El pulso pol¨ªtico del pueblo
Su¨¦lese medir la salud de la democracia por la celebraci¨®n de elecciones libres y tambi¨¦n por el grado de participaci¨®n (o el de abstenci¨®n) de los ciudadanos en ellas. Aunque bastantes a?adir¨ªan a su diagn¨®stico el estado de la corrupci¨®n pol¨ªtica y la vitalidad del debate ideol¨®gico o p¨²blico, la mayor¨ªa de los observadores no suele ir mucho m¨¢s all¨¢ en la consideraci¨®n de c¨®mo es y funciona una democracia determinada. Por ello conviene ahondar en otros aspectos, igualmente notables, para sopesar la calidad de la vida democr¨¢tica que se produce en un pa¨ªs. El funcionamiento de una justicia que sea inmisericorde con la clase pol¨ªtica es esencial. Pero tambi¨¦n lo son las creencias pol¨ªticas de la ciudadan¨ªa -su escepticismo o su confianza en tal clase pol¨ªtica- y sobre todo la capacidad de la sociedad civil por participar libremente en la cosa p¨²blica y mantener la necesaria preocupaci¨®n activa por la buena marcha de los asuntos comunes.
Calidad de la democracia en Espa?a. Una Auditor¨ªa Ciudadana
B. G¨®mez Fortes, I. Palacios,
M. P¨¦rez Yruela y R. Vargas-Machuca
Ariel. Barcelona, 2010
169 p¨¢ginas. 20 euros
Dos de nuestros intelectuales pol¨ªticos m¨¢s descollantes, los profesores Manuel P¨¦rez Yruela y Ram¨®n Vargas Machuca, encabezan un estudio sociol¨®gico sobre la calidad de la democracia en Espa?a, cuyo momento no pod¨ªa ser m¨¢s id¨®neo para que viera la luz. Apoyados por Irene Palacios y Braulio G¨®mez Fortes, dos j¨®venes investigadores, los autores indagan los entresijos de la democracia espa?ola actual. Su perspectiva no consiste s¨®lo en medir niveles de actividad en campos como los se?alados, sino que parte tambi¨¦n de la evaluaci¨®n que realiza la misma ciudadan¨ªa del mundo pol¨ªtico en el que mora. Las actitudes y opiniones de los ciudadanos se convierten as¨ª en indicadores de la salud democr¨¢tica del pa¨ªs. Todo el estudio est¨¢ pre?ado de datos fiables, pero ¨¦stos se hallan siempre vinculados a una dimensi¨®n te¨®rica potente, apoyada en una visi¨®n de la democracia m¨¢s cercana a la noci¨®n de justicia (y en especial la social) y a la de rendici¨®n de cuentas de quienes detentan poder p¨²blico que a una interpretaci¨®n electoralista o partidista de la democracia.
Mediante esta verdadera auditor¨ªa ciudadana, y mediante una amplia y rigurosa encuesta que ha cubierto todo el pa¨ªs, los autores constatan la legitimidad difusa de que goza la democracia hispana. As¨ª, pocos ciudadanos la cuestionan del todo ni ven otra soluci¨®n alternativa posible. Sin embargo, muchos son esc¨¦pticos respecto a la capacidad real del orden pol¨ªtico espa?ol actual por reducir contrastes y desigualdades flagrantes dentro de nuestra sociedad.
El an¨¢lisis de las instituciones de la democracia as¨ª como el de la clase pol¨ªtica y de la red asociativa deben complementarse con la evaluaci¨®n de la competencia o capacidad c¨ªvica de la ciudadan¨ªa. ?ste es asunto al que con expresiones coloquiales -a veces sarc¨¢sticas hacia nuestro propio pueblo- nos referimos cada d¨ªa en nuestras conversaciones con vecinos o amigos. Pues bien, Calidad de la democracia presta la necesaria atenci¨®n al grado de competencia c¨ªvica de nuestros compatriotas, a la que a menudo se les supone menor que la de otros pa¨ªses europeos, m¨¢s septentrionales. Algunos resultados son bastante agradables. As¨ª, parece que tenemos un buen nivel de informaci¨®n pol¨ªtica -no acompa?ada del suficiente esp¨ªritu cr¨ªtico-, que la actitud de tolerancia hacia grupos pol¨ªticos rivales es m¨¢s elevado de lo que podr¨ªa esperarse -somos mucho menos intransigentes de lo que piensan algunos extranjeros, a?ado- aunque por lo general no toleramos bien a los racistas ni tampoco a los integristas isl¨¢micos. (Los autores no dan cifras comparadas con otros europeos: tal vez no sean muy diferentes).
Globalmente, sin grandes entusiasmos, la ciudadan¨ªa espa?ola concede un aprobado ajustado a su democracia. Se acab¨® pues la ¨¦poca de los grandes aspavientos o de los extremismos, de lo cual deber¨ªa tomar buena nota un gran partido conservador inclinado ocasionalmente a la crispaci¨®n y hostil ante el obvio pluralismo ling¨¹¨ªstico y ¨¦tnico cultural de Ruedo Ib¨¦rico. Tengo para m¨ª, que m¨¢s que una mera herramienta de trabajo este libro conciso, en el que cada palabra se apoya en hechos comprobados y comprobables, debe constituir el punto de partida necesario para poder analizar con conocimiento de causa la verdadera situaci¨®n y los entresijos c¨ªvicos de la democracia que hemos logrado, al final, entre todos. Nadie niega, ni siquiera los autores de Calidad de la democracia en Espa?a, que la cosa no sea a¨²n manifiestamente mejorable. Pero no m¨¢s, ni tal vez menos, que lo son las democracias de otros pa¨ªses europeos comparables. A ver si va a resultar que son algunos de ellos los que deban converger con el nuestro. Lo ¨²ltimo que pod¨ªamos esperar. Pero que no doble a¨²n ninguna alegre e impaciente campana. Todav¨ªa hay que seguir en el empe?o.
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