La Uni¨®n Europea: crisis y futuro
La inquietud de EE UU por el severo ajuste fiscal europeo es comprensible, all¨ª lo prioritario es el crecimiento y el empleo, afirma el ex presidente del Gobierno en la primera de una serie de reflexiones sobre Europa
En la cena del Consejo Europeo de primavera, me invitaron a anticipar las conclusiones del Grupo de Reflexi¨®n sobre el futuro de la Uni¨®n Europea. Naturalmente, se trataba de un breve resumen oral sobre el trabajo a punto de terminar del Grupo.
Para situarnos en el contexto, hay que entender que se trataba de aquella reuni¨®n, con tintes dram¨¢ticos, en la que se abord¨® a fondo la crisis griega, aunque la decisi¨®n sobre un rescate que no admit¨ªa dudas ni espera se tomara dos largos meses despu¨¦s.
Era tarde y el ambiente de tensi¨®n y cansancio l¨®gicos no ofrec¨ªa el mejor escenario para hacer un debate sobre los temas del informe, a pesar de que el arranque del mismo se conectaba, l¨®gicamente, con la crisis. Por eso decid¨ª hacer un resumen que reflejara esa circunstancia y que da t¨ªtulo a este art¨ªculo.
Las pol¨ªticas antic¨ªclicas son necesarias hasta que despegue la inversi¨®n privada
La reforma financiera es imprescindible. Las entidades no han cambiado su comportamiento
La crisis del sistema financiero, desencadenada en los pa¨ªses centrales y que arrastr¨® al resto del mundo a una recesi¨®n econ¨®mica global, representa un parteaguas de la historia que delimita la frontera de ganadores y perdedores en este proceso de globalizaci¨®n que estamos viviendo en los ¨²ltimos 20 a?os.
A nivel mundial, parece claro el desplazamiento de poder del Occidente hegem¨®nico durante dos siglos a un Oriente emergente, productivo, competitivo, ahorrador. Desplazamiento del Norte al Sur, de los hist¨®ricos pa¨ªses centrales a los perif¨¦ricos. El G-20, sustituyendo al G-8 por insuficiente y no representativo de la nueva realidad, es la imagen m¨¢s visible de la era actual.
De las ¨¢reas econ¨®micas desarrolladas de la segunda revoluci¨®n industrial -Jap¨®n, Estados Unidos y la Uni¨®n Europea de los Quince- hemos pasado a la emergencia con fuerza de China, la India, Brasil y, antes, los tigres asi¨¢ticos. Las relaciones de intercambio tradicionales se han alterado profundamente en materias primas, en manufacturas, pero tambi¨¦n en acumulaci¨®n de ahorro en Oriente y de deuda en Occidente.
El mundo cambi¨® con el impulso galopante de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, con la deslocalizaci¨®n de inversiones, con nuevas potencias econ¨®micas e industriales; se configur¨® una realidad distinta en la que tenemos la obligaci¨®n de situarnos para reaccionar si no queremos sufrir una inexorable decadencia y marginalidad.
Jap¨®n lleva m¨¢s de 15 a?os en una situaci¨®n de crisis de la que no alcanza a salir. Estados Unidos, a pesar de su flexibilidad y de su potencia tecnol¨®gica, hizo una falsa salida de la crisis de 2000, que, sumada a las aventuras b¨¦licas del unilateralismo, termin¨® en las hipotecas basura, la quiebra de Lehman Brothers y la implosi¨®n del sistema financiero, en medio de desequilibrios hist¨®ricos de la balanza de pagos y comercial.
La Uni¨®n Europea se contagi¨® r¨¢pidamente, aunque no se admitiera durante meses, de los mismos males de Estados Unidos y entr¨® en recesi¨®n. Naturalmente, se han hecho inmensos esfuerzos de rescate, han aumentado los gastos sociales, y sobre todo el desempleo, han aumentado los desequilibrios de las cuentas p¨²blicas, etc¨¦tera.
La crisis financiera -sist¨¦mica y global- es la causa inmediata del desastre, pero han de tenerse en cuenta dos circunstancias: la burbuja especulativa se viene incubando desde hace una d¨¦cada, y esta burbuja implosiona sobre una realidad econ¨®mica no adaptada a los cambios mundiales inducidos por la revoluci¨®n tecnol¨®gica y la globalizaci¨®n.
Por eso me atrevo a afirmar que la crisis opera como un rompeaguas de la historia, que marcar¨¢ un antes y un despu¨¦s. Por eso estoy convencido de que debemos reaccionar con medidas anticrisis y conectarlas con las reformas estructurales pendientes desde hace mucho tiempo, como se ve¨ªa en el diagn¨®stico de la Agenda de Lisboa 2000-2010.
