Barcelona, 1937: la segunda 'Semana Tr¨¢gica'
El golpe de Estado franquista de 1936 y la Guerra Civil me pillaron viviendo solo en Barcelona. Mi familia, desde Canarias, me costeaba mis estudios mercantiles, pero la guerra cort¨® de ra¨ªz estas ayudas. Con 19 a?os, sin casa y sin dinero, algunos amigos me sugirieron que intentara entrar en los Boy Scouts de Catalu?a, que hab¨ªan ampliado sus actividades auxiliares surgidas de la propia Guerra Civil. Dispon¨ªan, adem¨¢s, de un cuartel propio en la calle Lled¨®. A principios de 1937 me admitieron y vistiendo un hermoso uniforme fui encargado de la limpieza (cap d'escombras) de nuestro local, donde yo ten¨ªa cama y comida.
Pero ya en aquel mes de abril de 1937, las tensiones entre las llamadas "patrullas de control" y las autoridades del Gobierno central y el de Catalu?a alcanzaron un punto peligroso. Estos grupos armados depend¨ªan de varias organizaciones pol¨ªticas (CNT, FAI, PSUC y POUM) que ten¨ªan tropas en el frente. Pose¨ªan sus propios cuarteles, su armamento y sus patrullas callejeras que m¨¢s que mantener el orden p¨²blico lo que hac¨ªan eran detenciones ilegales y ejecuciones sumarias de "fascistas". Esta justicia popular en la que se un¨ªan la incompetencia, el robo, las venganzas personales y la resistencia a todo tipo de autoridad legal chocaban, naturalmente, con las intenciones de la Generalitat y del Gobierno de la Rep¨²blica de volver a tener bajo control a la polic¨ªa y al Ej¨¦rcito.
Los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona confirman que "la guerra es un error que produce errores"
En los d¨ªas que precedieron al Primero de Mayo se produjeron diversos atentados contra formaciones, tanto radicales como moderadas. En el frente de Arag¨®n, los milicianos comenzaron a enterarse de los planes del Gobierno y de la Generalitat para encuadrar a las milicias, siempre an¨¢rquicas, en un Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica. El Partido Comunista, que hab¨ªa incrementado velozmente el n¨²mero de militantes y su influencia pol¨ªtica, aprobaba el proyecto de un Ej¨¦rcito Popular, pero casi todos los combatientes de las columnas anarquistas o del POUM se opon¨ªan frontalmente a la disciplina militar.
Las cosas se complicaron y los ¨¢nimos se enardecieron. Se empez¨® a detectar que muchos milicianos abandonaban sus posiciones en el frente y se dirig¨ªan a Barcelona. El lema anarquista era: "Primero la revoluci¨®n; despu¨¦s la guerra". Exactamente el contrario del Partido Comunista. Las hostilidades se iniciaron en la tarde del 2 de mayo y casualmente yo estaba en ese momento y en el lugar del primer choque. Cruzando la plaza de Catalu?a vi en las puertas del edificio de Telef¨®nica a un grupo de guardias de asalto y de anarquistas discutiendo m¨¢s que acaloradamente. La Generalitat hab¨ªa querido hacerse cargo de los servicios telef¨®nicos, incautados desde el principio de la guerra por la CNT-FAI. Miembros de esta formaci¨®n se hab¨ªan replegado hacia los pisos altos y se hab¨ªan atrincherado. Cuando me dirig¨ªa hacia nuestro local de la calle Lled¨®, empec¨¦ a ver el levantamiento de las primeras barricadas. Milicianos de mono azul, pa?uelo rojo y pistol¨®n al cinto se apresuraban a construir parapetos con los adoquines de las calles del casco viejo de Barcelona.
En nuestro cuartel, donde estaba nuestro jefe y algunos boy scouts se habl¨® de enviar a dos de los nuestros a la gran caseta de madera que pose¨ªamos en la calle Pelayo, donde se recib¨ªan los paquetes de comida de Catalu?a y Francia para los combatientes. Un amigo y yo nos ofrecimos voluntarios para pernoctar en la caseta y defenderla. Cuando lleg¨® la noche, todo parec¨ªa haber vuelto a la normalidad. Sin embargo, a la ma?ana siguiente, la ciudad se llen¨® de bombazos y de tableteos de ametralladoras y las calles se despoblaron al instante.
Una de las noches en la que arreciaron las explosiones, mi compa?ero y yo nos llevamos unas colchonetas a la entrada del hotel Regina, que estaba al lado de la caseta, y dormimos en el suelo del vest¨ªbulo. Hasta entonces no sab¨ªamos que, adem¨¢s de las batallas callejeras, exist¨ªa otra en las ondas. Aquella noche escuchamos pat¨¦ticas llamadas a la cordura, promesas y juramentos lanzados desde la Generalitat.
Terminada aquella segunda Semana Tr¨¢gica, me enviaron para ayudar a los m¨¦dicos del hospital Cl¨ªnico en su tarea de identificaci¨®n de cad¨¢veres recogidos en las calles. M¨¢s de un centenar se alineaban en una enorme sala. Fue un triste espect¨¢culo contemplar el tr¨¢gico fin de aquellos revolucionarios, desde viejos a j¨®venes como yo, que hab¨ªan perdido sus vidas en una m¨¢s de aquellas guerras, que, peque?as o grandes, suelen ser siempre in¨²tiles.
El Gobierno envi¨® a Barcelona 5.000 guardias de asalto. Los fui viendo llegar con sus abrigos oscuros y sus fusiles con raras bayonetas, familiares porque aparec¨ªan en las pel¨ªculas rusas de la ¨¦poca. Se acab¨® imponiendo la paz y solo en parte se evit¨® que las represalias pedidas por los pol¨ªticos del PCE contra los anarquistas y, en especial, contra el POUM, a?adieran m¨¢s sangre a aquella aventura b¨¦lica. Sin embargo, Andr¨¦s Nin, cabeza de este partido, fue torturado, asesinado y hecho desaparecer por elementos m¨¢s o menos incontrolados de los comunistas, dirigidos desde Mosc¨². En Barcelona, debajo de las pintadas que clamaban: "?D¨®nde est¨¢ Nin?", supuestos comunistas escrib¨ªan debajo: "En Salamanca o en Berl¨ªn".
Afortunadamente, el Primero de Mayo es hoy una celebraci¨®n de trabajadores, exenta de violencia. Como dec¨ªa Javier Moreno en EL PA?S del 14 de marzo, no es ocioso recordar la cita de Sim¨®n Peres: "La guerra es un error que produce errores", cita que deber¨ªan llevar como divisa los mandatarios de nuestro mundo.
Ricardo Lezcano es periodista y escritor.
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