El liberal, la progre y la prostituta
?Hay que legalizar la pr¨¢ctica de las trabajadoras del sexo? Los datos se?alan que eso contribuir¨ªa a que se violaran m¨¢s derechos b¨¢sicos de un mayor n¨²mero de mujeres. M¨¢s eficaz resulta criminalizar al cliente
La derecha m¨¢s liberal y la izquierda m¨¢s progresista est¨¢n de acuerdo en una misma reforma. Hay que legalizar la prostituci¨®n. Para el liberal (hay muchas voces liberales, pero, por su estatura intelectual, recomiendo a Sala-i-Mart¨ªn en La Vanguardia, 17-9-09), el Estado no puede prohibir el intercambio voluntario de servicios entre adultos a cambio de dinero. Para la progresista (¨ªdem, Imma Mayol, EL PA?S, 25-9-09), el Estado debe garantizar a las "trabajadoras del sexo" la salvaguarda de sus derechos. Para ambos, la regularizaci¨®n, al hacer aflorar una econom¨ªa sumergida, reducir¨ªa tanto el tr¨¢fico ilegal de personas como los abusos y las condiciones de explotaci¨®n en las que viven muchas prostitutas. Y, de paso, podr¨ªamos recaudar impuestos, que nos viene muy bien en tiempos de crisis. ?Algo que objetar a esta conjunci¨®n de las mejores virtudes del mercado libre y del Estado regulador-protector?
All¨ª donde hay un mayor reconocimiento legal hay mayor tr¨¢fico de esclavas sexuales
Con la regularizaci¨®n, los traficantes encuentran la fachada perfecta para sus actividades delictivas
Me temo que s¨ª. La dificultad de obtener datos sobre un negocio tan oscuro como la prostituci¨®n es la perfecta justificaci¨®n para que tanto el liberal como la progresista den rienda suelta a sus teor¨ªas sin tener que ofrecer evidencia emp¨ªrica. Para el liberal, la bondad del mercado libre har¨¢ que mafiosos esclavistas se conviertan de un d¨ªa a otro en respetables empresarios del sexo y puedan "contratar a las trabajadoras en origen y pagarles el viaje de ida y vuelta, eliminando as¨ª el negocio del traficante" (Sala-i-Mart¨ªn). Para la progresista, la bondad del Estado actuar¨¢ "promoviendo la existencia de espacios autogestionados, sin amos, que despojen al proxeneta de su funcionalidad" (Imma Mayol).
Pero los datos disponibles se?alan que tanto la legalizaci¨®n de la prostituci¨®n (propuesta por liberales y progres) como la situaci¨®n actual de relativa alegalidad (y defendida de facto por PSOE y PP) producen resultados peores que una tercera alternativa con pocos padrinos en nuestro pa¨ªs: la criminalizaci¨®n del cliente. Y es que tenemos evidencia cada vez m¨¢s s¨®lida de que actuar sobre la demanda de la prostituci¨®n (es decir, castigando al cliente) en lugar de sobre la oferta (es decir, regulando la prostituci¨®n, como proponen liberales y progresistas) tiene efectos positivos.
Liberales y progresistas asumen que existe una demanda varonil elevada y relativamente fija de servicios sexuales. Dicha demanda ser¨ªa el resultado de diferencias entre hombres y mujeres, ya sean de ¨ªndole biol¨®gica (para los liberales) o cultural (para los progresistas). Por ello, prohibir la demanda solo conducir¨ªa a un desplazamiento de la prostituci¨®n de la calle o del burdel a lugares m¨¢s siniestros. Pero la experiencia de otros pa¨ªses desaf¨ªa estas asunciones simplistas sobre la naturaleza varonil, pues la demanda -oh, sorpresa- cae en picado cuando se penaliza la compra de sexo. Por ejemplo, pocos a?os despu¨¦s de la puesta en marcha, en 1999, de una pol¨ªtica de penalizaci¨®n al cliente en Suecia, se calcula que el n¨²mero de prostitutas se hab¨ªa reducido entre un 30% y un 50%, y el de clientes entre un 75% y un 80%.
La ca¨ªda de la demanda en pa¨ªses prohibicionistas como Suecia ahoga a la oferta, especialmente la que proviene del negocio m¨¢s sucio que prolifera en el mundo globalizado actual: el tr¨¢fico de mujeres (y ni?as) con fines sexuales -que representa, de acuerdo con Naciones Unidas, un 87% de los cuatro millones de seres humanos que son explotados como esclavos anualmente. As¨ª, mientras los traficantes de esclavas sexuales logran introducir anualmente entre 400 y 600 v¨ªctimas en Suecia para saciar los apetitos sexuales de aquellos ciudadanos que son capaces de arriesgarse a una pena por comprar sexo, en las vecinas Finlandia o Dinamarca, con la mitad de la poblaci¨®n, pero con leyes m¨¢s permisivas hacia la prostituci¨®n, las mafias podr¨ªan estar infiltrando hasta 15.000 v¨ªctimas al a?o. Empujados por la elocuencia de estos datos, los pol¨ªticos n¨®rdicos, sobre todo finlandeses y noruegos, est¨¢n optando por la "v¨ªa sueca", empezando a criminalizar la compra de sexo.
