La cabeza bajo el ala
El verano, propicios siempre para ser informados de noticias que olvidamos durante el invierno, ha dejado constancia de que, seg¨²n las ¨²ltimas valoraciones, ninguna universidad espa?ola est¨¢ entre las 200 m¨¢s importantes del mundo. En la anterior lista hab¨ªa una -la Universidad de Barcelona-, pero en la actualidad tambi¨¦n ha desaparecido. Hubo unos cuantos comentarios en los peri¨®dicos, aunque no creo que esta informaci¨®n haya amargado las vacaciones a demasiada gente. Unos d¨ªas despu¨¦s de esa noticia La Vanguardia dedicaba una doble p¨¢gina al negocio de la prostituci¨®n en Espa?a y, adem¨¢s de indicar las fabulosas ganancias que implicaba para las mafias, ofrec¨ªa, no s¨¦ bien a trav¨¦s de qu¨¦ medios, un c¨¢lculo de las prestaciones anuales requeridas por los varones espa?oles: 15 millones, un r¨¦cord en Europa y todo un ¨ªndice de la salud sexual, y no sexual, de la sociedad espa?ola.
Al ciudadano-avestruz le importa un comino tener o no buenas universidades
Espa?a es incapaz de tener una universidad de prestigio mundial
En la misma doble p¨¢gina, en un recuadro, los periodistas advert¨ªan que la prostituci¨®n era el segundo negocio con m¨¢s volumen de beneficios, ¨²nicamente por detr¨¢s del de las armas, pero por delante del de las drogas. No me qued¨® claro si por "armas" se entend¨ªa la fabricaci¨®n y exportaci¨®n legal o directamente el tr¨¢fico ilegal de armamento; de ser esto ¨²ltimo la capacidad recaudatoria del pobre Estado quedar¨ªa a¨²n m¨¢s mermada, tras no sacar provecho alguno del dinero negro procedente de las drogas y la prostituci¨®n. De todos modos no hay ning¨²n indicio de que la alarma suscitada en la comunidad sea particularmente grave. Negocios tan rentables, al fin y al cabo, no son fruto de un verano, sino la consecuencia de delitos perpetrados a lo largo de a?os y a la vista de todos. Nadie puede escandalizarse, m¨¢s all¨¢ de cuatro comentarios fugaces.
Sin embargo, como pueden comprobar, el panorama es bastante coherente. Un pa¨ªs que asiste imp¨¢vido a la sedimentaci¨®n del delito, como ocurri¨® tambi¨¦n, durante d¨¦cadas, con la especulaci¨®n inmobiliaria, ?para qu¨¦ necesita buenas universidades? Si lo que prevalece es la corrupci¨®n y la ganancia f¨¢cil por encima del m¨¦rito, ?a qu¨¦ viene rasgarse las vestiduras cuando las estad¨ªsticas incordian con sus fr¨ªos n¨²meros se?alando a tantos j¨®venes predispuestos a la apat¨ªa a falta de otras posibilidades? ?Cu¨¢ntos espa?oles se sienten responsables del desastre educativo?
Creo que necesitar¨ªamos muy pocas manos para contarlos con los dedos. Evidentemente, los culpables son siempre los otros. En especial hay dos figuras que son vistas como monigotes del pim-pam-pum sobre los que lanzar las reacciones airadas cuando emerge un problema: el maestro y el pol¨ªtico. Este¨²ltimo, protagonista de un paisaje utilitarista y sin ideas, incorpora a su profesi¨®n el riesgo de ser se?alado constantemente; los italianos, que saben bastante de estas cosas, ya hace mucho que han asociado el mal tiempo con el porco governo. Por su parte, el maestro, como est¨¢ en la primera l¨ªnea del frente, es el depositario directo del colapso educativo.
