El carnicero sin miedo
Un peque?o comerciante de Ceuta vive acosado y con protecci¨®n policial despu¨¦s de sufrir varios atentados por haberse enfrentado a la mafia del barrio del Pr¨ªncipe
Las llamas en las que arde un coche robado iluminan la noche del Pr¨ªncipe, un barrio marginal levantado durante el franquismo a las afueras de Ceuta. Est¨¢ cerca de la frontera, o lo que es lo mismo, alejado de Dios, como les gusta decir a los que viven aqu¨ª. Los bomberos cruzan el puente del Quemadero, un lugar infestado de basura, enfilan una cuesta empinada a toda velocidad con las sirenas encendidas, pero al llegar all¨ª una lluvia de piedras como pu?os les da la bienvenida. Lo mismo le ocurre a la polic¨ªa cuando una llamada les alerta de un tiroteo.
En una plazoleta situada en el coraz¨®n de este barrio se encuentra la carnicer¨ªa de Mohamed Ahmed Sel-Lam, un hombre de 52 a?os conocido como El Vasco. Hace tiempo, cuando viv¨ªa en Euskadi, se paseaba por Ceuta pidiendo donativos para levantar all¨ª una mezquita. De ah¨ª su apodo. Con sus manos robustas ha despedazado m¨¢s de 100.000 corderos. Esta ma?ana trocea un pollo que le ha pedido una se?ora con velo. Al salir de la tienda, la mujer tiene que esquivar a cuatro polic¨ªas que franquean la puerta. Un furg¨®n corta salvajemente el paso. Unas calles m¨¢s arriba, otros tres polic¨ªas vigilan el acceso a la plaza. A El Vasco quieren verlo muerto.
Su calvario comenz¨® cuando un sobrino suyo, ex presidiario, tuvo un enfrentamiento con otros j¨®venes del barrio
Sodia, desterrado de Ceuta hasta 2013, asegura que ¨¦l no tiene nada que ver con los atentados
Ha sufrido dos ataques en los que acab¨® con 12 disparos, y su hermano, tras ser tiroteado, estuvo a punto de morir
"Es buen chico, aunque algunas veces se ha equivocado", le defiende su padre, un jardinero ciego
En el ¨²ltimo a?o le han quemado tres veces el negocio, ha recibido 14 disparos en las dos emboscadas que ha sufrido, su hermano ha estado a punto de morir por dos tiros pegados por la espalda y la familia ha recibido amenazas. La jueza del juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 1 de Ceuta le ha puesto protecci¨®n durante las 24 horas del d¨ªa.
Hijo de un militar de origen musulm¨¢n, El Vasco es un tipo rebelde que no se pliega a nada. No se calla. En un barrio donde la gente rehuye los problemas, donde han matado a gente a plena luz del d¨ªa y ha sido imposible encontrar un testigo, El Vasco habla. Demasiado, seg¨²n muchos de por aqu¨ª. Su calvario comenz¨® cuando un sobrino suyo, Mohamed Larbi, un chico problem¨¢tico, ex presidiario, tuvo un enfrentamiento con otros j¨®venes del Pr¨ªncipe. El sobrino recibi¨® amenazas, y el carnicero dijo que a un familiar suyo nadie le tocaba un pelo. El caso es que ah¨ª comienza el enfrentamiento entre El Vasco y una pandilla de pistoleros que le ha obligado a vivir recluido.
"Matan cuando quieren, cortan extremidades cuando se les antoja, torturan a la gente. Nadie se atreve a denunciarlos. Yo s¨ª. Nunca he tenido miedo. Ellos controlan el Pr¨ªncipe. Defend¨ª a mi sobrino porque se dec¨ªa que quer¨ªan matarle por problemas entre ellos. Yo dije que no, que no lo iba a permitir. Eso seguramente me cueste la vida".
El Vasco levanta las manos mientras habla y deja ver un dedo mutilado que perdi¨® faenando en la mar. La clientela de la carnicer¨ªa se ha acostumbrado a la presencia de la polic¨ªa ("buenos d¨ªas", saludan al entrar). Y El Vasco contin¨²a relatando: "Detr¨¢s de todo esto est¨¢ Tafa Sodia, el mayor mafioso de Ceuta. Hace una llamada a sus secuaces y ellos act¨²an". Sodia, de 36 a?os, es una leyenda en el Pr¨ªncipe, agrandada por el hecho de que est¨¢ desterrado. Tiene prohibida la entrada en la ciudad hasta 2013 por obstrucci¨®n a la justicia durante la investigaci¨®n de un asesinato.
