Por qu¨¦ EE UU no funciona
A medida que la econom¨ªa se acercaba a trompicones hacia el segundo aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, el an¨¦mico crecimiento de EE UU ha dejado el paro sumido en una cifra cercana al 10%, con pocas perspectivas de mejorar pronto. No debe sorprender, entonces, que ya cerca de las elecciones del congreso en noviembre, que marcan la mitad del periodo presidencial, los estadounidenses se pregunten con enojo por qu¨¦ las pol¨ªticas de est¨ªmulo hiperagresivas del Gobierno no han cambiado la situaci¨®n. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede hacer, si es que lo hay?
La respuesta honesta, y una que pocos votantes desean escuchar, es que no hay varitas m¨¢gicas. Se tard¨® m¨¢s de una d¨¦cada en cavar el hoyo actual, y salir de ¨¦l tambi¨¦n llevar¨¢ tiempo. Como Carmen Reinhart y yo advirti¨¦ramos en nuestro libro sobre 800 a?os de historia de las crisis financieras (con el ir¨®nico t¨ªtulo de Esta vez es diferente), una recuperaci¨®n lenta y prolongada con un paro constante y sostenido es la norma tras las crisis financieras profundas.
Los estadounidenses deber¨¢n tener paciencia mientras la econom¨ªa sale poco a poco del agujero
Dos o tres a?os de una ligera inflaci¨®n me parece la mejor de varias opciones muy malas
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil impulsar el empleo despu¨¦s de una crisis financiera? Por supuesto, una raz¨®n es que el sistema financiero tarda en sanar y, en consecuencia, se necesita tiempo para que el cr¨¦dito comience a fluir nuevamente. Destinar grandes cantidades de fondos de los contribuyentes a mastodontes financieros no soluciona el problema m¨¢s profundo de deshinchar la burbuja de una sociedad excesivamente endeudada. Los estadounidenses tomaron dinero prestado y se fueron de compras hasta quedarse sin aliento, en la creencia de que un mercado inmobiliario en ascenso constante limpiar¨ªa todos sus pecados financieros. El resto del mundo gastaba su dinero en EE UU, como si la vida no fuese m¨¢s que una gran fiesta.
Incluso ahora, muchos estadounidenses parecen creer que reducir impuestos y estimular el consumo privado es la simple soluci¨®n a los problemas de la naci¨®n. Ciertamente, en principio, no es malo bajar los impuestos, en especial para apoyar la inversi¨®n y el crecimiento a largo plazo. Sin embargo, el evangelio de los menores impuestos presenta varios problemas.
En primer lugar, la deuda total del sector p¨²blico (incluidas la deuda estatal y local) ya se acerca al pico del 119% del PIB alcanzado tras la II Guerra Mundial. Algunos argumentan apasionadamente que ahora no es el momento de preocuparse de los problemas futuros de deuda, pero, en mi opini¨®n, en cualquier evaluaci¨®n realista de los riesgos a medio plazo no se pueden simplemente descartar esas inquietudes.
Un segundo problema con los recortes de impuestos es que es posible que tengan un efecto limitado en el corto plazo, ya que el sector privado est¨¢ utilizando parte importante de los fondos para equilibrar hojas de balance seriamente sobreapalancadas.
Por ¨²ltimo, aunque no menos importante, hay un problema de justicia. Ciertos indicadores muestran que casi la mitad de los estadounidenses no pagan ning¨²n impuesto sobre la renta, por lo que reducir impuestos genera incluso m¨¢s asimetr¨ªa en una distribuci¨®n del ingreso de por s¨ª muy desigual. El retraso a la hora de afrontar los problemas de equidad en los ingresos es uno de los muchos desequilibrios que se acumularon en la econom¨ªa estadounidense durante el auge previo a la crisis. Si se permite que empeoren, las consecuencias pol¨ªticas podr¨ªan ser serias, como el surgimiento del proteccionismo comercial y quiz¨¢ un empeoramiento del malestar social.
Quienes piensan que el Gobierno debe asumir la mayor carga del gasto privado se?alan que hay muchos proyectos que pueden impulsar el crecimiento, lo que resulta evidente para cualquiera que est¨¦ familiarizado con la tambaleante infraestructura estadounidense. De manera similar, las transferencias a los Gobiernos locales y federales, que tienen limitado por mandato constitucional la capacidad para endeudarse, ayudar¨ªan a disminuir los perjudiciales despidos de profesores, bomberos y polic¨ªas. Por ¨²ltimo, ampliar el seguro de desempleo tras la crisis m¨¢s grave en 50 a?os deber¨ªa ser un asunto incuestionable.
Sin embargo, lamentablemente, la gesti¨®n de la demanda al estilo keynesiano tampoco es ninguna panacea, ni el Gobierno debe siempre ser el empleador de ¨²ltimo recurso. Si bien los recortes de impuestos mejoran la productividad en el largo plazo, aumentar el tama?o del Estado dif¨ªcilmente sea una buena receta para dar vitalidad a la econom¨ªa. Sin duda, en una econom¨ªa de mercado existen muchas actividades que el Gobierno puede emprender, pero una fren¨¦tica org¨ªa de gastos de est¨ªmulo no conduce a un debate racional de cu¨¢les deban ser. Y, por supuesto, esto vuelve a plantear el problema de la creciente deuda nacional.
Con todo, la pol¨ªtica del G-20 de apuntar a una estabilizaci¨®n gradual del aumento de la deuda estatal y hacer que se alinee con el crecimiento del ingreso nacional para 2016 parece un enfoque razonable para equilibrar el est¨ªmulo de corto plazo con los riesgos financieros de m¨¢s largo plazo, incluso si eso significa la persistencia del problema del paro.
Si bien EE UU se enfrenta a los l¨ªmites de la pol¨ªtica fiscal, la pol¨ªtica monetaria puede hacer m¨¢s, como detallara el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en un reciente discurso en Jackson Hole (Wyoming). En momentos en que los mercados crediticios se encuentran deteriorados, la Fed podr¨ªa comprar m¨¢s bonos p¨²blicos o deuda del sector privado. Bernanke tambi¨¦n hizo notar la posibilidad de elevar el objetivo inflacionario en el medio plazo (pol¨ªtica que suger¨ª en diciembre de 2008).
Si se considera el enorme desapalancamiento de la deuda p¨²blica y privada que nos espera en el futuro, y mi impresi¨®n -que se mantiene- de que el sistema legal y pol¨ªtico de EE UU tiene una limitada capacidad de facilitar soluciones, dos o tres a?os de una inflaci¨®n ligeramente superior me parece la mejor de varias opciones muy malas, y muy preferible a la deflaci¨®n. Si bien la Fed sigue reticente a poner en riesgo su independencia en el largo plazo, sospecho que antes de que todo esto acabe utilizar¨¢ la mayor parte de, si no todas, las herramientas descritas por Bernanke.
La conclusi¨®n es que los estadounidenses tendr¨¢n que hacerse a la idea de muchos a?os de paciencia, a medida que el sector financiero recupera su solidez y la econom¨ªa sale poco a poco del agujero. No hay duda de que el Gobierno puede ayudar, pero cabe desconfiar de los flautistas de Hamelin que enarbolan soluciones m¨¢gicas..
Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas en la Universidad de Harvard. ? Project Syndicate, 2010. Traducci¨®n de David Mel¨¦ndez Tormen.
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