Complejo retrato de un buscavidas con arte
Me hab¨ªan llegado estimulantes noticias de El gran V¨¢zquez a cargo de gente que ya la hab¨ªa visto en los pases de prensa anteriores a su exhibici¨®n en San Sebasti¨¢n. A saber. Que era una comedia de segunda fila, que resultaba escandaloso que un producto de caracter¨ªsticas tan leves compitiera en la trascendente secci¨®n oficial de un festival, que la interpretaci¨®n de Santiago Segura volv¨ªa imperdonablemente a repetir los previsibles registros de Torrente, ese personaje equivalente a una grosera mina de oro sin fecha de caducidad. Intuir ante esos desde?osos comentarios que no me voy a encontrar con sacralizado cine de autor y que con un poco de suerte incluso me provoca unas risas, o recordar que el personaje que se invent¨® Segura en la espl¨¦ndida primera entrega de Torrente (el resto me sobran) es una de las cosas m¨¢s graciosas y salvajes que le han ocurrido al cine espa?ol, me despierta la esperanza de pasar un rato agradable, esa impagable ordinariez. Y por supuesto, lo consigue.
El director ?scar Aibar habla en El gran V¨¢zquez de una ¨¦poca en la que los ni?os devor¨¢bamos tebeos, antes de que la cultura acad¨¦mica se empe?ara en santificarlos con la enf¨¢tica etiqueta de c¨®mic. En el subconsciente y en el recuerdo de varias generaciones que eran cr¨ªos en la d¨¦cada de los sesenta siempre existir¨¢ un agradecido lugar de honor para las disparatadas historietas, el humor surrealista, la imaginaci¨®n, el esperpento y los delirios que protagonizaban aquellos personajes divertidos y entra?ables, extraordinariamente dibujados, un mundo que te resultaba familiar, un ant¨ªdoto infalible contra el aburrimiento, la inapelable tarea de convencer a tus padres, e incluso de mangar unas pesetas si se pon¨ªan intransigentes, para tu gozosa y permanente cita con ese tesoro que vend¨ªan en el quiosco.
Aibar resucita meritoriamente el tono, la atm¨®sfera, la tipolog¨ªa y el color de esos a?os, homenajeando a un tal Manuel V¨¢zquez, al creador de un universo habitado por las hermanas Gilda, Anacleto, la familia Cebolleta, la Rue del Percebe, de tantas situaciones generadoras de risa. Pero, aunque el potente cerebro, la interminable fantas¨ªa y los art¨ªsticos dedos del homenajeado estuvieran al servicio de la diversi¨®n ajena, la vida de se?or tan pintoresco rozaba frecuentemente la sordidez. Su supervivencia se alimentaba de trampas y timos, desverg¨¹enza y mentiras, cinismo y transgresi¨®n, alguien desbordantemente simp¨¢tico que no dudar¨ªa en levantarle la cartera a su mejor colega, inventarse repetidamente la muerte de su padre para justificar sus turbias movidas, dejar tiradas a sus variadas mujeres e hijos, ejercer incansablemente de buscavidas.
Con este material tan complejo, consigue que ese ex¨®tico personaje, ese profesional del enga?o, te haga gracia y que le encuentres pat¨¦tico, gags hilarantes en medio de la tragicomedia, aroma a veracidad en la descripci¨®n de un tiempo y de un pa¨ªs, el merecido tributo a una editorial especializada en endulzar la existencia de la gente con aquellos memorables tebeos. Bruguera hac¨ªa contratos feudales a sus dibujantes, pas¨¢ndose por los genitales cosas tan l¨®gicas como los derechos de autor, pero tambi¨¦n ofreci¨® refugio y anonimato a muchos perdedores de la Guerra Civil, en su jefatura conviv¨ªan los humanistas y los tecn¨®cratas. Huelga decir que los segundos acabaron ganando, enchironando al canallita V¨¢zquez, imponiendo negros en el mundo que ¨¦l hab¨ªa creado, explot¨¢ndole para que pagara la factura moral de sus estafas.
Seductor y p¨ªcaro
Todo ello est¨¢ narrado con expresividad y matices, sorna y comprensi¨®n, retratando las luces y las sombras del muy genuino, miserable, seductor, p¨ªcaro y compadecible V¨¢zquez. Santiago Segura est¨¢ muy bien, tan contenido como eficaz. No es Torrente, es V¨¢zquez. Y da mucho gusto ver a secundarios excelentes (una tradici¨®n que afortunadamente no se ha extinguido en el cine espa?ol) como Enrique Vill¨¦n y ?lex Angulo haciendo mod¨¦licamente su trabajo. Si el tono medio de la industria nacional lo representaran productos tan dignos como El gran V¨¢zquez, habr¨ªa razones para el alborozo. Me temo que ser¨¢ otra flor aislada. En medio de tanta sobredosis de artistas puros, no faltar¨¢n las opiniones necias que la consideren despreciativamente como otro grosero producto artesanal. Y se quedar¨¢n tan felices en compa?¨ªa de su gozosa lucidez.
Me suena el nombre del director coreano Kim Jee-Woon, pero no logro hacer memoria de sus fechor¨ªas. Es penosa mi capacidad para el olvido con una muy notable parte del cine oriental. Algo que no le debe ocurrir al numeroso y extasiado p¨²blico que ha despedido con una ovaci¨®n su pel¨ªcula I saw the devil, algo comprensible si esta se exhibiera entre adictos incurables a la Semana de Cine de Terror, pero muy raro si las aficiones se rigen por la normalidad. El argumento de este engendro es deudor en parte de las admirables pel¨ªculas de David Fincher Seven y Zodiac, pero su expresividad est¨¢ emparentada con la que caracteriza a Shaw y sus infames secuelas. ?D¨®nde radicar¨¢ el encanto del gore? La respuesta solo puede ofrecerla la psiquiatr¨ªa. Seamos tolerantes y democr¨¢ticos en la convicci¨®n de que hay leg¨ªtimos gustos para todos.
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