'Dol?a Catalunya'
Qui¨¦n no entiende el t¨ªtulo? Creo que solo quien no est¨¢ dispuesto a hacerlo. En el mundo global es esencial disponer de una actitud positiva para poder comunicarnos, pues las lenguas pueden ser lugar de encuentro o de enfrentamiento. Adem¨¢s, como dice Pasqual Maragall, las tres lenguas cooficiales del Estado son tan espa?olas como el castellano.
Si las autonom¨ªas con idioma propio no implementan su uso, ?qui¨¦n lo va a hacer? Si no lo hacen, se hieren de muerte y desaparecer¨¢n. Aunque hay quien sostiene que no pasar¨ªa nada, ser¨ªa lo mismo que permitir que se destrozase nuestro rom¨¢nico.
El problema de convivir con las diferencias es complejo. Las identidades existen, gusten o no, y su mestizaje es imparable y vital. Los nacionalismos centralistas y perif¨¦ricos exageran sus posturas y se echa de menos cierta finezza a la hora de acertar con la dosis de catalanidad, galleguidad o vasquidad y, c¨®mo no, con la dosis de Espa?a. Somos muchos quienes, aun sin vibrar de emoci¨®n, aceptamos con naturalidad los s¨ªmbolos y ritos, sean cuales fueren, pero si la proporci¨®n es excesiva acaban aburri¨¦ndonos.
Si las autonom¨ªas con lenguas propias no promueven su uso, ?qui¨¦n lo va a hacer?
Pues bien, en los 18 a?os pos-ol¨ªmpicos a la dulce Catalu?a le han aparecido conflictos e infortunios que la han aproximado al mundo real. Al mismo tiempo, la pragm¨¢tica Catalu?a crec¨ªa en reivindicaci¨®n autonomista, en un "yo m¨¢s" entre algunas de sus fuerzas pol¨ªticas, adornado con aditamentos a veces dif¨ªciles de entender que les han hecho perder tiempo y simpat¨ªas.
Hagamos memoria. En el debate constitucional de 1978, Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Galicia, que hab¨ªan tenido experiencias estatutarias en la Segunda Rep¨²blica, reclamaban un trato diferencial, y la f¨®rmula fue la de nacionalidades hist¨®ricas. Hay que reconocer que, en aquellos momentos delicados, Catalu?a se acomod¨® m¨¢s que ninguna otra al inter¨¦s general, ya que el Pa¨ªs Vasco consigui¨® su r¨¦gimen especial y Galicia no ten¨ªa experiencia de desarrollo auton¨®mico. Pero ?acaso quien tiene m¨¢s deseos y capacidad de autogobierno no debe conseguirlo?
El presidente de Extremadura ha dicho que estar¨ªa dispuesto a devolver competencias al Estado. No es ni mejor ni peor presidente que Montilla cuando reclama m¨¢s autogobierno porque su comunidad lo necesita para resolver sus problemas espec¨ªficos, problemas que en buena medida se deben a una explosi¨®n demogr¨¢fica para la que no estaba preparada.
Se puede aducir que Madrid tambi¨¦n ha vivido ese fen¨®meno, pero es justo reconocer que la capital siempre ha tenido y tendr¨¢ una mano tendida sea por la v¨ªa de la inversi¨®n directa del Estado o por el efecto centr¨ªpeto de la megal¨®polis.
Claro que el autogobierno tiene que conjugarse con solidaridad con las otras comunidades y corresponsabilidad de todas entre s¨ª, pero en un tema tan crucial el ruido ha sido tan apabullante que impidi¨® escuchar las voces cuerdas.
La se?a de identidad fundamental, junto con la lengua, quiz¨¢ sea el territorio, su geograf¨ªa, poblaci¨®n y paisajes, a pesar de que tambi¨¦n hay quien dice que el territorio lo aguanta todo y lo que importa es la actividad econ¨®mica.
La clave en esta materia no es promulgar leyes prolijas, sino que responde m¨¢s a factores como saber delimitar las ¨¢reas de protecci¨®n y construcci¨®n mediante planes y proyectos, implantar f¨®rmulas que los hagan viables pol¨ªtica y administrativamente, y que los ciudadanos los hagan suyos para crear un aut¨¦ntico sentimiento de orgullo. Y no es solo una cuesti¨®n cultural, es tambi¨¦n econ¨®mica, porque una actuaci¨®n adecuada reporta mayor rentabilidad a las inversiones p¨²blicas y privadas y evita generar desajustes econ¨®micos insostenibles que luego tendr¨¢n que ser reparados por la generaci¨®n inmediata. Y esto solo es posible si se supera la esfera local.
El esfuerzo territorial de Catalu?a en estos ¨²ltimos a?os, tal vez eclipsado por el reflejo medi¨¢tico de otros temas m¨¢s pol¨¦micos, ha sido importante. Se han aprobado planes de ¨¢mbito supramunicipal y vocaci¨®n ordenadora, como el metropolitano de Barcelona, los directores territoriales, los costeros o los de infraestructuras; un plan de barrios para remodelar la ciudad habitada, y cat¨¢logos del paisaje con una doble intenci¨®n gestora y pedag¨®gica. Se podr¨¢ argumentar que deber¨ªan ser m¨¢s ambiciosos, pero lo que es verdad es que se han sentado las bases para hacer bien las cosas durante a?os.
Me atrevo a decir que con el desarrollo del Estatut, a pesar de lo que pas¨® y de la incomprensible pirueta de reformarlo despu¨¦s de votarlo, Catalu?a podr¨¢ ser m¨¢s pr¨®spera y compartir su identidad, siempre que se eviten excesos jacobinos y se admita la diferencia. Dos pasos concurrentes y necesarios.
Xerardo Est¨¦vez es arquitecto.
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