Medrados estamos
Ya ven el mundo rid¨ªculo y vulnerable que incomprensiblemente se ha construido y al que estamos condenados qui¨¦n sabe hasta cu¨¢ndo. Escribo esto el 11 de septiembre, nueve a?os despu¨¦s del atentado contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono, as¨ª que el asunto les sonar¨¢ ya a viejo y ojal¨¢ est¨¦ casi olvidado, aunque me temo que esto ¨²ltimo no podr¨¢ ser. Un imb¨¦cil de una poblaci¨®n de Florida, Gainesville, pastor de una congregaci¨®n min¨²scula de la que nadie hab¨ªa o¨ªdo hablar fuera de all¨ª, amenaz¨® con celebrar el aniversario de la cat¨¢strofe con una quema de ejemplares delCor¨¢n junto a su vac¨ªa iglesia, como quien dice en el patio de su casa o en su sal¨®n. Da escalofr¨ªos pensar en manos de qu¨¦ estrategas se encuentra el ej¨¦rcito m¨¢s poderoso de la tierra al ver que al Comandante de sus fuerzas en la peliaguda Afganist¨¢n, General Petraeus -hombre de prestigio y recientemente nombrado para la misi¨®n en sustituci¨®n de otro que lo hac¨ªa peor-, como si no tuviera suficientes quebraderos de cabeza en ese pa¨ªs, no se le ocurri¨® nada mejor que ocuparse del pastor pir¨®mano pueblerino ante una c¨¢mara, y expresar su preocupaci¨®n por las nefastas y seguras consecuencias de su plan. A partir de ah¨ª, nos hemos familiarizado todos con el capullo Terry Jones, un tipo con rev¨®lver al cinto y un bigote grotesco, convertido en celebridad universal.
"Si muchos musulmanes normales creen en la colectivizaci¨®n de la culpa, no hay mucho que hacer"
A esta hora parece que lo han convencido de renunciar a su incendiaria kerm¨¦s, pero para ello han hecho falta no s¨®lo la atenci¨®n de todos los medios de comunicaci¨®n durante d¨ªas, sino las apelaciones y admoniciones de Obama, Hillary Clinton, el Pent¨¢gono, el FBI, la ONU, la OTAN, la Uni¨®n Europea, el Papa y todas las autoridades musulmanas imaginables, eclesi¨¢sticas y laicas. Como si todas esas personas y organismos, al igual que el metepatas Petraeus, no tuvieran otra cosa que hacer ni m¨¢s problemas que resolver. Como al pastor idiota lo ampara la primera enmienda de la Constituci¨®n americana, que protege la libertad de expresi¨®n, dentro de la cual se enmarca la quema de Coranes o de lo que le apetezca a usted, la ¨²nica manera de impedirle llevar su iniciativa a efecto era rogarle, argumentarle, persuadirlo, a lo cual se han dedicado con todas sus energ¨ªas los mencionados prebostes e instituciones.
Luego, claro, est¨¢n los otros. Si el asunto resultaba tan grave era porque no ya los terroristas islamistas, sino demasiados musulmanes corrientes, amenazaban con una catarata de atentados, altercados y asaltos, no contra el pastor cretino y sus cincuenta fieles, sino contra todo lo "occidental". No s¨¦ si el Cor¨¢n dice algo al respecto -mis lecturas no suelen incluir obras p¨ªas-, pero en nuestra zona del mundo sol¨ªa considerarse inadmisible que "pagaran justos por pecadores", seg¨²n la expresi¨®n antigua, y, antes que eso sucediera, se renunciaba a veces a castigar a los ofensores para no causar da?o a inocentes. Es obvio que la estrategia terrorista va precisamente contra este escr¨²pulo. Si alguien de una nacionalidad, una raza, una religi¨®n, hace algo que no cae bien, inmediatamente son juzgados culpables todos los de esa nacionalidad, raza o religi¨®n, a todos se los puede perseguir y asesinar. Pero si muchos musulmanes normales, en modo alguno terroristas, tambi¨¦n creen en la colectivizaci¨®n de la culpa, comprender¨¢n que no hay mucho que hacer. En este caso concreto, pocos han tenido en cuenta que los dirigentes americanos y europeos condenaban la anunciada acci¨®n del pastor memo. La protesta y las amenazas se hac¨ªan extensibles a todos los occidentales sin excepci¨®n: hoy ya ha habido un muerto debido a ellas, en un intento de asalto, en Afganist¨¢n, a tropas ? alemanas, que ya me dir¨¢n qu¨¦ tienen que ver con Florida.
Hace pocos a?os nadie se habr¨ªa enterado de la proyectada quema, en Gainesville como en Habichuela del Tremendillo. Hace tan s¨®lo dos, de hecho, otro reverendo de parecido jaez, con iglesia en Topeka, Kansas, prendi¨® fuego a un Cor¨¢n en una calle de Washington. No lo supo nadie, como es natural, y nada pas¨®. Ahora el eco planetario de la estupidez del pastor est¨²pido significa que quedamos a merced de las ocurrencias de cualquier descerebrado en cualquier punto del globo. Lo que carec¨ªa de trascendencia, o simplemente era ignorado, puede desatar una crisis grav¨ªsima que requiera la mediaci¨®n de todos, desde el Presidente de los Estados Unidos hasta San Juan Cris¨®stomo. Insisto: como si no hubiera m¨¢s que hacer. Y en todo caso el mal ya es irreversible; aunque el pastor obtuso no haya encendido al final su cerilla, no les quepa duda de que, tras tama?a repercusi¨®n, le saldr¨¢n imitadores de debajo de las piedras. Su idea ya est¨¢ esparcida y sembrada en las mentes de los infinitos tontos que, mamarrachada que ven, mamarrachada que copian con devoci¨®n. Quiz¨¢ no sea ¨¦l, pero ser¨¢n otros los que quemar¨¢n Coranes aqu¨ª o all¨¢. Y bastar¨¢ con que un alto cargo avise p¨²blicamente de la hoguera que se prepara en Tempranillo de la Francachela, para que todos los medios, como borregos, difundan los terribles prop¨®sitos de sus veintid¨®s vecinos y las m¨¢s altas jerarqu¨ªas se movilicen para implorarles que no los lleven a cabo, aunque sea en el patio de su casa o en su sal¨®n-comedor. Como dice mi amigo ingl¨¦s Eric Southworth, cuyo excelente espa?ol proviene en buena medida de sus lecturas de cl¨¢sicos: "Medrados estamos".?
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