Esta generaci¨®n busca un plan B

Sienten que est¨¢n en el lugar y en el sitio equivocados. Han ca¨ªdo nada m¨¢s empezar a andar. La crisis, que alguna vez creyeron que era cosa de los banqueros, se ha cruzado en su camino y, dos a?os despu¨¦s de hacer saltar los diques de Wall Street, ha llamado a sus puertas y quebrado sus expectativas. Toda una generaci¨®n de j¨®venes espa?oles, azotada por el paro m¨¢s alto de Europa, improvisa un 'plan B' mientras ve c¨®mo se agranda la brecha generacional, c¨®mo el para¨ªso intuido se aleja, c¨®mo empiezan a vivir peor que sus hermanos mayores, c¨®mo se limita su acceso al trabajo, la casa o el coche, c¨®mo se esfuerzan pero no avanzan. Y con ellos el futuro de Espa?a y de su econom¨ªa.

"Mi trabajo era un lujazo. Era electricista y ganaba m¨¢s que un universitario. Y a las seis en casa", dice Iv¨¢n

"Si no emigro, me estanco. Peor no puedo estar. No quiero que mis padres sigan preocupados por m¨ª", cuenta Lorena

Sin solemnidades, tener a media generaci¨®n en el paro es un problema de Estado, aunque no est¨¦ en la agenda pol¨ªtica

El mercado laboral espa?ol es cruel con los extremos. No absorbe a quienes no estudian y frustra a los m¨¢s formados

"Cuando los mayores dicen que ellos sufrieron temporalidad, olvidan que era algo transitorio", afirma un soci¨®logo

"Estoy agradecida a mis padres, pero convivir es dif¨ªcil. Si ligas, tienes que avisar de que no val a dormir", se queja Coral

En Reino Unido ya se habla de una lucha entre los j¨®venes de ahora y los "baby boomers", que acumulan la riqueza

"Lo hemos pasado fatal. Y si hasta el FMI te pone la etiqueta de 'perdido', es que est¨¢s acabado. Ya es lo que nos faltaba"

EL PA?S arranca hoy, con las historias de Iv¨¢n, Coral, Lorena, David y muchos otros una serie sobre una generaci¨®n de j¨®venes que sufre el paro y la precariedad. Su retrato se ofrecer¨¢ diariamente y a lo largo de las pr¨®ximas semanas en las p¨¢ginas del peri¨®dico y en la web. En www.elpais.com/especial/preparados se publicar¨¢n m¨¢s reportajes, se organizar¨¢n debates con expertos y se difundir¨¢n v¨ªdeos con testimonios. Los lectores pueden participar enviando su opini¨®n a soyunjovenencrisis@elpais.es y en Eskup, la red social de EL PA?S, hay un espacio abierto al intercambio entre lectores en el que tambi¨¦n intervendr¨¢n los diez periodistas, menores de 35 a?os, que trabajan en la serie.

Este verano, Lorena N¨²?ez era la socorrista de una piscina en Lugo. Le¨ªa un libro a ratos, cuando no hab¨ªa nadie en el agua. Dice que muchos ba?istas se acercaban a preguntarle "por la novela". Se r¨ªe al acordarse de la cara de sorpresa que se les quedaba al ver que era un manual de energ¨ªa fotovoltaica. La cara de m¨¢s sorpresa la pon¨ªan luego, cuando ella les contaba que est¨¢ haciendo un m¨¢ster en energ¨ªas renovables, que tiene otro de prevenci¨®n de riesgos laborales, y que es licenciada en Qu¨ªmicas e ingeniera t¨¦cnica industrial. Tiene 30 a?os y busca trabajo. Cualquier trabajo

La noche en que Iniesta convirti¨® a Espa?a en campeona del mundo, Iv¨¢n Miguel, de 23 a?os, sali¨® a la calle a celebrarlo. Las cosas volv¨ªan a irle a bien: tras pasar dos a?os en el paro, llevaba un mes trabajando de camarero. El contrato deb¨ªa acabar en octubre. Pero a la ma?ana siguiente, con la euforia a¨²n en el cuerpo, recibi¨® un SMS: "Tengo que hablar contigo". "Era el encargado. Me despidi¨®. Pas¨¦ de estar feliz a que se me cayera el mundo encima. Ya no me quedaba paro, que no dura siempre". Indemnizaci¨®n y otra vez a pensar qu¨¦ hacer.

