Lo malo de lo ¨®ptimo
Un a?o m¨¢s, parece que deberemos abandonar cualquier esperanza de que, tras la en¨¦sima "ejemplar" gesti¨®n de dispositivo contra el fuego, venga un debate verdaderamente ejemplar sobre cu¨¢nto seguimos haciendo mal o peor de lo debido. En vez de recuperar el tiempo perdido discutiendo cuestiones que sirvan para algo, ya se disputa un nuevo campeonato gallego de simplezas. Al frente, y claramente destacado, marcha aquel candidato Feijo09 que corr¨ªa animoso a retratarse con el fuego y la manguerita y ahora es este presidente Feij¨®o que no se acerca al monte ni para correr. Como Salom¨®n, divide a Galicia en dos con la espada flameante de su dial¨¦ctica justiciera. O se est¨¢ con quien apaga, o se pone uno del lado de quien prende, sentencia, pese a no predicar precisamente con el ejemplo y haberse pasado el verano guardando cuidadosamente las distancias con las brigadas en primera l¨ªnea.
El PP brinda la ocasi¨®n para afrontar los dilemas sobre la financiaci¨®n privada de lo p¨²blico
S¨®lo Monte P¨ªo sabe la utilidad de semejante l¨ªnea argumental o el grado de delirio al que puede conducirnos disputar en el pa¨ªs un partido de brigadistas mal equipados contra incendiarios que s¨®lo existen en verano y cuando se ocupa el poder. Ya lanzado, su alma de tertuliano pudo m¨¢s que su prudencia de presidente. Una inoportuna selecci¨®n de adjetivo en una rueda de prensa ha permitido a la oposici¨®n acusarle de falta de respeto a los muertos. Un cargo desproporcionado que confunde la credibilidad de las merecidas cr¨ªticas respecto a un dispositivo contraincendios chapucero en su gesti¨®n, cutre en sus medios e improvisado en su dise?o, acaso porque todos los gobiernos tienden a pensar que los incendios son algo que le pasa a los otros. Esta temporada nos han ayudado una climatolog¨ªa pudorosa y los restos de la herencia dejada por el doloroso aprendizaje del bipartito. El a?o que viene, la humedad, el viento o los incendiarios dir¨¢n, como de costumbre.
Constatada la imposibilidad de extraer lecciones de lo quemado, tal vez convenga concentrar esfuerzos en no perder m¨¢s tiempo jaleando el intercambio de las acusaciones de siempre y afrontar con mejor esp¨ªritu otro debate emergente m¨¢s productivo: la financiaci¨®n de obras p¨²blicas en colaboraci¨®n con la iniciativa privada. Aunque tanto la f¨®rmula como su discusi¨®n resultan novedosas y complejas, ya hemos avanzamos mucho y muy r¨¢pido por la autov¨ªa de la simpleza. Cuando la derecha de aqu¨ª recurre a la financiaci¨®n privada, la izquierda local se rasga las vestiduras y menciona cual mantra maldito el verbo prohibido: privatizar. Cuando la izquierda de all¨ª recurre a la f¨®rmula de colaboraci¨®n con la iniciativa particular, la derecha local le acusa de perpetrar un nuevo aldraxe o relata la m¨ªtica ruptura del sagrado Pacto del Obradoiro, con Jos¨¦ Blanco en el papel de Miniyo. Oy¨¦ndoles, cabe preguntarse qu¨¦ comer¨¢ esta gente, en qu¨¦ planeta vivir¨¢ y, sobre todo, en qu¨¦ mundo piensan qu¨¦ vivimos los dem¨¢s, para no cansarse nunca de tratarnos como a ni?os.
En una direcci¨®n m¨¢s sugerente e inteligente, hace pocos d¨ªas, Pedro Puy, el portavoz econ¨®mico del PP, ped¨ªa un gran acuerdo pol¨ªtico para regular la colaboraci¨®n p¨²blico-privada. A la espera de que informe tambi¨¦n a los suyos y logre convencerlos de las bondades de una idea feliz que claramente no comparten a¨²n, la leal oposici¨®n bien podr¨ªa plantearse la opci¨®n de renunciar a otra in¨²til carrera por ganar un nuevo campeonato de obviedades y optar por hacer un poco de pol¨ªtica. Puede incluso que este tiempo de crisis, privaci¨®n y austeridad, sea un excelente momento para afrontar con criterio y sin complejos las oportunidades y los severos dilemas que plantean los limites para la financiaci¨®n privada de lo p¨²blico. Qu¨¦ puede o no pagarse recurriendo al dinero particular. Cu¨¢les son las garant¨ªas a establecer para que la financiaci¨®n privada no devore la condici¨®n de bien o servicio p¨²blico. O qu¨¦ ganan los inversores privados y qu¨¦ precio resulta asumible para los clientes p¨²blicos. Podemos buscar respuestas claras, o distraernos optimizando la propaganda de unos y otros. Pero lo malo de esa pol¨ªtica construida sobre simplezas y esl¨®ganes es que, tarde o temprano, hay que pagarla.
antonlosada.blogspot.com
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