Al margen de la ley de Hollywood
El director de culto Monte Hellman concursa en Venecia con 'Road to nowhere'
Se sienta en la esquina m¨¢s alejada de la entrada y mirando a la puerta, como esos forajidos que tomaban precauciones en los salones del lejano oeste, quiz¨¢s temeroso de que puedan dispararle por la espalda. Y es que Monte Hellman (1932, Nueva York) lleva demasiados a?os sobreviviendo al margen de Hollywood, y -ya se sabe- a Hollywood no le gustan los rebeldes, y los longevos a¨²n menos.
Hellman, que no lleva pistola aunque tampoco la necesita, tiene muchas aficiones; una de ellas es mesarse el pelo. Con cada nueva pasada este se encrespa m¨¢s y m¨¢s hasta darle el aspecto de un cient¨ªfico chiflado, y por rebuscada que parezca la comparaci¨®n, algo de eso hay en este se?or de la Gran Manzana.
?C¨®mo fue trabajar con Tarantino? "Lo mejor es apartarse de su camino"
Director, actor, productor, montador y guionista de culto, el neoyorquino se encuentra en Venecia presentando a concurso su ¨²ltimo trabajo, Road to nowhere, una especie de proyecto imposible sobre el cine dentro del cine y el rodaje de un rodaje, por decirlo de una forma poco enmara?ada. Para empezar, el realizador tiene muy claro qu¨¦ esperar de su filme: "Esta noche he dormido solo tres horas. As¨ª que mientras proyectaban la pel¨ªcula para la prensa he decidido echarme una siesta. He so?ado que al acabar la proyecci¨®n la masa se enfurec¨ªa, arrancaban los asientos y quemaban el cine... Esas son mis expectativas [Risas]".
Hellman es de respuesta corta y pausa larga, no le gustan las prisas y es esc¨¦ptico por vocaci¨®n. Confiesa su amor por El esp¨ªritu de la colmena (que aparece en la pel¨ªcula) cuando el periodista se presenta y se le hinchan los labios como a un trompetista cada vez que se menciona la palabra "Hollywood". "No me interesa nada, no me motiva y simplemente me vuelvo muy vago cuando se habla de eso. El problema es que los grandes estudios est¨¢n gobernados por juntas y no por personas individuales y cada decisi¨®n es un infierno en s¨ª misma". Lo dice el hombre que en 1992 produjo Reservoir dogs y fue el descubridor -por as¨ª decirlo- de Quentin Tarantino junto a Lawrence Bender, otra leyenda de la gran pantalla: "La historia de Reservoir dogs la tengo clavada en la cabeza. Un amigo de Lawrence me envi¨® un gui¨®n magn¨ªfico y me gust¨® tanto que decid¨ª que aquella ser¨ªa mi pr¨®xima pel¨ªcula. Sin embargo un d¨ªa me llam¨® el escritor, un tal Quentin Tarantino, y me pidi¨® que me reuniera con ¨¦l. Acced¨ª y cuando llegu¨¦ me dijo que ten¨ªa 39.000 euros en el bolsillo, un adelanto de un gui¨®n que hab¨ªa acabado de vender, Amor a quemarropa. Me dijo que con ese dinero iba a dirigir Reservoir dogs y que me ped¨ªa disculpas por las molestias. Cuando me levantaba para irme me solt¨® que si pod¨ªa produc¨ªrsela, le respond¨ª: 'De acuerdo' y eso fue todo. ?Que c¨®mo fue la experiencia? Cuando trabajas con un tipo como Tarantino, escribe bien esto que voy a decir, lo mejor es seguir a rajatabla este consejo: 'Ap¨¢rtate de su camino'. Si haces eso todo ir¨¢ bien [sonr¨ªe]".
Hellman ha trabajado a lo largo de su carrera con cineastas de la talla de Francis Ford Coppola o Roger Corman (cada uno en su liga, obvia decirlo) y actores como Harry Dean Stanton, Jack Nicholson, Bruce Dern o Alan Ladd, y solo tiene un reproche para s¨ª mismo cuando se trata del pasado: "Renunci¨¦ a Ciudad dorada, que finalmente acab¨® rodando John Huston, porque mi agente no quer¨ªa que para dirigirla tuviera que cobrar la mitad de lo que era mi salario en aquella ¨¦poca. Fue un grave error y sigo pensando en ello". Cuando a continuaci¨®n se le pregunta por qu¨¦ despu¨¦s de 60 a?os de carrera sigue con ganas de filmar, apoya la espalda contra la pared, mira a los ojos de su interlocutor y abre la boca para soltar cuatro palabrejas que quedar¨ªan de cine en una l¨¢pida: "A¨²n no he acabado".
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