Iv¨¢n est¨¢ sentado en una terraza de la plaza de su pueblo, Barajas, en Madrid. Vive con sus padres y su hermano de 11 a?os. "Ellos ya tienen lo suyo", cuenta algo inc¨®modo. "Ya no tengo 14 a?os para decirle: pap¨¢, dame 20 euros para salir... aunque a veces les pido. Quieres hacer tu vida y no puedes. Ahora tengo que pagar el coche y un dinero que le debo a mis padres". Desde que en el verano de 2008 perdi¨® su empleo de electricista -solo particip¨® durante un a?o del fest¨ªn inmobiliario-, el ambiente en casa no es el mejor. "Me apoyan, pero tambi¨¦n me dicen que encuentre algo ya. Estudiar, ni me lo planteo por ahora. Estoy asfixiado, necesito trabajar. Lo suyo ser¨ªa estar pagando ya un piso, o estar apuntado para ver si me toca uno de protecci¨®n oficial. Pero no puede ser. Y tampoco puedo vender el coche porque en muchos trabajos me lo piden".

A finales de 2007, Espa?a parec¨ªa ir bien. Mientras Iv¨¢n disfrutaba del coche comprado a plazos a golpe de obra (a unos 1.200 euros cada una), el mayor tsunami financiero de la historia avanzaba en su direcci¨®n. No lo vio venir. Ni ¨¦l, ni los ministros de Econom¨ªa de la UE, ni quienes ten¨ªan que tomar decisiones pol¨ªticas. En octubre de aquel a?o, la tasa de paro de los menores de 25 en Espa?a era del 18,5%.

Once meses m¨¢s tarde, en Nueva York se cocinaba la quiebra de Lehman Brothers, el gigante de inversi¨®n. Los Gobiernos empezaron a rescatar bancos, los cr¨¦ditos se endurecieron, la burbuja inmobiliaria estall¨®... y el paro, aqu¨ª, empez¨® a sumar puntos. El de los j¨®venes tambi¨¦n: 22,3% (octubre 2008), 34,8% (febrero 2009), 39,5% (enero 2010)... hasta el 42% de julio, ¨²ltimo dato publicado. En tres a?os, se han esfumado 2,5 millones de puestos de trabajo de menores de 25 a?os en toda Europa. Uno de cada cuatro estaban en Espa?a, cuya tasa de desempleo duplica la de la UE.

Los veintea?eros tardar¨¢n una d¨¦cada en recuperar la tasa de empleo anterior al desplome. La crisis no solo ha mermado las expectativas de los que tienen entre 16 y 35 a?os. Sin solemnidades, tener a la mitad de una generaci¨®n atrapada en el paro, frustrada y desmotivada es un lastre para la econom¨ªa, que tendr¨¢ un enorme coste para Espa?a. Y si una generaci¨®n se estanca, ser¨¢ dif¨ªcil salir de la crisis, lo que a su vez dificultar¨¢ que estos se integren. Un triste bucle. Y eso se parece bastante a la definici¨®n de problema de Estado. Aunque no est¨¦ en el debate pol¨ªtico.

La crisis tambi¨¦n ha abierto una brecha entre ellos y sus padres. Aqu¨ª y ahora existe una fisura entre trabajadores de un mismo nivel pero de generaciones distintas. Conviven dos realidades. "Los menores de 35 a?os, laboralmente tienen poco que ver con los de m¨¢s de 40", dice el soci¨®logo Esteban S¨¢nchez, que ha dirigido varios estudios sobre j¨®venes y precariedad. "Hay una doble escala salarial. Y no es solo cuesti¨®n de cu¨¢nto se cobra. Tambi¨¦n tienen peores horarios, menos derechos...".

