Bedia, artista y antrop¨®logo
Cuando Joseph Kosuth publicaba en 1975 su conocido texto sobre El artista como antrop¨®logo las cosas funcionaban en el mundo del arte, y de la cultura en general, en unos t¨¦rminos que hoy nos deber¨ªan parecer ya un tanto lejanos. El hecho de que no sea del todo as¨ª resulta bastante significativo. Es verdad que Joseph Kosuth formulaba sus tesis en unos t¨¦rminos algo pretenciosos y dogm¨¢ticos, en la medida en que preconizaba ese car¨¢cter de "antrop¨®logo" para todo artista autoconsciente, quien, seg¨²n el c¨¦lebre conceptualista, deber¨ªa dedicarse a "experimentar abstracciones de la experiencia" e interactuar en ese marco -pol¨ªtico-, que no es sino el de una determinada formaci¨®n cultural. Dejando a un lado la posibilidad de que de un artista se esperen experiencias concretas, m¨¢s que abstractas, y hasta que pueda a ratos olvidarse de la pol¨ªtica, lo cierto es que desde entonces se han convertido en evidentes unas cuantas cosas: que la antropolog¨ªa misma se ha desintegrado como "ciencia"; que las culturas "primitivas" de las que se ocupaba -a t¨ªtulo de "etnolog¨ªa"- se han diluido en el contexto de un mundo globalizado; y finalmente, que se ha impuesto en el planeta del arte (y de la Academia) una conciencia "poscolonial" pol¨ªticamente correcta que condiciona de manera decisiva, a veces fatigosa, todo acercamiento de Occidente al "otro", es decir, lo que no era, ni es, ni ser¨¢ Occidente.
Esto tiene mucho que ver con la obra de Jos¨¦ Bedia (La Habana, 1959, residente en Miami), porque se dir¨ªa que es justamente a alguien como ¨¦l a quien podr¨ªa aplicarse con bastante insospechada exactitud la sugerencia de Joseph Kosuth. Bedia lleva tiempo cultivando una clase de arte derivado de su experiencia de inmersi¨®n en el universo de los h¨¢bitos, tradiciones y arquetipos propios de la cultura animista afrocubana y de otros indigenismos igualmente ricos en im¨¢genes y fant¨¢sticas creencias. Lo que le caracteriza es su empe?o por encontrarse con "lo primitivo" no s¨®lo a trav¨¦s del estudio y la erudici¨®n, que tambi¨¦n, sino haciendo trabajo "de campo", una pr¨¢ctica en progresivo declive en un momento en el que los antrop¨®logos, en lugar de echarse al monte en busca de vestigios de ritos ancestrales, o de aventurarse en selvas hace tiempo desvirgadas, prefieren pasar sus horas en los museos, universidades y bibliotecas de etnolog¨ªa.
Bedia se interesa por lo llamado "primitivo" reconoci¨¦ndolo como tal y, a la vez, como fuente intemporal de experiencia. De alg¨²n modo, su empe?o estriba en imbuirse al m¨¢ximo de esas formas de vida y de visi¨®n del mundo que vienen de muy lejos en el tiempo y en el espacio pero que, sorprendentemente, permanecen en ciertos lugares resistentes a las luces de la raz¨®n hist¨®rica. Bedia se inici¨® en los misterios de los viejos cultos Congo a¨²n rastreables en Cuba. As¨ª, el artista invoca a Mayimbe, el cual, como Nsusu o Nkombo, o Sarabanda, a quienes dedica algunas de sus obras, aparece como una figura tot¨¦mica que representa el alma de un muerto, o m¨¢s bien el producto reanimado de una especie de collage de restos del cuerpo de imaginarios cad¨¢veres y otros ingredientes que se disponen junto al preceptivo caldero.
Lo curioso es que Bedia, en su entrevista con la comisaria, Isabel Dur¨¢n, se presente asumiendo el papel de "redentor de los que no pueden" y "vengador de tanta infamia" como la que han sufrido esas gentes no occidentales por obra de los occidentales. Est¨¢ claro que estas afirmaciones no deben tomarse al pie de la letra. De hecho, su pintura, que en realidad se funda en el dibujo, que no oculta los influjos del c¨®mic y del arte rupestre, hace patente un inteligente sentido del humor y del relato (como, por ejemplo, en ese tr¨ªptico donde una gran anaconda vengadora engulle un autob¨²s de turistas hasta dejarlos en los huesos, o en Llamemos al Consulado, no sin antes... fotografiar a la v¨ªctima de una fiera salvaje en un infortunado safari fotogr¨¢fico...). Se trata en general de acr¨ªlicos y cray¨®n de ¨®leo sobre papel Amate hecho a mano. Todo lo cual contrasta impl¨ªcita pero claramente con la posibilidad de documentar esas experiencias indigenistas por medio de v¨ªdeos o fotograf¨ªas acompa?ados de comentarios o testimonios de los protagonistas. Si Bedia no las ofrece en esos t¨¦rminos es porque, a pesar de todo, ¨¦l no va de antrop¨®logo, sino de artista, de artista que se nutre con rigor, honestidad y brillantez de una clase de experiencia en los lindes de su extinci¨®n, pero susceptible de ser rescatada en forma de pintura y traducida, al fin y al cabo, a un lenguaje comprensible en Occidente.
Entre dos mundos IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia Hasta el 21 de noviembre
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