Peligro: la cohesi¨®n social se agrieta
La crisis saca a la luz las debilidades de la red de protecci¨®n social - Los hogares considerados integrados bajan de un 49% a un 35% en dos a?os - La exclusi¨®n se ceba en familias pilotadas por mujeres, inmigrantes y personas con pocos estudios
Los que trabajan atendiendo a las personas m¨¢s desfavorecidas suelen echar mano del humor como terapia diaria. Para explicar la diferencia entre ser pobre y estar al borde de la exclusi¨®n social han tomado como modelo al presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps. "Su declaraci¨®n p¨²blica de bienes le sit¨²a en el umbral de la pobreza, pero no est¨¢ en riesgo de exclusi¨®n porque puede votar y ser elegido y porque, adem¨¢s, tiene muchos amiguitos del alma", bromean. Efectivamente, ser pobre no es lo mismo que rozar los m¨¢rgenes sociales. Para estar integrado en el entorno sirven, entre otras cosas, tener capacidad de participaci¨®n pol¨ªtica y una red familiar o de amistades que frene la ca¨ªda.
Ser pobre no es lo mismo que rozar los m¨¢rgenes sociales
Se acent¨²a la tendencia a la feminizaci¨®n de la pobreza
La exclusi¨®n severa se mantiene casi inamovible en casi un 6% de hogares
"Los que no tienen nada que perder, nada pierden", dice un experto
La crisis ha incrementado los usuarios de las rentas de inserci¨®n
"Las emergencias sociales est¨¢n qued¨¢ndose cortas", seg¨²n Tamayo
Varios expertos de distintas universidades han definido un conjunto de factores que perfilan el riesgo de exclusi¨®n social, como los ya citados, y otros: dificultades con la vivienda, desempleo, falta de estudios, mala salud, dependencia f¨ªsica y ps¨ªquica, hogares con malos tratos, adiciones, delincuencia. La concurrencia de varios de ellos puede desencadenar en la exclusi¨®n. Por eso la crisis econ¨®mica ha sido la gota que ha colmado el vaso en muchos hogares que ya atravesaban una situaci¨®n precaria. Un informe de la Fundaci¨®n Foessa (de estudios sociales y sociolog¨ªa aplicada) y C¨¢ritas a partir de sendas encuestas, la primera en 2007 y la segunda en 2009, demuestra que el primer a?o hab¨ªa un 49% de hogares integrados socialmente, que cayeron a un 35% en 2009. Y el 35% los hogares que en aquel primer a?o se encontraban en integraci¨®n precaria han pasado a ser un 46%, a los que hay que sumar un 12% en exclusi¨®n moderada, dos puntos m¨¢s que en 2007. ?Quiere esto decir que pr¨¢cticamente la mitad de los hogares espa?oles no pueden calificarse siquiera de integrados? "S¨ª, porque estamos hablando de exclusi¨®n, no de pobreza. Hay gente con dificultades econ¨®micas que no tiene problemas de integraci¨®n. Pero en estos hogares de los que hablamos concurren varias circunstancias que los sit¨²an en esa calificaci¨®n", responde V¨ªctor Trenes, responsable del Servicio de Estudios de C¨¢ritas.
Este descenso en el bienestar est¨¢ encabezado por hogares pilotados por mujeres, o monoparentales (monomaritales, habr¨ªa que decir en este caso) as¨ª como familias donde viven varios menores y alg¨²n anciano; se trata tambi¨¦n de inmigrantes y de personas con escasos estudios a los que el derrumbe del empleo en la construcci¨®n les ha cerrado las salidas laborales.
Se dir¨ªa que una mujer con una cebolla es capaz de hacer una sopa con la que alimentar a unos cuantos mientras, que un hombre pasar¨ªa hambre con eso mismo... "S¨ª", responde Francisco Lorenzo, t¨¦cnico de Estudios de Foessa, "pero normalmente el hombre dispone de tres cebollas mientras que la mujer no tiene ni una". Que la pobreza sea distinta de la exclusi¨®n no quiere decir que no constituya una v¨ªa para llegar a ella. La feminizaci¨®n de la pobreza se traduce, pues, en este caso, en feminizaci¨®n de la exclusi¨®n.
