Mientras puedas, habla memoria
En el pr¨®logo a sus impagables memorias Mi ¨²ltimo suspiro contaba Bu?uel que la raz¨®n para haberlas escrito naci¨® al constatar con dolor el absoluto deterioro mental de su madre, la imposibilidad de esta para reconocer a sus seres m¨¢s cercanos ni a ella misma. Consecuentemente, se apresur¨® a dejar notar¨ªa escrita de las cosas, las personas, las sensaciones y los sentimientos que le hab¨ªan acompa?ado en su existencia, ante el temor de que la enfermedad y la senilidad borraran sus recuerdos.
Pasqual Maragall, ese pol¨ªtico imprevisible que ha dignificado una profesi¨®n en la que frecuentemente todo responde a lo previsible, la mediocridad, el discurso hueco y la impostura, tambi¨¦n posee el magnetismo de una estrella de cine. Es un se?or con estilo, una personalidad poderosa, alguien cuya incuestionable inteligencia y brillantez va acompa?ada de humanidad, voz seductora, humor, naturalidad, iron¨ªa, un rostro y una gestualidad de los que es imposible desentenderte. Este se?or, cuya carrera profesional fue notable y que tambi¨¦n hab¨ªa sido bendecido con una vida familiar muy rica, percibi¨® hace un tiempo los s¨ªntomas de que algo temible le estaba ocurriendo a su cerebro. Ese depredador se llama alzh¨¦imer. No se le conoce cura. Siempre ir¨¢ a peor.
Es dif¨ªcil que 'Bicicleta, cuchara, manzana' no impacte emocionalmente
Maragall, un personaje p¨²blico con la resonancia que ello implica, no solo no ocult¨® al monstruo que hab¨ªa comenzado a cebarse con sus neuronas, sino que neg¨¢ndose a la autocompasi¨®n, con generosidad, con valent¨ªa, intentando ayudar a la gente an¨®nima y de cualquier parte que lo padece, se prest¨®, en compa?¨ªa de su familia y de sus allegados, a que una c¨¢mara y unos micr¨®fonos retrataran cotidianamente la evoluci¨®n de esa enfermedad, sus treguas, sus misterios y su crueldad. El resultado es el admirable documental Bicicleta, cuchara, manzana, un acto de afirmaci¨®n en la vida cuando amenazan las tinieblas, un diario a veces luminoso y a veces sombr¨ªo, desdramatizado, nada enf¨¢tico, cercano, ¨¦pico, cient¨ªfico, emotivo, de la capacidad de resistencia ante un enemigo imbatible, de la negativa a aceptar la desolaci¨®n, de las brechas an¨ªmicas que va provocando en las personas que aman al enfermo y han aceptado la responsabilidad de cuidarlo e intentar comprenderle. El director Carles Bosch, que ha recogido a lo largo de los dos ¨²ltimos a?os la existencia de Maragall, logra extraer lo esencial en un montaje laborioso. Ofrece los testimonios de su mujer (que bien explica la complejidad Diana Garrigosa), sus hijos, su hermano, las personas de su equipo, la m¨¦dica que controla el estado de su cuerpo y de su mente, seres cuya amorosa implicaci¨®n en ocasiones les resulta muy dura. Nos muestra los momentos de pesadumbre, desconcierto y miedo que sufre ese enfermo tan l¨²cido, su eterno embeleso ante ese alimento del alma llamado m¨²sica, la ternura que le provoca el nacimiento de una nieta, la evocaci¨®n de las sensaciones de anta?o visitando lugares donde conoci¨® la plenitud, la desbordante alegr¨ªa celebrando el triunfo de Obama. Tambi¨¦n los investigadores del alzh¨¦imer nos ofrecen todo lo que han logrado saber sobre el monstruo y la inaplazable necesidad de recursos para llegar a vencerle alg¨²n d¨ªa, el paralelismo en la sintomatolog¨ªa, los efectos y la medicaci¨®n de los pacientes de cualquier lugar del mundo.
Es encomiable el tono did¨¢ctico, las explicaciones m¨¦dicas, la labor de la Fundaci¨®n Maragall, pero lo que m¨¢s deseas es que aparezca el propio Maragall, alguien con los suficientes atributos para que su presencia y sus circunstancias constituyan por s¨ª mismas una fascinante pel¨ªcula. Tambi¨¦n emotiva, desgarradora, tragic¨®mica. Es dif¨ªcil que no impacte emocionalmente a cualquier espectador medianamente sensible. Y si el alzh¨¦imer se ha ensa?ado con alguien amado, es probable que el escalofr¨ªo vaya acompa?ado de lagrimas. El documental Bicicleta, cuchara, manzana, al igual que el extraordinario Las alas de la vida, emocionante retrato de la enfermedad degenerativa de aquel ser maravilloso llamado Carlos Cristos, aquel enfermo terminal empe?ado en seguir bailando mientras que suene la m¨²sica, regalan id¨¦nticas sensaciones ¨¦ticas, est¨¦ticas y terape¨²ticas que el mejor cine.
Peter Mullan, actor en varias pel¨ªculas de Ken Loach, vuelve a demostrar en Neds, como antes lo hizo en la demoledora Las hermanas de la Magdalena, que aprendi¨® algunas de las virtudes (tambi¨¦n tiene irritantes defectos) que caracterizan al cine de Loach. Hay realismo, poder de observaci¨®n, credibilidad, un o¨ªdo especial para reproducir el sonido y el lenguaje de la calle, en la tr¨¢gica historia de un cr¨ªo empe?ado en ser normal en medio de una familia temible y de un ambiente regido por la violencia y que ser¨¢ vencido por esa presi¨®n asumiendo un camino autodestructivo, sin posibilidad de redenci¨®n. Mullan cuenta bien esta compulsiva y desoladora historia. Los personajes y las situaciones desprenden veracidad. Lo ¨²nico cargante, histri¨®nico y falso es parad¨®jicamente la interpretaci¨®n del propio Mullen encarnando al alcoh¨®lico padre de ese desdichado chaval al que la vida no le permiti¨® ser el guardi¨¢n entre el centeno.
Babelia
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