Mientras Lorena N¨²?ez repasa los muchos cursos que ha hecho (el CAP para ser profesora de secundaria, el carn¨¦ de operador de calderas...), cae en la iron¨ªa: solo el de salvamento acu¨¢tico y primeros auxilios la rescat¨® del paro. Por un par de meses. "De ingeniera prefieren contratar a alguien de los ciclos formativos, que cobran menos. Es muy dif¨ªcil meter la patita. Aunque tengas pr¨¢cticas y hayas trabajado de lo tuyo". Segu¨ªan sin llamar -tic-tac-, y Lorena se trag¨® sus expectativas y se puso a mandar curr¨ªculos a todas partes: profesora de academia, camarera, limpiadora... "No me llaman ni para entrevistas. Vivo con mi hermana, que me mantiene con ayuda de mis padres, y de mis ahorros de dar clases sueltas o lo de la piscina... Siento que estoy en el momento y lugar equivocados".

Puede que toda una generaci¨®n lo est¨¦. "M¨¢s que perdida, est¨¢ encontrando su lugar", dice Cefer¨ª Soler, de la escuela de negocios ESADE, refiri¨¦ndose a la frase que pronunci¨® el lunes pasado el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Khan, en la Conferencia del Empleo de Oslo: "Si no se adoptan las medidas adecuadas para hacer frente a esta tragedia, el coste econ¨®mico y social ser¨¢ tremendo porque estamos hablando de una generaci¨®n perdida". Y no miro a nadie, pod¨ªa haber a?adido. Todo el mundo entendi¨® que hablaba de Espa?a.

Lorena se ha comprado un billete de avi¨®n -tic-tac, tic-tac-. En octubre emigra a Londres. "Si no me voy, me estanco. Peor ya no puedo estar. Y no quiero que mis padres sigan preocup¨¢ndose por m¨ª", musita. Es consciente de que en Inglaterra las cosas tampoco ser¨¢n f¨¢ciles. All¨ª el paro juvenil ronda el 19,7%, la tasa m¨¢s alta desde 2005. Despu¨¦s de tres a?os de crisis, a la mayor¨ªa ya no le vale con resistir y esperar tiempos mejores. Ven cada vez m¨¢s lejos la vida que ten¨ªan o que esperaban conseguir. La nueva realidad les ha obligado a improvisar un plan B sobre la marcha. Todos se preguntan, ?cu¨¢nto va a durar esto?

La experiencia de las anteriores crisis econ¨®micas en Espa?a, la de 1976-1985 y la de 1991-1993, nos ense?a que los efectos negativos sobre cada cohorte de edad (los nacidos en un periodo de cinco a?os) persisten en el tiempo. Hasta siete a?os despu¨¦s de que los economistas decreten que se acab¨® la recesi¨®n.

Luis Garrido, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la UNED experto en el mercado laboral espa?ol, ha analizado estos datos para EL PA?S. El objetivo era saber qu¨¦ les sucedi¨® a los j¨®venes que vivieron otras crisis. En total son diez a?os perdidos colectivamente, tres de ca¨ªda del empleo y siete para llegar al punto de partida. Eso si logran llegar. Porque algunos no consiguen recuperarse. Entre los que solo tienen estudios primarios, las sucesivas crisis han ido convirtiendo a un 7% en desocupados cr¨®nicos. "Es muy distinto lo que les sucede a los universitarios, que s¨ª, tambi¨¦n tardan 10 a?os, pero se recuperan. Alcanzan la situaci¨®n anterior de empleo e incluso la mejoran".

?Qu¨¦ les va a pasar ahora a los que tienen entre 17 y 21 a?os, los ¨²ltimos en llegar? "Todo indica que esos tres a?os de ca¨ªda que se repiten en otras crisis est¨¢n a punto de acabar", explica Garrido. "A partir de ahora, si todo va igual, les quedan siete a?os para volver a la casilla de salida".

Iv¨¢n Miguel no pensaba que Espa?a fuera a ganar el Mundial de f¨²tbol. Ni que la crisis fuera "esto". "Mi trabajo era un lujazo. Estudi¨¦ un grado medio de FP de electricidad porque era lo que me gustaba. Antes, un electricista ganaba m¨¢s que un universitario. Eso seguro. Fui el ¨²ltimo en llegar y me sacaba entre 1.200 y 1.500 euros por obra. Me compr¨¦ el coche, me pas¨¦ a contrato de tel¨¦fono m¨®vil, y como a las seis de la tarde ya estaba en casa, pod¨ªa jugar con mi equipo de f¨²tbol, y tres veces a la semana entrenaba a chavales del colegio. Los fines de semana siempre libres, y los festivos, tambi¨¦n".

