El peso de nuestros genes
Imaginemos que siempre nos ha hecho ilusi¨®n estudiar antropolog¨ªa por la universidad a distancia, y de repente lo vemos claro y decidimos matricularnos al d¨ªa siguiente. Mientras este pensamiento flota por nuestra mente, suena el tel¨¦fono. Es un hermano gemelo univitelino (con los mismos genes que nosotros) cuya existencia desconoc¨ªamos. Durante la conversaci¨®n descubrimos estupefactos que nuestro hermano acaba de escoger la misma carrera, se cas¨® en las mismas fechas que nosotros, a su hijo le puso el mismo nombre que nosotros al nuestro y ha votado al mismo partido.
Aunque esta situaci¨®n es solo hipot¨¦tica, las incre¨ªbles coincidencias que se dan entre gemelos univitelinos adoptados por diferentes familias ?son del mismo calibre! Y ante este hipot¨¦tico hecho, Steven Pinker, catedr¨¢tico y gran experto en la mente humana, arroja una inquietante pregunta: "?Qu¨¦ grado de criterio propio tuvo ese nosotros que tom¨® las decisiones, si el resultado se podr¨ªa haber predicho de antemano, al menos de forma probabil¨ªstica, a partir de unos sucesos que ocurrieron en las trompas de Falopio de nuestra madre hace ya bastantes a?os?".
"Nos gusta creer que todos nacemos iguales.Es una idea m¨¢s rom¨¢ntica que pensar que nacemos con algunos dados ya tirados"
"Si asumimos nuestras tendencias gen¨¦ticas, nuestra mirada hacia la vida se volver¨¢m¨¢s humana y comprensiva"
Nos gusta creer que todos nacemos iguales. Parece m¨¢s ¨¦tico e incluso m¨¢s democr¨¢tico. Preferimos suponer que nuestro destino depende exclusivamente de lo que hagamos, que somos libres para dise?arlo como queramos. Es una idea m¨¢s rom¨¢ntica que pensar que nacemos con algunos dados ya tirados. Nos agrada pensar que los beb¨¦s son como p¨¢ginas en blanco. Y en este ramillete de preciosas ideas que decora nuestra mente, el determinismo de nuestros genes desentona admitir la determinaci¨®n gen¨¦tica
"Al explicar la conducta y el pensamiento humanos, la posibilidad de que la herencia desempe?e alg¨²n papel tiene a¨²n la capacidad de impresionar" (Steven Pinker)
Una de las pruebas de que a los humanos nos cuesta creer en la determinaci¨®n de los genes es la feroz cr¨ªtica de la que son objeto los expertos que la defienden. Un ejemplo lo constituyen Richard Herrnstein y Charles Murray. Ellos publicaron The Bell Curve, donde sostienen que las diferencias en los test de inteligencia entre los estadounidenses negros y blancos se deben no solo a causas ambientales (o sea, al aprendizaje), sino tambi¨¦n a diferencias gen¨¦ticas. Cr¨ªticas igualmente despiadadas recibi¨® Judith Rich Harris cuando public¨® El mito de la educaci¨®n, donde se?ala que la personalidad de los ni?os est¨¢ configurada tanto por sus genes como por el medio.
Un colectivo a quien tambi¨¦n le cuesta admitir las diferencias gen¨¦ticas, en este caso entre hombres y mujeres, lo constituyen algunas feministas. En algunos casos han llegado a afirmar que todas las diferencias de g¨¦nero, excepto las anat¨®micas, se deben a los diferentes roles que nos otorga la sociedad.
Las diferencias gen¨¦ticas entre hombres y mujeres existen, pero eso no puede hacer tambalear nuestro objetivo de igualdad. La inteligencia general es igual en t¨¦rmino medio entre los dos sexos, y pr¨¢cticamente todos los rasgos psicol¨®gicos se pueden encontrar en diversos grados entre los miembros de cada uno de ellos. Dicho de otro modo, cualquier generalizaci¨®n sobre un sexo siempre ser¨¢ falsa para muchas personas. Que hombres y mujeres nazcamos con unas tendencias no significa que la educaci¨®n no nos module. Obviamente, debemos seguir luchando para que ni?os y ni?as reciban una educaci¨®n no sexista.
