Piedras globales
La lapidaci¨®n de los "fornicarios" (ad¨²lteros, solteros u homosexuales) no cuenta con respaldo en el Cor¨¢n. Otras penas b¨¢rbaras s¨ª est¨¢n estipuladas en el texto cor¨¢nico, pero esta no. Lo cual no significa que la jurisprudencia isl¨¢mica (el fiqh), elaboraci¨®n puramente temporal, nunca palabra divina, no se haya ocupado, y prolijamente, de incluir la lapidaci¨®n entre sus castigos, en parte apoy¨¢ndose en tradiciones de la vida de Mahoma (hadices) de escasa fiabilidad.
La expansi¨®n pol¨ªtica del islam dio pie a la configuraci¨®n de un corpus jur¨ªdico que asimil¨® usos de los pueblos que engrosaban el imperio. Y a la inversa, el islam llev¨® su cosmovisi¨®n a los pueblos que se iban islamizando. En este intercambio, la lapidaci¨®n, bien documentada entre semitas y persas, primeros musulmanes, se sum¨® a los castigos que el legislador previ¨® para los delitos de fornicaci¨®n. A su vez, considerada la cosmovisi¨®n isl¨¢mica en su integridad, la ¨¦tica isl¨¢mica no se cans¨® de recordar que Dios es ante todo "El Compasivo, El Misericordioso", y que nada le es m¨¢s grato que el perd¨®n. El sentido y la ley no siempre han ido de la mano en el islam.
La violencia reafirma los postulados de los que no quieren conceder al islam un lugar en la modernidad
Hasta la ¨¦poca moderna, no hay constancia documental de la ejecuci¨®n de la pena de lapidaci¨®n en el Occidente isl¨¢mico. En concreto, en Al-?ndalus no se tiene noticia de lapidaciones de ad¨²lteros, aun cuando a finales del siglo XV un tratado de derecho para los mud¨¦jares (escrito en valenciano) se ejercitara en la casu¨ªstica del adulterio y la lapidaci¨®n.
Lo que habr¨ªa que preguntarse es por qu¨¦ la lapidaci¨®n se ha reactivado en las ¨²ltimas d¨¦cadas en determinados lugares. Lo sorprendente es que la lapidaci¨®n sepa relacionarse con la modernidad, esto es, que sea capaz de encontrar su espacio en el mundo global.
Como en todo lo que concierne a la esfera p¨²blica global, en la lapidaci¨®n de hoy no es la representatividad lo que cuenta, sino la irrupci¨®n en la llamada "conversaci¨®n": lo que importa no es tanto el arraigo de la pr¨¢ctica, sino su efecto especular como paroxismo del sistema, del islam mundializado. De puertas adentro, este efecto sirve a los reg¨ªmenes totalitarios (Arabia Saud¨ª, Ir¨¢n, Pakist¨¢n) o a los Estados d¨¦biles (Sud¨¢n, Yemen, Mauritania) para precipitar posicionamientos defensivos de toda la sociedad. De puertas afuera, reafirma los postulados reacios, cuando no islam¨®fobos, de quienes no est¨¢n dispuestos a concederle al islam un lugar en la modernidad.
En cualquier caso, el mapa de la lapidaci¨®n se ceba en sociedades descompuestas en las que la violencia soterrada o a flor de piel convierte a las mujeres en v¨ªctimas propiciatorias. Pero cuando un cad¨ª nigeriano o un ayatol¨¢ iran¨ª se retrotraen a Mahoma y al islam pr¨ªstino para sentenciar a una mujer a morir lapidada, la historia no da marcha atr¨¢s, huye hacia adelante. Tal es el pensamiento de la corriente mayoritaria entre los ulemas. Es m¨¢s, algunos, como los europeos, reclaman, aunque no suela ser lo que globalmente trascienda, una revisi¨®n a fondo de la legislaci¨®n sobre los castigos corporales y la pena de muerte en el islam.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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