Los ataques empezaron la noche del 22 de abril de 2009. Alguien verti¨® en el local del carnicero un l¨ªquido inflamable que hizo arder parte del negocio. No protest¨®. Simplemente abri¨® el local y a continuaci¨®n limpi¨® como pudo las cenizas, los frigor¨ªficos abrasados. Sab¨ªa qui¨¦n lo hab¨ªa hecho y por qu¨¦. No contentos con eso, a las 24 horas le volvieron a incendiar la parte que no hab¨ªa quedado da?ada.
"Entonces pens¨¦ que mi trabajo es sagrado. Es mi negocio, mi vida. No pod¨ªa soportarlo m¨¢s". El carnicero denunci¨® a Ahmed Abdela Ahmed, alias Dumbo. El Vasco est¨¢ seguro de que detr¨¢s del incendio estaba Tafa Sodia. Que Dumbo no era m¨¢s que un chico que cumpl¨ªa sus ¨®rdenes.
Casi un mes despu¨¦s, el carnicero estaba aparcando su coche cuando le dispararon por la ventanilla. Recibi¨® dos disparos, uno en cada pierna, que no revistieron gravedad. Dumbo fue detenido como presunto autor del ataque. El juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 2 de la ciudad ha imputado al chico, que se encuentra en libertad con cargos y con una orden que le proh¨ªbe acercarse a El Vasco. Algo complicado en un barrio tan peque?o como este, de mayor¨ªa musulmana y en el que viven unas 15.000 personas.
Esta es la vida subterr¨¢nea en el Pr¨ªncipe Alfonso, como se conoce al lugar en el callejero. Temprano, una ristra de mujeres espera en la parada un autob¨²s que les lleve al centro de la ciudad. All¨ª acuden a trabajar como empleadas del hogar. El centro es limpio. Tiene amplias avenidas, un bonito puerto, restaurantes y hoteles lindos. Pasadas las siete, las se?oras vuelven en el viejo colectivo a la realidad, a su barrio. Paro, criminalidad, tr¨¢fico de drogas y escasa escolarizaci¨®n. Se dice con malicia que los pol¨ªticos solo suben al Pr¨ªncipe cada cuatro a?os, en ¨¦poca electoral, para repartir pasteles y banderitas.
En este ambiente han crecido todos los protagonistas de esta historia. Con el primer tiroteo, la guerra entre El Vasco y la supuesta gente de Sodia no hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar. El hermano peque?o de Tafa Sodia, Abdelkader, recibi¨® cinco disparos en las piernas. En su propia casa, a quemarropa, al abrir la puerta. Horas m¨¢s tarde, Mohamed Larbi, sobrino de El Vasco, fue detenido por este hecho.
El carnicero comenz¨® a vigilarse bien las espaldas. O¨ªa pasos. Miraba las manos de los que entraban en el negocio por si iban armados. A¨²n as¨ª le tendieron una emboscada cuando iba montado en un coche. Un individuo que ocultaba su rostro le dispar¨® hasta 12 veces en las piernas. No quiso matarlo. Porque lo tuvo de frente y pudo hacerlo. Era solo un aviso. La investigaci¨®n de este tiroteo se encuentra bajo secreto de sumario, pero se sabe que fue detenido Abdil Ahmed Abdesellan, conocido como Super, acusado de empu?ar el arma esa tarde.
As¨ª se solucionan los problemas en el barrio, donde rige la ley del silencio. Nadie ha visto nada, nadie sabe nada. En un a?o ha habido ocho tiroteos. Ning¨²n testigo. Solo est¨¢ la v¨ªctima con su plomo dentro que denuncia a un pistolero. No hay pruebas en la mayor¨ªa de los casos. La palabra de uno contra la del otro.
"El caso de El Vasco es tremendamente dif¨ªcil. Puede llevarnos un tiempo investigarlo todo, pero estamos en ello", cuenta en su despacho Jos¨¦ Manuel Caama?o, jefe de la Brigada Provincial de Polic¨ªa Judicial de Ceuta. Encontrar testigos es complicado, los implicados se denuncian unos a otros y todo acaba en un tremendo embrollo. Algunos implicados cruzan la frontera y no se les vuelve a ver el pelo. Los investigadores eluden pronunciarse sobre qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de los atentados por formar parte del secreto de la investigaci¨®n. "Apenas estamos tirando del hilo". El temor de la polic¨ªa es que estas escaramuzas desemboquen en alg¨²n asesinato.