Melisa Himer, en el a?o 2002, realiz¨® un experimento para comprobar las preferencias en cuanto a juguetes de individuos de los dos sexos de muy corta edad. Les puso a su alcance juguetes de marcado sesgo sexista: un cami¨®n y una pelota, una mu?eca y una sart¨¦n. El sexo masculino prefiri¨® el coche y la pelota, mientras el femenino, la mu?eca y la sart¨¦n. Lo m¨¢s incre¨ªble es que los sujetos ?eran monos!
Son incontables las investigaciones que demuestran que muchas de las diferencias entre hombres y mujeres hunden sus ra¨ªces en los genes. No nacemos como una tabla rasa. Salimos del ¨²tero materno ya con nuestras tendencias. He aqu¨ª un escalofriante ejemplo: Este suceso ocurri¨® en Estados Unidos en la d¨¦cada de los setenta. El triste protagonista de la historia fue un ni?o de ocho meses que perdi¨® el pene en una circuncisi¨®n mal hecha. Sus padres consultaron al famoso investigador John Money, quien hab¨ªa dicho: "La naturaleza es una estrategia pol¨ªtica de quienes est¨¢n obligados a mantener el statu quo de las diferencias de sexo". Les aconsej¨® que dejaran que los m¨¦dicos castraran a su hijo y que le implantaran una vagina artificial. Eso hicieron, y a su "hija" nunca le contaron lo sucedido.
A?os m¨¢s tarde, en un art¨ªculo del New York Times se publicaba que "Brenda" (en realidad, Bruce) avanzaba en su infancia como una aut¨¦ntica ni?a. Eso era lo que la sociedad y los mismos padres deseaban creer, pero la verdad era que desde muy peque?a Brenda se sent¨ªa un ni?o atrapado en un cuerpo de ni?a. Rasgaba los vestidos, rechazaba las mu?ecas y prefer¨ªa las armas, le gustaba jugar con chicos e insist¨ªa en orinar de pie. A los 14 a?os decidi¨® que o bien viv¨ªa como un ni?o, o bien se quitaba la vida. Finalmente, su padre le cont¨® la verdad. Se someti¨® a una serie de operaciones para volver a asumir su identidad masculina y hoy est¨¢ casado con una mujer. La educaci¨®n no lo es todo.
Cuando hablamos de los rasgos f¨ªsicos, el peso de la herencia nos parece evidente. En las psicopatolog¨ªas, la herencia tambi¨¦n juega un papel. ?Cu¨¢l es el mejor indicio de que una persona llegar¨¢ a ser esquizofr¨¦nica? Tener un hermano gemelo univitelino que sea esquizofr¨¦nico. La misma respuesta la podr¨ªamos dar si pregunt¨¢ramos sobre el autismo, la dislexia, las depresiones graves, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo compulsivo... Pero, cuidado, esto no significa que si tenemos un gemelo esquizofr¨¦nico, lo seremos seguro con el 100% de probabilidades. La gen¨¦tica no nos determina totalmente; siempre el ambiente, lo que vivimos, influye en alto grado.
DETERMINADOS, ?Hasta d¨®nde?
"Todos los ni?os vienen al mundo con un palito en la mano, y all¨ª est¨¢ todo escrito. Es un sorteo que se produce por encima de ti" (Susanna Tamaro)
Lo que es m¨¢s dif¨ªcilmente digerible es que nuestra felicidad viene tambi¨¦n, en alg¨²n grado, determinada por la gen¨¦tica. Es una idea que nos parece injusta, casi inmoral. Sabemos que nuestra felicidad depende de c¨®mo miramos y afrontamos las vicisitudes de la vida. Y, por tanto, nuestra personalidad, inteligencia y optimismo juegan un rol decisivo. En los numerosos estudios que se han realizado estudiando gemelos univitelinos adoptados por distintas familias (muchas veces, incluso, de pa¨ªses diferentes) se ha podido comprobar que sus capacidades y caracter¨ªsticas psicol¨®gicas se parecen much¨ªsimo m¨¢s entre ellos que entre hermanos no gemelos educados por los mismos padres. La gen¨¦tica determina, en cierto grado, nuestro car¨¢cter.
