"Os lo rogamos, no nos olvid¨¦is"
Carta abierta al mundo del hijo y la hija de Sakineh Ashtian¨ª, condenada a lapidaci¨®n por la justicia iran¨ª
"Estos d¨ªas, nos sentimos perdidos, intentamos encontrarnos a nosotros mismos.
Todo lo que est¨¢ ocurriendo hace que el sentido de nuestras vidas sea cada vez m¨¢s incomprensible.
Estamos cansados y solo deseamos una cosa: encontrar la paz y el refugio en los brazos de nuestra madre.
Hemos soportado tantas injusticias e insultos, tanto nos hemos ocultado para llorar, que solo podemos estremecernos.
Atravesamos este oscuro camino que es nuestra vida con miedo en el vientre y desesperanza en el coraz¨®n.
Estamos tan cansados, hemos pasado tanto solos, que ya no nos quedan l¨¢grimas para lavar nuestras mejillas. Estamos agotados de tanto llorar y, hoy, desear¨ªamos poder llorar a tu lado.
Estamos cansados de luchar solos.
Quisi¨¦ramos rodearte el cuello con nuestros brazos, abrazarte.
S¨ª, mam¨¢, hace a?os que ni tu sombra ni la de pap¨¢ nos protegen ya. A menudo, nos quedamos mirando fijamente la puerta, pero ahora nos proh¨ªben recibir noticias tuyas.
?Qui¨¦nes somos? ?Seres vivos? ?Para qui¨¦n vivimos? Lo ignoramos. ?Por qu¨¦ nos cre¨® Dios, a mi hermana y a m¨ª? ?Hemos venido al mundo para padecer tantas torturas? ?Por qu¨¦ y hasta cu¨¢ndo? Durante nuestra infancia, mientras nos acurruc¨¢bamos por miedo en las callejuelas sombr¨ªas y fr¨ªas, perdimos nuestra casa.
Mientras las otras muchachas se entreten¨ªan en los brazos de sus madres para que estas les trenzasen los cabellos, mi hermana tiritaba bajo el fr¨ªo y la nieve, rogando a lo largo del gran muro de la prisi¨®n para que, tal vez, la dejasen atisbar a su madre.
Mientras mis camaradas se sentaban junto a sus padres, para que estos les tomasen la lecci¨®n, yo era testigo del asesinato del m¨ªo y, lo que fue a¨²n m¨¢s doloroso, de la falsa e innoble acusaci¨®n contra mi madre, a quien se?alaron como responsable del crimen.
En la escuela, durante los dictados, siempre comet¨ªamos faltas en la palabra "madre" para que el maestro nos castigase a escribirla mil veces en una p¨¢gina en blanco. ?Pod¨¦is imaginarlo?
Houtan, nuestro abogado, tambi¨¦n ha perdido su domicilio. Ya ni siquiera le autorizan a entrar en el Ministerio de Justicia. Su ¨²nico crimen es habernos defendido. Incluso necesita a alguien que le proteja. Esta vida se ha convertido para todos nosotros en una tragedia. Puede que, la semana pasada, durante el registro del bufete de nuestro abogado, el interrogador de los servicios de Informaci¨®n del r¨¦gimen tuviera raz¨®n cuando nos anunciaba que, aunque nuestra madre regresase, "ellos" no volver¨ªan a dejarnos vivir en paz. Pues, seg¨²n ¨¦l, al mundo le preocupa ¨²nicamente su liberaci¨®n, no nuestras vidas.
En efecto, nuestra vida no tiene sentido alguno. Nos rechazan en todas partes, incluso en nuestra propia familia. El d¨ªa en que, en el colmo de la desesperaci¨®n, llam¨¦ a la se?ora Mina Ahadi, y el d¨ªa en que observ¨¦ desde Ir¨¢n el generoso apoyo de nuestros amigos, conocidos y desconocidos, del mundo entero, fueron como una luz en la penumbra de la soledad.
Desde el fondo de nuestros corazones, os suplicamos que sig¨¢is pensado en nosotros, y tambi¨¦n en nuestros semejantes, y en todas esas personas encarceladas en Ir¨¢n, que, siendo inocentes, no tienen la posibilidad de defenderse. S¨ª, os lo rogamos. Os lo suplicamos".
De Sajad y Saeideh, al mundo entero.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva, a partir de la versi¨®n del persa al franc¨¦s del periodista franco-iran¨ª Armin Arefi.
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