Aquello dur¨® un a?o. Hoy se muere por un trabajo de camarero por 900 euros brutos, 11 horas de trabajo diarias y un d¨ªa libre a la semana. "Si no te gustaba tu trabajo, consegu¨ªas otro. Le dec¨ªas al jefe que te pagara m¨¢s... y ahora se lo dices y te responde que ah¨ª est¨¢ la puerta y que hay 800 como t¨² que trabajan por menos. Ahora te achicas a lo que sea".

El mercado laboral espa?ol es cruel con los extremos. No absorbe a quienes no estudian y frustra a los m¨¢s formados. La sobrecualificaci¨®n es uno de los viejos problemas estructurales que padecen los j¨®venes. "Supone un derroche de talento que apenas se corrige, tampoco con la edad", dice Almudena Moreno, coautora del informe Juventud 2008. En Panorama de la educaci¨®n 2010, la OCDE constata que un 40% de universitarios espa?oles se tienen que conformar con puestos que no requieren t¨ªtulo superior.

Nada que sorprenda a Andreu L¨®pez, soci¨®logo y colaborador habitual del Instituto de la Juventud. "Cada vez que voy al banco le pregunto a la persona que atiende en la ventanilla por su nivel de estudios. Las ¨²ltimas cinco veces, la respuesta ha sido licenciado en Econom¨ªa, Administraci¨®n y Direcci¨®n de Empresas... Antes con un m¨®dulo bastaba. Es lo que llamamos el down pushing o presi¨®n hacia empleos de menor cualificaci¨®n".

Uno de cada cinco licenciados menor de 30 a?os no encuentra trabajo (uno de cada tres, en los menores de 24). Ning¨²n tipo de trabajo. El 3,7% de los doctores, tampoco. Para los menos formados, la cosa pinta mucho peor. Quienes se quedaron en la ESO sufren ahora un paro del 52%, que se dice pronto (62% si acotamos a los menores de 25). El riesgo de que muchos queden excluidos del mercado laboral es real. "Ese es EL problema", dice un experto del Ministerio de Trabajo. "La mayor¨ªa dej¨® de estudiar durante los a?os de crecimiento para emplearse en la construcci¨®n. Trabajando a destajo ganaron sus buenas pesetas, y hace mucho que se fueron del sistema educativo sin ninguna preparaci¨®n". En 2008, la tasa de abandono escolar temprano (antes de terminar la ESO) era del 32% (17 puntos por encima de la media europea). "Recuperar a esas personas es el gran reto de este pa¨ªs", afirma. ?Se est¨¢n tomando medidas? "No muchas", confiesa.

Mi¨¦rcoles 15 de septiembre. En esta sala gris, de techos altos y llena de m¨¢quinas, todo el mundo est¨¢ ocupado en algo. Algunos llevan guantes y mono de trabajo. Las aulas de este centro de formaci¨®n para el empleo en Moratalaz, un barrio obrero de Madrid, parecen f¨¢bricas. Pero aqu¨ª no trabaja nadie. "Se aprende a ser frigorista", aclara David M., de 20 a?os.

"?Curr¨ªculo?". La pregunta provoca risas en el grupo de los que salen en la foto de portada de este suplemento. Estamos en el patio del centro de formaci¨®n, adonde llega la cola del paro de la oficina de empleo que est¨¢ justo al lado. "Yo nunca hab¨ªa tenido que ense?ar un curr¨ªculum. Iba a la obra y mostraba lo que sab¨ªa. Eso es lo que me exig¨ªan", dice Eduardo Cerrillo, de 33 a?os. ?l siempre ha sido fontanero, desde los 16 a?os, y estudi¨® la EGB. Vive con su novia, que tambi¨¦n se ha quedado en paro. "El banco quiere lo suyo por la casa. Al final le he tenido que pedir un pr¨¦stamo a mi padre". Otro compa?ero del curso de formaci¨®n, Hern¨¢n Garc¨ªa, de 31 a?os, ha tenido que volver a casa de sus padres. Lleva un a?o en paro. Ha trabajado desde los 16 de alba?il, de administrativo, de montador de escenarios para eventos, de repartidor de comida a domicilio... y recuerda cuando "pod¨ªas elegir en qu¨¦ obra trabajar y si te interesaba o no".