A juicio de Lorenzo, este avance de la exclusi¨®n pone de manifiesto las goteras del sistema de protecci¨®n social espa?ol, "universal pero insuficiente". "Es necesaria una mayor inversi¨®n en derechos sociales, especialmente en todos los aspectos educativos y laborales, que garantice la participaci¨®n de todos en el empleo y la riqueza social. El PIB no te dice si la gente vive bien, este no es el modelo econ¨®mico, ni el PIB el indicador", zanja Lorenzo.
Porque el peligro de este avance, avisan, es la ruptura de la cohesi¨®n social. "No estamos todav¨ªa en la situaci¨®n que se dio en Francia, cuando ard¨ªa la periferia de Par¨ªs por revueltas de j¨®venes hijos de inmigrantes, pero el proceso puede ser parecido", avisa Lorenzo. "Si faltan los estudios, si barrios enteros se convierten en guetos donde la falta de formaci¨®n y los trabajos precarios son la herencia de una generaci¨®n a otra estaremos ante una apuesta clara por el conflicto", advierte.
El catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona Josep Oliver cree que a Espa?a a¨²n le falta para llegar a la mencionada situaci¨®n francesa: una confluencia de degradaci¨®n econ¨®mica y social que afectaba a segundas generaciones de inmigrantes. "Pero es una advertencia", dice. "A pesar de la dureza de la crisis, no hay que olvidar que el porcentaje de hogares en los que todos se declaran desempleados era de alrededor de un 8% a finales del a?o pasado, cuando en la crisis de los noventa alcanz¨® el 12% sobre el total", prosigue Oliver. Cree que este colch¨®n, que a su juicio explica que la tensi¨®n social est¨¦ contenida, se debe, en parte, a la presencia de la mujer en el mercado laboral. "Eso permite que el volumen de personas ocupadas siga en m¨¢ximos hist¨®ricos, unos 18 millones de ocupados, cuando en 1994-1995 eran unos 11 o 12 millones". Oliver no discute que la exclusi¨®n se est¨¦ cebando con los hogares en los que las mujeres proporcionaban la renta, o los monoparentales, pero cree que la incorporaci¨®n femenina al empleo proporciona adem¨¢s la otra cara de la moneda, una cierta contenci¨®n de la precariedad social.
El segundo gran cambio que detecta el informe tiene que ver con la edad, porque a finales de los noventa, la pobreza hab¨ªa disminuido en esta franja y "hoy ha aumentado y est¨¢ por encima de la pobreza general, lo que quiere decir que las pensiones han perdido capacidad en relaci¨®n con la renta media", explica V¨ªctor Renes.
La familia es el gran factor transversal en pa¨ªses como Espa?a y otros mediterr¨¢neos. Si hay red familiar uno puede seguir trabajando porque la abuela se encarga de los nietos, siempre hay alguien que administra las medicinas y ayuda a levantarse de la cama, proporciona contactos en las horas bajas -un simple divorcio puede ser el desencadenante de una exclusi¨®n social si ya hay un terreno abonado con otras miserias- e incluso echa una mano si el sueldo escasea. La familia. Justo lo que no tienen los inmigrantes, por eso, este colectivo tambi¨¦n le pone rostro a la pobreza y a la marginaci¨®n social.
En realidad, entre los hogares que se inclu¨ªan como integrados en 2007 el batacazo ha sido singular. M¨¢s de la mitad de ellos, un 56,4%, ha dejado de serlo, la mayor¨ªa para pasar al grupo de integraci¨®n precaria, pero algunos -pocos- est¨¢n ya en exclusi¨®n moderada o severa. Afortunadamente, otros que se encontraban en situaci¨®n muy depauperada han mejorado. Los que no cambian mucho son los que se encontraban en el escal¨®n m¨¢s bajo. "Los que no tienen nada que perder, nada pierden. Todo lo m¨¢s es que la situaci¨®n no les va a permitir mejorar, precisamente", dice Gustavo Garc¨ªa Herrero, director del albergue municipal de Zaragoza y experto en asuntos de exclusi¨®n social. "Esta crisis no afecta a los que estaban en la calle, sino a los que est¨¢n en sus casas, porque suma el factor econ¨®mico a los que ya ten¨ªan otras carencias y eso puede ser el desencadenante de la exclusi¨®n. Si alguien tomaba medicinas y deja de tomarlas por falta de dinero, o se suspenden cuidados, o se deja de ir a la escuela, o se va sin desayunar. Pero a los que eran pobres, integrados o no, la econom¨ªa no les ha cambiado. Por tanto, las condiciones siguen parecidas", a?ade Garc¨ªa Herrero.