Lo grave, e hip¨®crita, de esta concepci¨®n es ignorar que, en realidad, se trata de un fracaso ciudadano que implica la entera percepci¨®n de la democracia. Treinta y cinco a?os despu¨¦s de la muerte de Franco, y con la octava econom¨ªa del mundo -seg¨²n se ha alardeado-, Espa?a es incapaz de tener una universidad de prestigio mundial. Y hay algo peor. A casi nadie parece importarle. O bien se trata de un fracaso de la democracia, tal como hist¨®ricamente se ha entendido este modelo pol¨ªtico, o bien hemos instaurado una democracia de otro tipo, innovadora y vanguardista, para la cual es mucho m¨¢s decisivo tener una selecci¨®n de f¨²tbol campeona del mundo que una universidad entre las primeras del planeta. Si se hacen encuestas a este respecto es casi mejor no saber los resultados. Aunque tambi¨¦n podr¨ªa ser que nos estuvi¨¦ramos adelantando a todos al ensalzar la ignorancia y despreciar el conocimiento, y constituyamos la vanguardia del siglo XXI.
Pero si hay que entender la democracia tal y como la entendieron humanistas e ilustrados el fracaso es evidente, y no ata?e solo a los pol¨ªticos y a los maestros, sino a todos los ciudadanos. Hay unanimidad en que el sistema educativo es un desastre, pero lo ins¨®lito ser¨ªa que tuvi¨¦ramos buenas escuelas y universidades en medio de la indiferencia general. Es cierto que gran parte de la Universidad espa?ola se halla en ca¨ªda libre como consecuencia de sucesivas reformas ineficaces y de una burocratizaci¨®n sin l¨ªmites que acaba premiando a los mediocres, pero no es menos cierto que los buenos -o excelentes- profesores que sobreviven lo hacen en un ambiente descorazonador en el que la falta de est¨ªmulos procede, en primer lugar, del escaso inter¨¦s y prestigio del conocimiento en el seno de la comunidad.
A trav¨¦s de la sempiterna pantalla de televisi¨®n -con un consumo medio de tres horas diarias por habitante- los adolescentes son informados puntualmente de que los h¨¦roes son deportistas multimillonarios, los especuladores, los tertulianos gritones, las prostitutas de lujo y toda esa chusma que se pasa el d¨ªa juzgando y sentenciando a los dem¨¢s. Este esperpento permanente transmite un mensaje claro: ?para qu¨¦ sirve la cultura?; para nada, pues lo que sirve es la palabra hueca, la neurona lenta y la rapi?a veloz. Y frente a esa invasi¨®n la resistencia de los ciudadanos, hay que reconocerlo, es escasa. La conciencia cr¨ªtica disminuye hasta casi anularse, empezando por la que ata?e a la vida pol¨ªtica, pero con repercusiones en todos los estratos de la sociedad. Con estar atentos a la pobreza del lenguaje utilizado por los espa?oles, desde el que se usa en los Parlamentos hasta el que se puede escuchar en los restaurantes, uno puede formarse una idea bastante n¨ªtida de la situaci¨®n.
No nos enga?emos. Pol¨ªticos sin grandeza y profesores desorientados solo son responsables secundarios de la escas¨ªsima formaci¨®n media de los j¨®venes; el responsable directo es el ciudadano-avestruz, el protagonista de una democracia fraudulenta en la que se enfatizan los derechos y se reh¨²yen los deberes, siempre mirando hacia otro lado o con la cabeza bajo el ala. El ciudadano-avestruz nada quiere saber de la destrucci¨®n del litoral mientras esto no vulnere sus intereses; nada le afecta la corrupci¨®n mientras no se grave su bolsillo; en nada le concierne el asentamiento de las mafias mientras ¨¦l pueda ir tirando; le importa un comino tener o no tener buenas universidades mientras la diversi¨®n est¨¦ asegurada. Siempre podr¨¢ acusar a los pol¨ªticos -reclutados a su imagen y semejanza- de sus errores. Porco governo. El espantap¨¢jaros.
Lo malo es que finalmente se consigue una democracia de avestruces; todos con la cabeza bajo el ala y, por supuesto, sin mirar nunca de frente.
Rafael Argullol es escritor.
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