Las evidencias del peso de los genes en nuestra personalidad no solo proviene de investigaciones realizadas con gemelos univitelinos. Klaus-Peter Lesch, de la Universidad de W¨¹rzburg, y su equipo entregaron m¨¢s de 500 cuestionarios de personalidad a un grupo de voluntarios. Uno de los aspectos evaluados era el rasgo de ansiedad; esto es, si eran personas nerviosas o tranquilas. Adem¨¢s analizaron sus genes. Concretamente un gen responsable de transportar la serotonina (un neurotransmisor que juega un papel primordial en la inhibici¨®n del enfado). Este gen tiene dos versiones: una larga y otra corta. Lo que observaron fue que los participantes que hab¨ªan heredado una versi¨®n corta eran m¨¢s nerviosos que los voluntarios que hab¨ªan recibido de ambos progenitores la versi¨®n larga. Este gen determinaba su ansiedad.
De aqu¨ª no podemos deducir alegremente que si tenemos esa versi¨®n corta no podemos hacer nada para controlar o manejar nuestra ansiedad. Siempre podemos aprender mecanismos compensatorios. Sin embargo, este tipo de descubrimientos debe servirnos para entendernos m¨¢s. Imaginemos un amigo que nos comenta: "Es que a m¨ª me cuesta mucho m¨¢s controlar mis nervios que a ti". Nuestro amor propio puede caer en la tentaci¨®n de pensar que nosotros sabemos calmarnos m¨¢s porque a lo largo de la vida hemos aprendido a tranquilizarnos mejor que nuestro amigo. Pero ?y si nos dijeran que nuestro colega ha heredado la versi¨®n corta del gen y nosotros no? Seguro que nuestro an¨¢lisis del tema ser¨ªa diferente. Entender nuestra naturaleza puede ser de una gran ayuda para comprender nuestras emociones de otra manera.
asumir para comprender
"Antes pens¨¢bamos que nuestro futuro estaba en las estrellas. Ahora sabemos que est¨¢ en nuestros genes"
(James Watson)
Muchos psic¨®patas muestran violencia desde la infancia. Son incapaces de empatizar, sentir remordimientos, torturan a los animales, pegan a los dem¨¢s ni?os... La mayor parte de los especialistas piensan que existe una clara predisposici¨®n gen¨¦tica. La violencia en general, en parte, la tejen los genes. Al escuchar una noticia sobre un adolescente que ha matado a un compa?ero, de entrada siento una inmensa pena por los padres del ni?o muerto e inmediatamente despu¨¦s no puedo dejar de pensar en los progenitores del adolescente "asesino". Es t¨ªpico o¨ªr que probablemente estos padres se han despreocupado de sus hijos o que los han mimado demasiado. Y quiz¨¢ no hayan dado una educaci¨®n ideal, pero pueden haber sido unos padres tan abnegados como quien dispara las cr¨ªticas. Si tuvi¨¦ramos en cuenta que los genes est¨¢n en nuestras c¨¦lulas trabajando cada d¨ªa, quiz¨¢ ser¨ªamos m¨¢s compasivos con los otros y con nosotros mismos.
Si asumimos nuestras tendencias gen¨¦ticas, nuestra mirada hacia la vida se volver¨¢ m¨¢s humana y comprensiva.?
Naturaleza Humana
1. PEL?CULAS
- 'Gattaca', de Andrew Niccol.
- 'El abuelo', de Jos¨¦ Luis Garci.
- 'Teniente O'Neil', de Ridley Scott.
2. LIBROS
- 'La tabla rasa. La negaci¨®n moderna de la naturaleza humana', de Steven Pinker. Paid¨®s, 2002.
- 'Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus', de John Gray. Grijalbo, 1995.
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