Efectivamente, la exclusi¨®n severa se mantiene casi inamovible en casi un 6% de los hogares y la pobreza severa en algo m¨¢s de un 3%, como al inicio de la crisis, incluso algo mejor. Hay una paradoja para ilustrar este "cuanto peor, mejor", que relata Josep Oliver: "En Reino Unido, antes de la crisis ya hab¨ªa un 10% de hogares en el desempleo absoluto. Se han a?adido algunos, pero no muchos m¨¢s. Las ayudas sociales que all¨ª se prestan son m¨¢s abundantes, pero eso puede permitir una marginaci¨®n que dure generaciones. En el caso espa?ol, la exclusi¨®n est¨¢ m¨¢s vinculada al empleo, as¨ª que la mayor participaci¨®n femenina en el mercado laboral, las ayudas que han complementado el subsidio por desempleo, as¨ª como ciertas ocupaciones sumergidas o el trabajo dom¨¦stico, permiten a algunas familias mantenerse a flote", dice Oliver. "Claro que, en t¨¦rminos absolutos, nadie duda de que est¨¢ quedando mucha gente afectada", remata el catedr¨¢tico.
S¨ª. Los datos que aporta C¨¢ritas los conocen en los ayuntamientos y en las comunidades aut¨®nomas, porque han visto como la clientela que tradicionalmente necesitaba ayuda se ha multiplicado por dos, por tres...
En el Pa¨ªs Vasco, una de las comunidades con una mejor cobertura social, de la que se muestra orgulloso el viceconsejero de Asuntos Sociales, Fernando Fantova, la crisis ha incrementado el n¨²mero de usuarios de las rentas de inserci¨®n: en enero del a?o pasado unas 35.000 familias percib¨ªan lo que all¨ª se llama renta de garant¨ªa de ingresos. Ahora son m¨¢s de 54.000. Es una renta que complementa las pensiones m¨¢s bajas, las pagas por discapacidad, para los que no tienen otros ingresos o para estimular al empleo entre los que trabajan pero cobran poco.
Esto ¨²ltimo es una novedad, porque el Pa¨ªs Vasco espera en breve trasladar estas rentas, ahora gestionadas por los servicios sociales, al futuro servicio de empleo vasco. "Porque el reto no es entregar una ayuda econ¨®mica sin m¨¢s, sino vincularla a la consecuci¨®n y mantenimiento de un empleo. Porque en el Pa¨ªs Vasco esto es un derecho subjetivo para el que cumple ciertas condiciones, pero no debe percibirse como una renta incondicional, sino como una v¨ªa para avanzar en el bienestar y la calidad de vida a trav¨¦s de un empleo", afirma Fantova.
Los ayuntamientos, cuyos trabajadores sociales gestionan las ayudas de emergencia municipales y tambi¨¦n las rentas m¨ªnimas de inserci¨®n, como la citada del Pa¨ªs Vasco, saben de sobra c¨®mo han aumentado las necesidades m¨¢s b¨¢sicas en familias que antes ten¨ªan al menos lo suficiente. "Los tr¨¢mites para conceder ayudas que gestionan los trabajadores sociales se han multiplicado por tres", asegura Carmen Tamayo, directora de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Logro?o. "Las emergencias sociales est¨¢n qued¨¢ndose cortas, desde luego", dice. Hace 30 a?os se ayudaba a pagar el agua o la luz, ante una situaci¨®n de extrema necesidad. Ahora, la pol¨ªtica es m¨¢s de intervenci¨®n planificada, alquileres de piso, hipotecas... Y, por otro lado, est¨¢n las ayudas de manutenci¨®n, por ejemplo, complementar las becas de comedor para los ni?os. Con eso te aseguras que al menos hagan bien una comida al d¨ªa. No damos abasto, las listas de espera en los centros de servicios sociales est¨¢n creciendo", a?ade. Este problema es com¨²n en miles de ayuntamientos.
Desde C¨¢ritas avisan: "Si las redes de inserci¨®n y las ayudas sociales flaquean, la cohesi¨®n social se resentir¨¢. Si el Estado no proporciona la protecci¨®n suficiente y el apoyo para revertir estas situaciones de extrema necesidad el grito ser¨¢ s¨¢lvese quien pueda, y se colar¨¢n los discursos xen¨®fobos. Todo ello abrir¨¢ grietas en la cohesi¨®n social".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.