Por eso la polic¨ªa protege a El Vasco d¨ªa y noche. Precisamente en un lugar donde suelen ser recibidos a pedradas. A las tres de la tarde, el carnicero comienza a guardar los cuchillos, limpia la pila y deja el negocio en manos de un familiar. En la puerta sigue el furg¨®n policial, rodeado con mucha naturalidad por vendedores ambulantes que ofrecen sardinas, fruta y reposter¨ªa ¨¢rabe. Escoltado, deja el barrio caminando con una leve cojera en direcci¨®n a un piso secreto. La pareja lleva un mes exiliada del Pr¨ªncipe por la seriedad de las amenazas. El carnicero no est¨¢ solo. Le acompa?a F¨¢tima, su esposa, una mujer razonable que asegura estar viviendo una situaci¨®n insoportable.
El Vasco habla de camino a su escondite: "Me han echado de mi barrio. Nac¨ª aqu¨ª, aqu¨ª nacieron mis hijos. Y tengo que irme. Han logrado destruirnos por haber levantado la voz contra ellos. Menos mal que ahora me han puesto protecci¨®n, porque durante un a?o he estado desvalido, por la justicia y por la polic¨ªa. ?Sabes por qu¨¦? Muy f¨¢cil: esta es una guerra entre moros y no le importa a nadie".
El nombre de su supuesto enemigo, Tafa Sodia, es un tab¨² en el barrio. "No vamos a decir nada sobre eso", zanja una cuadrilla de obreros j¨®venes. Bajando la cuesta del Quemadero se llega a una mezquita levantada sobre unos terrenos militares. Un jardinero anciano, pero de movimientos ¨¢giles, siega la yerba que crece en la ladera del templo. No se extra?a cuando se le pregunta por Sodia, cuyo verdadero nombre es Mustafa Ahmed: "Se ha equivocado muchas veces en la vida, pero no es el mafioso que la gente dice". ?C¨®mo lo sabe? "Soy su padre". Alba?il de profesi¨®n, habla con su hijo de vez en cuando por tel¨¦fono, aunque desde que cumpli¨® 18 a?os dice que no le da consejos. "Lo que sea bueno para ¨¦l, lo que sea malo tambi¨¦n. Que haga lo que quiera". Y remata: "Yo con El Vasco no tengo problemas, somos amigos, vecinos, de toda la vida. Lo que haya entre el carnicero y mi hijo que lo resuelvan". No ha dejado ni un momento de barrer hojas ca¨ªdas. Tras un silencio, pregunta: "?D¨®nde est¨¢s? Es que soy ciego y si no hablas no te veo".
Tafa Sodia ha declarado en varias ocasiones en relaci¨®n con los atentados que ha sufrido carnicero y su familia. Asegura que no tiene nada que ver con el caso. Que lleva a?os fuera de Ceuta, y acusa a un primo de El Vasco de ser el mayor traficante de droga de Ceuta. Por ahora todas las denuncias presentadas por el carnicero contra Sodia han sido archivadas.
Su nombre, no obstante, estar¨¢ ligado para siempre a uno de los hechos m¨¢s c¨¦lebres ocurridos en el Pr¨ªncipe, la muerte violenta de Mohamed Mohamed Sedik, El Kimbi. Ocurri¨® el ¨²ltimo d¨ªa de 1999: "Fue cerca de la iglesia, donde matan a todo el mundo. Hab¨ªa muchos testigos, pero a la hora de la verdad, en el juicio, nadie hab¨ªa visto nada. Mi hermano traficaba con hach¨ªs. Se lo quitaron de en medio". Lo cuenta Malika Kimbi, hermana del muerto. Luch¨® para que se hiciese justicia. Se enfrent¨® a los supuestos asesinos. Cinco personas fueron acusadas del crimen, entre ellas Tafa Sodia por inductor. Pero el Tribunal Supremo lo absolvi¨® por falta de pruebas. Fue condenado, en cambio, por obstrucci¨®n a la justicia y amenazas a la familia de Kimbi, lo que le cost¨® cinco a?os de destierro.
En su ausencia, los d¨ªas de plomo han continuado en el Pr¨ªncipe. Los ajustes de cuentas son frecuentes en esta barriada. El hermano de El Vasco, Abdelmalik, recibi¨® dos disparos, uno en la espalda y otro m¨¢s grave en la femoral, que a punto estuvieron de llev¨¢rselo al otro barrio. A su sobrina le alcanzaron en el brazo. En la puerta del cafet¨ªn Mohito ha habido otros dos tiroteos sin relaci¨®n con este asunto. Testigos, muy pocos.
"Esta guerra tiene que acabar. Tuve que hacer el petate y largarme del Pr¨ªncipe. ?Qu¨¦ m¨¢s quieren?", se pregunta desesperado El Vasco, oculto en una vivienda.
Lo mismo ocurre con Tafa Sodia. Exiliado, solo regres¨® a Ceuta hace dos meses para asistir a un juicio en el que estaba acusado de participar en una emboscada. En 1997. En el Pr¨ªncipe, claro.
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