Hace dos a?os de eso. Y aunque los expertos y mucha gente sospechaba que aquello era insostenible, tuvo que desplomarse para que vi¨¦ramos lo absurdamente hinchada que lleg¨® a estar. Solo despu¨¦s Hern¨¢n empez¨® a "hacer pol¨ªgonos": repartir curr¨ªculos por las empresas. Ma?anas enteras. Ahora toca reciclarse.

David empez¨® este curso hace dos semanas, harto de no tener "el papel", dice. "El diploma de que has hecho una formaci¨®n en condiciones, que es lo que te piden". Adem¨¢s le gusta. Tras acabar la ESO -"repet¨ª dos veces, vas pasando de curso, acabas y te dices: ?y ahora qu¨¦?"-, trabaj¨® un a?o de mozo de almac¨¦n. "Mira, 540 euros por cuatro horas me ven¨ªan perfecto. Me saqu¨¦ el carn¨¦ de conducir con mis ahorros, que eso lo hace poquita gente. Me entraba dinero por la cuenta, dejaba algo en casa, sin derroche, y ten¨ªa mi autonom¨ªa". En enero de 2009, cuando volvi¨® a las ETT a buscar trabajo, se empez¨® a dar cuenta de que ya no val¨ªa con decir "yo s¨¦ hacer eso". "Si no llevas un t¨ªtulo, ni en los Carrefour, ni en los D¨ªa, ni nada".

La educaci¨®n es el sitio al que volver cuando en la calle hace fr¨ªo. Este a?o, la FP ha tocado techo: se han inscrito 34.000 personas m¨¢s que el a?o pasado (otros 40.000 se han quedado fuera por falta de plazas). Tambi¨¦n la Universidad lo ha notado: se han matriculado en Selectividad 230.000 alumnos m¨¢s, el mayor aumento de los ¨²ltimos 15 a?os. Y la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia ha visto aumentar sus alumnos el 37%.

Pero por mucho que estudien, hay un factor contra el que es dif¨ªcil luchar: cuando las cosas se ponen feas, el precario es el primero en salir. "Cuando hay una intensa destrucci¨®n de empleo, los j¨®venes son los m¨¢s vulnerables", explica Santos Ruesga, catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. "El mercado espa?ol tiene una capacidad de generaci¨®n de empleo muy r¨¢pida, y en una crisis expulsa igual de r¨¢pido a los que se acaban de incorporar. Son los m¨¢s baratos y prescindibles". Y a estos j¨®venes que han sido expelidos de su puesto se suman los que luchan por conseguir el primer empleo. Porque si ya era dif¨ªcil "meter la patita", ahora lo es much¨ªsimo m¨¢s. "Los que se incorporan al mercado laboral en un periodo recesivo sufren m¨¢s precariedad, mayor sobrecualificaci¨®n y peores salarios a lo largo de su vida que los que entran en un periodo expansivo", advierte Jos¨¦ Garc¨ªa-Calvo, catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

Coral Herrera, de 32 a?os, a veces piensa que se equivoc¨®. En estudiar letras y en empe?arse en ser doctora en Estudios de G¨¦nero. "Ya he tomado la decisi¨®n de buscar trabajo de lo que sea. Este verano he comprendido que ten¨ªa que rendirme, aunque sea solo en parte. Al principio te resistes mucho, piensas en lo que te cost¨® escribir la tesis, en c¨®mo te vendieron la carrera de Humanidades, que si iba a trabajar en un museo, o en la Universidad, o en un organismo tipo la Unesco". La semana pasada, cuando estaba enviando curr¨ªculos a supermercados, se top¨® con una imagen-bucle que le provoc¨® "horror". "Me vi a m¨ª misma otra vez sentada en la caja, vestida con el mismo uniforme pasando latas por la cinta... diez a?os despu¨¦s, una carrera despu¨¦s, una tesis despu¨¦s. En ese supermercado no echo el curr¨ªculo. Aunque solo sea por no sentir que es exactamente la misma situaci¨®n".

