trabajo", concede Mohamed Jamil, que estaba fuera cuando se produjo la crecida del r¨ªo y regresa preocupado por la situaci¨®n de su familia. ?Y qu¨¦ le parece el haber podido volver a su casa gracias a los marines estadounidenses? ?No odian los paquistan¨ªes a Estados Unidos? Jamil se r¨ªe con ganas antes de contestar: "As¨ª sol¨ªa ser, pero lo que est¨¢n haciendo es bueno".
La posibilidad de que las percepciones puedan cambiar como resultado del apoyo humanitario a los afectados por las inundaciones parece estar detr¨¢s de la amenaza talib¨¢n. Un portavoz de ese grupo calific¨® ayer de "inaceptable" el trabajo de los cooperantes extranjeros en Pakist¨¢n, a los que acus¨® de tener otros objetivos distintos de la asistencia.
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