La oposici¨®n venezolana se une para frenar los abusos de poder de Ch¨¢vez
Los rivales del presidente le acusan de usar dinero del petr¨®leo en beneficio propio
Las bases m¨¢s activas de la oposici¨®n, reunidas en restaurantes donde bien se come y mejor se bebe, cuentan una an¨¦cdota sobre una ventana que representa muy bien lo que est¨¢ sucediendo en Venezuela. Cuenta la an¨¦cdota que una vecina de uno de los tantos barrios de pobreza extrema que circundan Caracas le cont¨® alborozada a sus comadres que el presidente Hugo Ch¨¢vez le iba a regalar una casa. "?Una casa de verdad!", nada que ver con las de cart¨®n y hojalata que los de su estirpe vienen habitando desde generaciones. Alguna de las vecinas -m¨¢s desconfiada con los milagros de la revoluci¨®n bolivariana- se lo puso en duda: "No te lo creas, chica, que prometer es muy f¨¢cil". A lo que la feliz futura propietaria respondi¨®: "Es verdad, y miren si es verdad que ya me la ha empezado a regalar...". Y del fondo de su chabola rescat¨®... una ventana. Una flamante ventana que alg¨²n enviado de Ch¨¢vez le hab¨ªa dejado en se?al de que la promesa iba en serio.
La televisi¨®n p¨²blica dedica el 90% de sus emisiones a alabar al mandatario
La an¨¦cdota -de cuya autenticidad no dudan los opositores al actual Gobierno- es contada como ejemplo de la forma en que Ch¨¢vez y sus secuaces se las apa?an para encandilar a la gente sencilla que, elecci¨®n tras elecci¨®n -?y ya van 11 en 11 a?os!- respalda con su voto el proyecto de rep¨²blica bolivariana y socialista. Es una forma de contarlo. Una vieja, conservadora y paternalista forma de contarlo. La que habla del voto cautivo, la que considera que -aqu¨ª en el Caribe o en la atrasada Andaluc¨ªa del posfranquismo- el pobre solo vota a cambio de la sopa boba. Pero tambi¨¦n hay otra forma de contarlo. Basta con salir a las calles -de Caracas, pero tambi¨¦n de cada una de las ciudades que Hugo Ch¨¢vez ha visitado en los ¨²ltimos d¨ªas para pedir el voto- y ver a una marea roja de gente que se divierte con su comandante presidente, que r¨ªe con sus chistes, responde a sus preguntas y se emociona cantando con ¨¦l un himno que habla de un "pobre que en su choza libertad pidi¨®". Una multitud, en fin, que hace 11 a?os era invisible y ahora se pasea orgullosa con una camiseta roja y el sue?o de que tal vez un d¨ªa...
?C¨®mo est¨¢ tratando de contrarrestar todo eso la oposici¨®n? Para empezar, uni¨¦ndose. Una multitud de partidos, muchos de ellos antag¨®nicos, ha aceptado concurrir a las elecciones legislativas del domingo bajo unas mismas siglas. Lo que les une est¨¢ muy claro: la forma, progresivamente abusiva, en que Ch¨¢vez viene detentando el poder. Los l¨ªderes de la oposici¨®n no se cansan de repetir en los medios que le son afines -porque la televisi¨®n p¨²blica ha dedicado el 90% de su programaci¨®n a alabar a su due?o y se?or- que el presidente de Venezuela dej¨® hace tiempo de respetar la democracia y utiliza el dinero del petr¨®leo y las instituciones para su exclusivo beneficio partidario. Que atenta cada d¨ªa contra la libertad de prensa. Que desprecia a los opositores llam¨¢ndoles "escu¨¢lidos" y redistribuyendo el censo de tal forma que las demarcaciones donde m¨¢s adeptos tiene aporten m¨¢s diputados al Congreso. La oposici¨®n habla de los cortes de luz, de la inseguridad creciente, de una inflaci¨®n insoportable. Y del ascenso obsceno de una nueva clase social, los boliburgueses, que se est¨¢ lucrando a la sombra del poder.
Todo lo anterior, con ser cierto, ?lograr¨¢ el domingo ser suficiente para frenar el proyecto del "socialismo del siglo XXI" que lidera Ch¨¢vez? Las encuestas dicen que por primera vez en mucho tiempo las fuerzas est¨¢n muy igualadas, que la t¨ªmida clase media saldr¨¢ por fin del abstencionismo y pondr¨¢ en su sitio a un presidente tan charlat¨¢n. A la espera de ese momento, y con la ley seca y la prohibici¨®n de portar armas ya vigentes, partidarios de unos y de otros siguen opinando y discutiendo pac¨ªficamente en la cola del banco o en los atestados vagones del metro. Y all¨¢ arriba, en lo alto de los cerros, los m¨¢s humildes esperan que -gane quien gane- no les quiten una asistencia sanitaria que ahora tienen y antes ni so?aban por una raz¨®n muy sencilla. Eran, simple y llanamente, invisibles.
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