Dos no se infectan si uno no quiere
La condena a una cantante por no decir a una pareja que ten¨ªa VIH reabre el debate entre el derecho a la privacidad y a la salud
Una cantante alemana, Nadja Benaissa, ha sido condenada a dos a?os de prisi¨®n por no informar a tres amantes de que est¨¢ infectada por el VIH, el virus que causa el sida. La mujer fue denunciada por su ex agente, con quien se acost¨® cuando ten¨ªa 17 a?os. Es la ¨²ltima persona de la que se sabe que ha sido condenada por transmitir el VIH. Pero no es la ¨²nica. Desde 1980, cuando se detect¨® el virus, ha habido numerosos procesos.
Y, lo que parece que es jurisprudencia mayoritaria, implica que una persona con VIH debe avisar a sus parejas de que est¨¢ infectado. De hecho, en ese principio se basan las sentencias que ha habido hasta ahora, y no solo en Alemania.
La abogada Montserrat Mirabet, que asesora al Observatorio de Derechos Humanos de la Red2002, una confederaci¨®n de organizaciones de infectados y afectados por el VIH que se puso en marcha con motivo de la Conferencia Mundial sobre el Sida de Barcelona 2002, aporta dos sentencias como ejemplos. En una, de 1996, un hombre fue condenado a un a?o de c¨¢rcel y a pagar 10 millones de pesetas (60.000 euros) a una mujer con la que tuvo relaciones sin avisarle de que ten¨ªa el VIH y sin tomar precauciones. De ellos, mill¨®n y medio eran por la transmisi¨®n en s¨ª, el resto, en prevenci¨®n al futuro da?o que la persona infectada pod¨ªa esperar, sobre todo teniendo en cuenta que en aquella ¨¦poca se trataba de una infecci¨®n que ten¨ªa una evoluci¨®n muy grave. En la otra, de 1995, se condena a una mujer a seis a?os de prisi¨®n y a pagar 100.000 euros a un hombre.
La ONU defiende que no se persiga legalmente a quien transmite el virus
En Espa?a no avisar puede ser castigado como un delito de lesiones
No es lo mismo una relaci¨®n de una noche que una estable
En Espa?a se calcula que hay unas 3.000 infecciones al a?o
Las dos "son de los noventa, pero seguro que hay otros casos en los tribunales de primera instancia", afirma Mirabet. Otra cosa es que, teniendo en cuenta lo que se sabe ahora de la infecci¨®n y de las posibilidades de los tratamientos -que, aunque no curan, reducen mucho los efectos del virus, hasta el punto de que en los pa¨ªses ricos se habla ya sin tapujos de la enfermedad como de una dolencia cr¨®nica-, las condenas que se puedan poner ahora sean menores. Pero, en cualquier caso, "la base jur¨ªdica est¨¢ clara: se trata de un delito de lesiones", afirma la abogada.
Pero el debate -y la inquietud de los afectados y quienes temen que este tipo de sentencias aumenta la persecuci¨®n y la marginaci¨®n de los infectados- no se cierra con una sentencia. "En este asunto entran en conflicto dos derechos: el de la intimidad del infectado, y el de la salud de su pareja". Y, en caso de conflicto, el segundo debe prevalecer, indica Mirabet. ?Quiere eso decir que hay que estar contando al primero con el que uno se acuesta, y en cualquier caso, el estado de salud? Aqu¨ª la abogada establece un primer matiz: "Hay que tomar precauciones para no infectar, pero no hay que avisar", dice, trazando una fina l¨ªnea.
Pero esta claridad encuentra enseguida matices, porque si no hay dos personas iguales, menos lo son las relaciones sexuales, en las que intervienen por lo menos dos personas. Fuentes jur¨ªdicas coinciden en que "si hay transmisi¨®n deliberada, hay delito", pero advierten de que eso es muy dif¨ªcil de demostrar, y, m¨¢s a¨²n, de identificar al transmisor. Y se?alan que la v¨ªa judicial no debe ser la soluci¨®n para estos casos. Si todo el que se infecta fuera a juicio, eso supondr¨ªa m¨¢s de 3.000 pleitos al a?o en Espa?a.
Y en estos casos hay un factor que "parece que nadie ha tenido en cuenta", afirma Mirabet: que el derecho a la salud "a quien primero obliga es a uno mismo". Es decir, que si tener una relaci¨®n m¨¢s o menos estable con alguien y no decirle que se tiene VIH es "una muestra de falta de confianza o de ¨¦tica en las relaciones personales", tampoco la otra persona deber¨ªa sentirse solo v¨ªctima. "Estaba en su mano preguntar o tomar medidas, por si acaso, sobre todo al principio", dice la abogada.