La penalizaci¨®n de los clientes en Noruega ha sido aprovechada adem¨¢s por los economistas Jakobsson y Kotsadam para estudiar lo m¨¢s cient¨ªficamente posible los efectos de una pol¨ªtica p¨²blica. Es decir, mirando qu¨¦ pasa antes y despu¨¦s de la reforma y, al mismo tiempo, comparando con otros pa¨ªses en los que no ha habido ning¨²n cambio legislativo durante ese periodo. Los resultados son inequ¨ªvocos: la demanda de prostituci¨®n en Noruega ha ca¨ªdo de forma significativa desde la criminalizaci¨®n del cliente. En un an¨¢lisis de 30 pa¨ªses, estos mismos autores se?alan que all¨ª donde hay un mayor reconocimiento legal de la prostituci¨®n tambi¨¦n existe un mayor tr¨¢fico de esclavas sexuales. O sea, exactamente lo contrario de lo que predicen el liberal y la progresista.
Las razones son obvias. Donde la compra de sexo es ilegal, los costes en los que incurren las mafias esclavistas de mujeres para garantizar a los clientes que no ser¨¢n descubiertos y penalizados se vuelven demasiado altos. En conversaciones interceptadas por la polic¨ªa, los propios traficantes, que no dejan de ser hombres de negocios, admiten que no vale la pena trabajar en los pa¨ªses prohibicionistas. Es m¨¢s sencillo operar en lugares como Holanda, Alemania o Espa?a, donde, ya sea de forma legal o alegal, todo el que quiere comprar sexo lo puede hacer en un instante, de forma sencilla y sin riesgo a ser castigado.
Los estudios tambi¨¦n apuntan a que cuando la prostituci¨®n se regula como una actividad econ¨®mica m¨¢s, los abusos sobre las libertades individuales de las prostitutas no decrecen, como pretenden hacernos creer liberales y progresistas, sino que aumentan. Con la regularizaci¨®n de la prostituci¨®n, los traficantes de seres humanos, experimentados en tergiversar la voluntad de j¨®venes y de ni?as, encuentran una fachada legal perfecta con la que cubrir sus actividades delictivas. Por una parte, no les cuesta "convencer" a muchas v¨ªctimas potenciales, mediante las manipulaciones f¨ªsicas y psicol¨®gicas m¨¢s perversas, para que se registren como trabajadoras del sexo. Por otra parte, ?alguien espera que el crimen organizado empiece a pagar impuestos y declare sus actividades m¨¢s lucrativas, como la prostituci¨®n de menores o los depravados tratamientos hormonales a los que son sometidos muchas prostitutas? Encontramos ejemplos de legalizaciones de la prostituci¨®n con resultados perversos en todo el mundo, desde Alemania a Australia, pasando por Nevada en Estados Unidos. Una consecuencia frecuente de regularizar la compra de sexo es que, mientras el n¨²mero de burdeles legales crece, los negocios ilegales -por ejemplo, con prostitutas menores de edad- se multiplican.
El liberal suele comparar a las "operarias del amor" que ejercen su profesi¨®n libremente con otros trabajos regularizados que no se hacen por el amor al arte sino por dinero, como lavar urinarios. El problema es que el intercambio sexual se da, por su propia naturaleza, en un contexto de intimidad y clandestinidad, en el que algunos elementos del "contrato" quedan a la discreci¨®n de una de las partes, con consecuencias potencialmente devastadoras para la otra. Volvamos a los datos. Un estudio en nueve pa¨ªses encontr¨® que del 60% al 75% de las mujeres que ejercen la prostituci¨®n han sido violadas, del 70% al 95% f¨ªsicamente agredidas y un 68% presentan s¨ªndromes de estr¨¦s postraum¨¢tico similares a los de los veteranos de guerra bajo tratamiento psiqui¨¢trico. Si alguien nos mostrara que alguna profesi¨®n reconocida produce secuelas f¨ªsicas, mentales y emocionales solo remotamente similares, solicitar¨ªamos la inmediata ilegalizaci¨®n de la misma.
Por todo ello, hay motivos para pensar que legalizar la actividad de las "trabajadoras del sexo" (el proletario t¨¦rmino preferido por la progresista) o el "outsourcing sexual" (el anglicismo usado por el liberal) contribuir¨ªa a que se violaran m¨¢s derechos b¨¢sicos de un mayor n¨²mero de mujeres. Siguiendo criterios serios para evaluar pol¨ªticas p¨²blicas, la ¨²nica medida que parece efectiva para combatir el tr¨¢fico y la esclavitud con fines sexuales es criminalizar la compra de sexo. Ya es hora de que esta medida se estudie seriamente en Espa?a.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Gotemburgo, Suecia.
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