En la penumbra de Jos¨¦ Hierro
En estos tiempos de poetas felices la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo en Santander ha celebrado un encuentro dedicado a Jos¨¦ Hierro a los ocho a?os de su muerte.
Por m¨¢s que hubiera razones para abordar su relaci¨®n con la ciudad y la bella bah¨ªa que le ofrece la primera imagen del s¨ªmbolo del mar, record¨¦ uno de los cursos que dirig¨ª en los ¨²ltimos meses de su vida acerca de la poes¨ªa en los a?os cincuenta. En el coloquio que sigui¨® a la clausura del mismo por Jos¨¦ Hierro, una joven hispanista lo anim¨® a admitir si el t¨ªtulo de su libro Alegr¨ªa, premio Adonais de 1947, se deb¨ªa a una celebraci¨®n festiva, siendo su contestaci¨®n parad¨®jica, "se?orita o se?ora, yo estaba en la c¨¢rcel, como comprobar¨¢ con la lectura del primer verso 'llegu¨¦ por el dolor a la alegr¨ªa". Como era de esperar, la hispanista no qued¨® satisfecha, insistiendo en "por qu¨¦, entonces, llam¨® Alegr¨ªa a tal libro escrito por un preso". Hierro zanj¨® el debate con un contundente "?justamente por esa raz¨®n, se?orita, porque estaba en la c¨¢rcel!".
Una edici¨®n de las 'Poes¨ªas Completas' conmemora el octavo aniversario de la muerte del poeta
Aunque no faltan actos l¨²dicos de vino y flores para recordarlo, pues Jos¨¦ Hierro en "sociedad" era una fiesta, la reciente edici¨®n de las Poes¨ªas completas del poeta, prologada y anotada respectivamente por dos profesores poetas, Julia Uceda y Miguel Garc¨ªa-Posada, expone documentalmente por primera vez el periplo del muchacho de 17 a?os Jos¨¦ Hierro Real por las c¨¢rceles franquistas desde el 3 de septiembre de 1939. Fue procesado y condenado por un tribunal militar a 12 a?os y un d¨ªa, condena que, finalmente, qued¨® reducida a cuatro a?os y seis meses, obteniendo la libertad en 1944, pasando a un periodo de libertad vigilada hasta 1951 y privado de pasaporte hasta el a?o 1961.
"?C¨®mo se puede no hablar de todo aquello?", escribe a?os despu¨¦s. Cuando Hierro declara en las primeras apariciones antol¨®gicas que "el poeta es obra y art¨ªfice de su tiempo (porque) el signo del que le toc¨® vivir es colectivo"; y lo reitera en 1962 al asegurar que "el poeta vive en un medio que es su tiempo hist¨®rico... zarandeado por los hechos, igual que los dem¨¢s hombres", alude a la experiencia compartida con cientos de miles de compatriotas, incluido su padre, Joaqu¨ªn Hierro Gimeno, del partido de Manuel Aza?a, encarcelado desde 1937 hasta 1941.
En un "auto" del 12 de agosto de 1942 que recuerda Julia Uceda, Hierro hijo es acusado de pertenecer al Partido Comunista y a la organizaci¨®n del Socorro Rojo Internacional. Se le aplic¨® el C¨®digo de Justicia Militar y fue acusado en juicio sumar¨ªsimo por auxilio a la rebeli¨®n: "Ya ha pasado el tiempo y ¨¦l ha muerto. Y han muerto muchas gentes que estuvieron en una situaci¨®n semejante o peor. Y los dem¨¢s envejecimos".
La mano compasiva que esto expresa es una m¨¢s entre las de tantos escritores y artistas en situaci¨®n extrema en aquel tiempo -Miguel Hern¨¢ndez, Lorenzo Aguirre, Marcos Ana, Germ¨¢n Bleiberg, Cipriano Rivas Cherif o Eduardo Rinc¨®n- que nombran tanto la vida como el reino de los muertos, actividades de car¨¢cter sagrado cuando convocan fatalmente la herida del destino: "Cuando se hallaba el mundo... Cuando las ramas opulentas... Cuando eran pena y alegr¨ªa", escribe en el poema Entonces de Tierra sin nosotros. Alumbra con la m¨²sica una curiosa orfandad engendradora ("pero ya todo / se vino a tierra una ma?ana. / Lo devast¨® un viento glorioso, / se desbord¨® un d¨ªa la vida, nos torn¨® locos") empe?ado en mostrarse autodidacta ("y les pusimos a las cosas / nuevos nombres"), sobreviviente ("hemos cantado temblorosos / por la alegr¨ªa de estar vivos"), pedag¨®gico ("aquel que ha sentido en sus manos una vez temblar la alegr¨ªa no podr¨¢ morir nunca").
Imposible no detectar en la simple lectura de estos versos la transmutaci¨®n del carb¨®n encendido de la crueldad que alimenta su son m¨¢s exquisito. En esa fragua se gesta la m¨²sica conjurada como catarsis, expulsada en su vivencia infernal y por ¨²ltimo integrada como belleza en acto de conciencia. En esa traves¨ªa la l¨ªrica popular y el modernismo y simbolismo le acompa?an en el acto de convertir el alarido en b¨¢lsamo.
Su mejor lectora y amiga, Aurora de Albornoz, no por casualidad ni?a de exilio y alumna en Puerto Rico de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, marca el origen de la pesadilla en el poema Pasos del libro inaugural Tierra sin nosotros ("Si ellos estuvieran muertos / si yo supiera de fijo / que ya se hab¨ªan borrado / para siempre de la tierra"), que se resuelve en los ¨²ltimos libros con la integraci¨®n de los recuerdos.
Nuestro idioma, que levanta de mil maneras acta de la historia vivida, no ser¨¢ el mismo desde que el poeta instaure un horizonte de belleza imprevisto a partir de aquella mutaci¨®n inicial ("estaba / tan olvidado todo! / Pero esta noche...") desde que Hierro canta lo largamente silenciado como modo de resistencia y besa a ese fantasma que deambula por la escena espa?ola en tierra "cumplida de sombra", leemos c¨®mo se vence a la muerte a¨²n sucumbiendo. Alegr¨ªa que las palabras conquistan cada instante, capaces de reparar la fisura pendiente.
Fanny Rubio es catedr¨¢tica de Literatura Espa?ola de la Universidad Complutense de Madrid.
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