En este equilibrio entre dos derechos (intimidad y salud) se plantea otra pregunta: ?debe tratarse igual a una persona que no le dice a otra que est¨¢ infectada por miedo, por verg¨¹enza, o por otras causas, o si lo oculta a prop¨®sito con ganas de hacer da?o? El responsable del Plan Nacional de Sida espa?ol, Tom¨¢s Hern¨¢ndez, lo tiene claro: "La ONU dice que no se debe perseguir la transmisi¨®n accidental". "Y la transmisi¨®n intencionada es excepcional", a?ade r¨¢pidamente.
Adem¨¢s, el tema tiene m¨¢s matices. La presidenta de la Coordinadora Estatal de VIH-sida (Cesida), la mayor organizaci¨®n de su campo en Espa?a, Udarriaga Garc¨ªa, cree que no es lo mismo ocultar el estado en una relaci¨®n estable que en una espor¨¢dica. En el primero de los casos, "si me acuesto con alguien sabi¨¦ndolo y no pongo barreras o no se lo digo tengo m¨¢s responsabilidad", dice Garc¨ªa. En ese caso parece claro que informar a la otra parte es un "imperativo ¨¦tico", apunta Mirabet. "No comunicarlo es un abuso de confianza, y debe haber una protecci¨®n legal para la persona a la que no se ha dado informaci¨®n", a?ade el coordinador del Observatorio de Derechos Humanos de la Red2002 Joan Bertran.
Otra cosa es qu¨¦ sucede en relaciones espor¨¢dicas, de una noche. Aqu¨ª es m¨¢s dif¨ªcil que los expertos sean tajantes. "Hay demasiados factores", indica la presidenta de Cesida. "?D¨®nde est¨¢ la responsabilidad de cada uno?", se pregunta. "Es dif¨ªcil manejar el momento, hacer balance entre el placer y el riesgo para uno o para los dem¨¢s", indica. Y hay otros elementos, como que se haya tomado alcohol o alguna droga antes, durante o para establecer la relaci¨®n. U otros condicionantes. "Pongamos un caso como el m¨ªo. Crec¨ª en una familia cat¨®lica, en un entorno en el que me explicaron que era culpa m¨ªa tener el VIH, que me lo hab¨ªa ganado", dice Udarriaga Garc¨ªa. Obviamente, se?ala Garc¨ªa, quien no haya hecho "el proceso que hice yo para no pensar que soy una cabrona por tener el virus" puede tener m¨¢s dif¨ªcil comunicarle a una pareja su situaci¨®n, indica.
Por eso cree que criminalizar a personas que hayan podido tener relaciones sin protecci¨®n sabiendo que son seropositivas no ayuda. "De haberla encarcelado ser¨¢ como retroceder 15 a?os", afirma. Esa palabra, criminalizaci¨®n (que afecta al transmisor) es la que m¨¢s preocupa a los activistas. Y a los juristas. "El C¨®digo Penal no puede ser la soluci¨®n", indican fuentes jur¨ªdicas consultadas.
Bertran recuerda en primer lugar que "Onusida es tajante en que no se debe criminalizar la transmisi¨®n. Puede ser perjudicial no solo para las personas, sino para las campa?as de Salud P¨²blica, ya que fomentar¨¢ el miedo, el estigma de los afectados y la discriminaci¨®n".
El secretario del Plan Nacional sobre el Sida, Tom¨¢s Hern¨¢ndez, coincide. Claro que cuando Hern¨¢ndez habla de criminalizaci¨®n no lo hace en sentido figurado. Se refiere a una persecuci¨®n policial, como a los criminales. En concreto, a que haya leyes que fijen una figura penal espec¨ªfica para quien transmita el VIH. Es a eso a lo que se opone Onusida. Y a?ade otra consideraci¨®n: "Sobre todo cuando se oculta la situaci¨®n [de infectado] por miedo". "En ese caso est¨¢ clar¨ªsimo" que no puede perseguirse el no decirlo, dice.
Jugando a la justicia-ficci¨®n, se plantean muchos aspectos que quiz¨¢ son los que ha tenido en cuenta el tribunal alem¨¢n para condenar a Nadja a solo dos a?os de c¨¢rcel que no tendr¨¢ que cumplir. La mujer tuvo relaciones con su agente, y su futura carrera musical depend¨ªa de este. Es solo un ejemplo de las muchas situaciones en las que una persona puede preferir callar y confiar en que no va a pasar nada (miedo a ser rechazado, a perder un trabajo, a quedarse sin pareja).