Su plan de acci¨®n consiste en dise?ar cinco tipos de curr¨ªculo distintos, "porque para algunos trabajos ser doctora provoca rechazo. As¨ª que lo he quitado". Y ah¨ª anda, con su curr¨ªculo de Coral la investigadora (con su doctorado sobre la construcci¨®n sociocultural del amor, su web, sus art¨ªculos en revistas, su trabajo en dos editoriales, su tesis), el de Coral la profesora (donde aparecen todas las academias en las que ha dado clase, en varias sin contrato ni Seguridad Social), Coral la conferenciante (con las charlas que ha dado sobre su tesis), Coral la actriz (lleva a?os haciendo teatro y tiene experiencia en producci¨®n) y Coral la valeparatodo. Ah¨ª resalta todos los empleos que ha desempe?ado mientras estudiaba: grabadora de datos, teleoperadora, camarera, encuestadora. "Llevo trabajando desde los 18 a?os y solo tengo un a?o cotizado", explica.

La famosa brecha. El joven que llega ahora al mercado laboral se encuentra un escenario totalmente distinto al que se encontraron sus padres. "Cuando los mayores les dicen que ellos tambi¨¦n pasaron por lo mismo, no mienten, pero s¨ª pasan por alto algunas cosas", dice Esteban S¨¢nchez. "Ellos tambi¨¦n sufrieron la temporalidad, pero esa situaci¨®n no se prolongaba tanto. Era algo transitorio que ahora se ha convertido en un sistema laboral en s¨ª mismo. Y esto puede crear una ruptura generacional. Porque el menor de 35 a?os no se identifica con nada relacionado con lo laboral, como s¨ª lo hacen sus mayores. Ni con los sindicatos ni con la propia empresa. Si esta no le garantiza nada, ellos no sienten ninguna gratitud ni obligaci¨®n hacia ella".

El resultado de esta realidad, es que solo uno de los entrevistados para este reportaje ha podido emanciparse. La falta de control sobre el trabajo acaba en una falta de control sobre la propia vida. "Si no saben d¨®nde trabajar¨¢n en seis meses, no se compran una casa ni tienen hijos, y en la mayor¨ªa de casos, ni siquiera dejan el hogar paterno", contin¨²a S¨¢nchez.

Coral pudo salir de casa durante cuatro a?os, mientras escrib¨ªa la tesis, porque recibi¨® una beca doctoral y se fue a vivir a una casa que le prestaron sus abuelos. Ahora ha tenido que volver con sus padres y se siente "como una adolescente, no como una mujer de 32 a?os. Me han educado para ser independiente y valerme por m¨ª misma. Estoy agradecida a mis padres, pero la convivencia es complicada. Llega un s¨¢bado, ligas por ah¨ª y tienes que llamar a casa para decir que esa noche no vuelves a dormir. Otras veces no salgo, o salgo m¨¢s tarde porque estoy harta de que mis amigos me paguen la cena, de heredar ropa de mis amigas, de no poder viajar, de poder ir solo a conciertos y exposiciones del circuito gratuito, de deberle dinero a mi familia y a algunos amigos".

A pesar de que el mercado laboral les ha fallado, los menores de 35 a?os han disfrutado de protecci¨®n y apoyo familiar y, por lo general, de una vida c¨®moda. Han crecido disfrutando de unos derechos adquiridos por los que antes lucharon sus abuelos y sus padres. Pero los pilares del Estado del bienestar, que parec¨ªan intocables, en el nombre del d¨¦ficit empiezan a no parecerlo tanto. La reforma laboral (contra la que el pr¨®ximo 29 de septiembre hay convocada una huelga general) favorece el despido. Las pensiones, de las que el Gobierno ya no oculta que planea una reforma, posiblemente ser¨¢n las pr¨®ximas en salir mermadas.