En relaci¨®n con la crisis, dejando para otra ocasi¨®n las reformas estructurales que hay que conectar con las medidas inmediatas, recordaba en esa cena del Consejo a la que me he referido que eran imprescindibles tres actuaciones.
La primera relacionada con las pol¨ªticas antic¨ªclicas necesarias, como est¨¢ haciendo Estados Unidos, hasta que la inversi¨®n privada no garantice un despegue aut¨®nomo. Se ha decidido una pol¨ªtica de ajuste generalizada, afectando a todos los pa¨ªses de la Uni¨®n y el panorama de salida sigue siendo incierto. Naturalmente, ha de entenderse que algunos Estados de la Uni¨®n Europea han agotado sus m¨¢rgenes de maniobra para las medidas antic¨ªclicas y tienen que ajustarse. Pero en el espacio compartido de la Uni¨®n existen instrumentos como el Fondo Europeo de Inversiones y el Banco Europeo de Inversiones que pueden alentar la inversi¨®n. Adem¨¢s, no todos los Estados est¨¢n en la misma situaci¨®n y era de esperar que algunos, como Alemania, con margen de maniobra suficiente, tiraran del carro. La inquietud del otro lado del Atl¨¢ntico por el severo ajuste europeo es comprensible. Tienen claro que la prioridad es el crecimiento y el empleo.
La segunda se refiere a la gobernanza econ¨®mica de la Uni¨®n Europea. En este terreno, sus l¨ªderes, as¨ª como sus instituciones, est¨¢n dando pasos en la direcci¨®n adecuada. Los choques asim¨¦tricos provocados por la crisis financiera en el espacio de un mercado ¨²nico, y de una sola moneda, con distintas pol¨ªticas econ¨®micas eran completamente previsibles. Ni el euro ni el Pacto de Estabilidad y Crecimiento est¨¢n en la base de estos problemas. Pero no son suficientes para garantizar la convergencia. Por eso hay que vigilar las p¨¦rdidas de competitividad y los desequilibrios en las balanzas de pago, con est¨ªmulos y penalizaciones, para cumplir objetivos. Es imprescindible para mantener las ventajas del mercado interior y de la moneda. Se necesitan mecanismos de alerta para vigilar las divergencias de las econom¨ªas de los distintos Estados de la Uni¨®n. En definitiva, concebimos una Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria y hemos desarrollado solo una Uni¨®n Monetaria.
La tercera de las propuestas tiene que ver con la reforma, imprescindible, del sistema financiero si queremos evitar que ya, antes de salir de esta crisis, estemos incubando la siguiente, a cuyo rescate no podremos acudir. Nada sustancial ha cambiado en el comportamiento real de las entidades financieras, salvo para cortar cr¨¦ditos a la econom¨ªa productiva. Ser¨ªa deseable que la reforma se operara a nivel mundial a trav¨¦s del G-20, pero entretanto, y en todo caso, es imprescindible que la Uni¨®n tenga sus propias normas regulatorias comunes con sus mecanismos de control y vigilancia. Para hacer esto, Estados Unidos y la Uni¨®n Europea, a los que se ve como responsables del problema, tienen la obligaci¨®n de acordar una reforma y proponerla para su consideraci¨®n al G-20, como el embri¨®n de la gobernanza econ¨®mica y financiera que el mundo actual necesita.
Conectadas con estas medidas anticrisis, necesitamos reconstruir una econom¨ªa social de mercado, sostenible y con un alto nivel de competitividad en la nueva realidad global. Hablar de un modelo que parece ser el nuestro como aspiraci¨®n puede verse como una paradoja, aunque no lo sea, porque en lo que estamos es en una econom¨ªa financiera de casino, m¨¢s especulativa que real, y para colmo sin reglas que la hagan previsible.
La UE puede salir de la crisis, pero tiene que actuar ya, sin caer en la tentaci¨®n de los que proponen volver a la "senda de la prosperidad perdida", porque esa senda ya sabemos a qu¨¦ conduce. Hay que hacerlo para preservar nuestro modelo de cohesi¨®n social y nuestras aspiraciones de sostenibilidad medioambiental, enfrentando con decisi¨®n las reformas estructurales pendientes, desde la formaci¨®n de capital humano hasta la demograf¨ªa, pasando por la energ¨ªa y otras. A ellas dedicar¨¦ el siguiente an¨¢lisis.
Por hoy, baste recordar que este rinc¨®n de Eurasia, peque?o y superpoblado, que ha tenido mucho ¨¦xito en el pasado, no puede ni debe aceptar convertirse en rinc¨®n irrelevante o marginal en la nueva realidad global.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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