Otra cosa, se?ala Hern¨¢ndez, es lo que ¨¦l denomina "criminalizaci¨®n social". ?l caracteriza esta actitud por "intentar buscar la soluci¨®n a las infecciones en los tribunales, hacer juicios paralelos en los medios, tratar a los infectados como posibles criminales y cargarlos de connotaciones morales negativas". "Esto desde luego ser¨ªa un paso atr¨¢s; dificulta la prevenci¨®n y promueve el miedo y el estigma", afirma Hern¨¢ndez. Por eso ¨¦l cree que, m¨¢s que llevar los casos -salvo que haya mala intenci¨®n- a los tribunales, lo que hay que hacer es "lo que se sabe que funciona: potenciar la prevenci¨®n, hacerse la prueba, luchar contra la discriminaci¨®n y defender los derechos humanos".
Adem¨¢s, por si la situaci¨®n no fuera lo suficientemente complicada, la presidenta de Cesida destaca que cada vez se encuentra m¨¢s casos de personas que se acogen a lo que ella llama "la declaraci¨®n de Suiza". Se refiere Udarriaga a que las autoridades sanitarias de ese pa¨ªs fueron las primeras, hace ya tres a?os, en indicar que el riesgo de transmisi¨®n del VIH a partir de una persona que toma la medicaci¨®n y tiene su infecci¨®n controlada (lo que t¨¦cnicamente se llama con carga viral indetectable, es decir, sin virus circulante en la sangre) era pr¨¢cticamente nulo. Una afirmaci¨®n que este a?o ha sido confirmada por estudios aparecidos en The Lancet y en el British Medical Journal, este ¨²ltimo con datos espa?oles. ?Habr¨ªa que avisar tambi¨¦n entonces, cuando no hay riesgo apreciable de transmisi¨®n?
Es uno de los modernos retos de la prevenci¨®n. "Una mujer que yo conozco decidi¨® despu¨¦s de m¨¢s de 10 a?os casada aplicarse la declaraci¨®n de Suiza. Lo habl¨® con su marido y ¨¦l dej¨® de usar preservativo. Despu¨¦s de tanto tiempo, estaban hartos. Llevan as¨ª tres a?os; ¨¦l se hace la prueba cada seis meses y todo va bien", dice. "Pero cuando lo cont¨® en su hospital la miraron como si fuera una asesina en potencia".
Bertran cree que, de todos los comportamientos posibles, la frontera est¨¢ "en el dolo [legalmente, la mala intenci¨®n]". "El asunto est¨¢ sin resolver", admite. Adem¨¢s, el activista apunta a otro aspecto que, aplicando este tipo de pol¨ªticas represivas, podr¨¢ ser sancionable. "?Qu¨¦ pasa con quien transmite el virus porque se ha negado a hacerse la prueba? ?Esa persona tambi¨¦n tiene responsabilidad?".
Para Bertran, adem¨¢s, que se haga p¨²blico un caso de transmisi¨®n de VIH y no los de otras enfermedades es una prueba m¨¢s de que el caso del sida todav¨ªa despierta muchos morbos y muchos recelos. "?Qu¨¦ pasa con otras enfermedades tan o m¨¢s graves actualmente como la hepatitis C?", se pregunta.
La abogada Mirabet coincide en que el VIH se trata de una manera especial, pero recuerda que las leyes que sancionan la transmisi¨®n de enfermedades son, en Espa?a, anteriores a la aparici¨®n del virus. "Se dictaron para tratar las enfermedades ven¨¦reas", aclara.
En lo que todos coinciden es en que se trata de un problema "que no est¨¢ resuelto", "que hay que debatir". "Hay mucho miedo, mucho estigma, muchos prejuicios, y faltan herramientas para que una persona pueda comunicar su seroestatus a la pareja", dice Bertran.
En medio de todas las dudas que el tema suscita, hay, al final del discurso de todos los consultados, un punto de acuerdo: "No se puede descargar la responsabilidad en exclusiva en la persona con VIH. El otro miembro de la pareja tambi¨¦n la tiene, sobre su salud y la de los dem¨¢s. Por eso a m¨ª me gusta hablar de corresponsabilidad", zanja el responsable del Plan Nacional sobre Sida. La palabra la repiten como un mantra Bertran, Udarriaga y Mirabet. Porque la prevenci¨®n es cosa de dos, y, como se?ala Udarriaga, no parece muy coherente "tener relaciones sin precauci¨®n y luego pedir explicaciones".
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