Clara Fern¨¢ndez sabe que su futuro ser¨¢ distinto al de su madre. Tiene 25 a?os y vive con ella en Usera, un barrio obrero de Madrid. Ambas ilustran el cambio que ha vivido una generaci¨®n. Su madre, Felipa Gil (57 a?os) es la cuarta de ocho hermanos y creci¨® en un pueblo famoso por sus chorizos, Cantimpalos (Segovia). Lleg¨® a la capital cuando su padre, que fue sereno, abri¨® una casa de hu¨¦spedes. "Pude estudiar porque una monja me seleccion¨® para hacer magisterio", cuenta Feli. Ya en Madrid, encontr¨® trabajo en un colegio. A los 20 a?os la hicieron indefinida (conserva su primera n¨®mina: 9.273 pesetas). A los 25, se cas¨®. A?os m¨¢s tarde se separ¨® y tir¨® para delante con sus dos hijas. A finales de los setenta compr¨® en el humilde barrio de Usera un piso peque?o por dos millones de pesetas (12.000 euros) a un 14% de inter¨¦s. En 1999 lo vendi¨® "en tres d¨ªas" y con lo que obtuvo m¨¢s un cr¨¦dito se compr¨® otro de tres habitaciones por 15 millones (90.000 euros).

Y ah¨ª vive con su hija menor, licenciada en Educaci¨®n Social y Psicopedagog¨ªa. "Trabajo desde que tengo 18 a?os, pero solo me han pagado dos veces", explica Clara. "He cuidado de ni?os autistas, de adultos con discapacidad intelectual, he sido voluntaria en la planta de Oncolog¨ªa infantil del Hospital 12 de Octubre... Siempre gratis. La ¨²nica vez que me pagaron cobr¨¦ 300 euros por un mes de trabajo en un campamento para ni?os discapacitados. Y con responsabilidades: ten¨ªa que repartir medicamentos, algo completamente ilegal. En fin. Que, visto lo visto, he decidido apostar por mi otra gran pasi¨®n y estoy preparando las pruebas de acceso a la Real Escuela de Arte Dram¨¢tico".

En Reino Unido, donde la crisis ha destruido 400.000 puestos de j¨®venes (solo les supera Espa?a, con 644.000 empleos menos), hay quien ya avecina una lucha entre generaciones. El diputado conservador David Willetts, secretario de Estado de Universidades y Ciencia, public¨® en enero un libro cuyo t¨ªtulo deja clara su tesis: El robo. De c¨®mo los 'baby boomers' robaron el futuro de sus hijos. Y de por qu¨¦ deber¨ªan devolv¨¦rselo. La de los baby boomers es la generaci¨®n de Felipa, nacidos en los cincuenta y sesenta. Y los hijos a los que habr¨ªan "robado el futuro", la de Clara. Willetts se apoya en un c¨¢lculo: los mayores de 50 a?os, los grandes beneficiados de la burbuja inmobiliaria, acumulan el 80% de la riqueza personal del pa¨ªs, dejando a sus hijos y nietos las migajas hasta que hereden, cosa que suceder¨¢ muy tarde gracias a la mayor longevidad.

El lunes pasado, Diana D¨ªaz, una cacere?a de 27 a?os, estaba comiendo con sus padres mientras ve¨ªan el telediario cuando Strauss-Kahn dijo aquello de la "generaci¨®n perdida". A Diana, licenciada en Publicidad y Relaciones P¨²blicas, con un MBA, dos a?os de experiencia en agencias por 300 o 500 euros al mes y en paro desde febrero, se le cay¨® una l¨¢grima. "Perdido es negativo, es un punto de no retorno, es quedarse en el camino", cuenta por tel¨¦fono. "Si hasta el FMI te pone la etiqueta, es que est¨¢s acabado. Y ya es lo que nos faltaba. Que lo hemos pasado fatal en casa".

Igual que en la de David, de Coral, de Iv¨¢n, de Lorena, de Hern¨¢n, de Eduardo. Cuando Diana apag¨® la tele, escribi¨® una carta al director que EL PA?S public¨® el viernes. Acaba as¨ª: "(...) Dominique, d¨¦jeme decirle que, en la cocina de mi casa, su generaci¨®n perdida rumia los d¨ªas interminables de un sistema financiero en el que apenas se ha visto involucrada. En la cocina de mi casa, Dominique, la m¨ªa, ma?ana, seguir¨¢ siendo la 'generaci¨®n esperanzada"