El genio, el hombre, el enigma
Cabello despeinado, barba hirsuta, u?as largas, mirada reconcentrada, a veces perdida, ropa vieja. Quien se tope con este personaje en la calle -cosa dif¨ªcil, porque casi no sale ya de su apartamento, salvo a comprar alimentos a la tienda m¨¢s cercana- seguramente lo tomar¨¢ por un simple vagabundo, un bombzh. A nadie se le pasar¨ªa por la mente que ese hombre desali?ado es un genio, el mayor matem¨¢tico de los ¨²ltimos tiempos, que encaja en el paradigma del cient¨ªfico chiflado. La gente considera que efectivamente ha perdido la raz¨®n, pero no por su dudosa higiene y aspecto, sino, ante todo, por haber rechazado el mill¨®n de d¨®lares de recompensa que le otorg¨® el Instituto Clay de Matem¨¢ticas (Massachusetts, EE UU) por haber resuelto la conjetura de Poincar¨¦ -uno de los siete problemas del milenio-, y se neg¨® a recibirlo a pesar de vivir con su madre en precarias condiciones.
Rechaz¨® un mill¨®n de d¨®lares del Instituto Clay de Matem¨¢ticas por haber resuelto la conjetura de Poincar¨¦
En 1996 dej¨® de contestar a los correos electr¨®nicos de sus colegas y desisti¨® de discutir con otros sus proyectos
Para solucionar los problemas no escrib¨ªa nada previo, no hac¨ªa c¨¢lculos en el papel, todo lo realizaba en su cabeza
"Lo que lo desconcert¨® no fue que el mundo fuera imperfecto, sino que el mundo de los matem¨¢ticos lo sea"
"Para Grisha fue como un secuestro cuando intentaron apropiarse del resultado de su trabajo", dice su maestro Ruksh¨ªn
En las olimpiadas de matem¨¢ticas de Budapest obtuvo un brillante resultado: resolvi¨® 42 problemas sobre 42
"No contestar¨¦ a ninguna pregunta", dice a EL PA?S muy tranquilo, con voz cristalina, casi de ni?o, sin el menor atisbo de alteraci¨®n. Su voz transmite cortes¨ªa y el tono es m¨¢s que amable. Pero esta calma desaparece cuando tratan de ofrecerle dinero, a ¨¦l o a su madre, a la que arranca el tel¨¦fono de las manos, y entonces puede gritar y mostrarse grosero, incluso con gente que le ha ayudado en su carrera. Perelman recibe esas muestras de solidaridad o de preocupaci¨®n como un insulto. Grisha Perelman -su nombre es Grigori, pero ¨¦l siempre ha firmado con su diminutivo ruso-, que de ni?o fue entrenado para ganar y recibir premios, a partir de cierto momento los rechaz¨® todos. ?Qu¨¦ hizo que empezara a negarse a aceptar distinciones, a los ojos de todo el mundo merecidas, y comenzara a cortar relaciones y a encerrarse en s¨ª mismo?
Un aficionado al ajedrez probablemente asociar¨ªa el caso de Perelman con el de Bobby Fischer, y quiz¨¢ no anduviera muy errado: muchos especialistas consideran que ambos genios desarrollaron el mismo mal, una especie de autismo conocido como el s¨ªndrome de Aspergen. Opini¨®n con la que, por cierto, su primer maestro est¨¢ en total desacuerdo.
Antes del mill¨®n de d¨®lares, Grisha hab¨ªa rechazado un premio de la Sociedad Matem¨¢tica Europea y luego hizo lo mismo con la medalla Fields, llamada frecuentemente el Nobel de las Matem¨¢ticas, que deber¨ªa haber recibido en Madrid en 2006, durante el Congreso Internacional.
Al comienzo, nada indicaba que su carrera iba a llegar a las m¨¢s altas cimas y que -despu¨¦s de que el destino hubiera permitido que triunfara en la ciencia a pesar de los numerosos escollos que un jud¨ªo como ¨¦l encontraba en su camino en la antisemita Uni¨®n Sovi¨¦tica- terminar¨ªa en tragedia -para el mundo cient¨ªfico, al menos-, en el abandono de las matem¨¢ticas y en el encierro en s¨ª mismo. Encierro que es pr¨¢cticamente total, pues Grisha ya no se comunica con nadie, a excepci¨®n de su madre; se niega a conceder entrevistas, no responde si a uno se le ocurre ir a verlo y tocar a la puerta de su apartamento, e incluso ha roto todos los v¨ªnculos con la mayor¨ªa de sus antiguos colegas y maestros.
Grisha se refugia del mundo en K¨²pchino, un barrio en el sur de San Petersburgo donde el metro muere. Construido en los a?os sesenta del siglo pasado, K¨²pchino es un t¨ªpico suburbio dormitorio. La gente que vive cerca de la casa de Perelman -un edificio tipo de nueve plantas-, los que trabajan en las tiendas adonde suele ir, ahora le reconocen. Muchos cuando lo ven sacan sus m¨®viles, con los que le hacen fotos; pero la mayor¨ªa se comporta como Grisha quiere: lo dejan en paz.
Perelman se inici¨® en el campo de las matem¨¢ticas muy temprano, siendo un ni?o, como se acostumbraba en la ¨¦poca sovi¨¦tica. Su madre, Lubov, era una talentosa matem¨¢tica a la que su maestro incluso lleg¨® a ofrecer un puesto en el Instituto Herzen, donde ¨¦l mismo ense?aba. Esto era un honor, ya que su nombramiento iba a ser dif¨ªcil por dos razones: primero, porque era mujer -es decir, potencialmente madre, con lo que su consagraci¨®n a la ciencia resultaba incierta-, y segundo, porque era jud¨ªa.
Pero Lubov desech¨® entonces el ofrecimiento por la sencilla raz¨®n de que se acababa de casar y quer¨ªa crear una familia. Pas¨® m¨¢s de una d¨¦cada antes de que Lubov volviera a ver a su maestro. Se toparon en la calle y ella le cont¨® que ten¨ªa un hijo, Grisha, que mostraba dotes para las matem¨¢ticas, como lo probaba su reciente participaci¨®n exitosa en un concurso del barrio donde viv¨ªan, en los suburbios de Leningrado, hoy San Petersburgo. Y le pregunt¨® qu¨¦ pod¨ªa hacer para desarrollar ese talento.
Garold Natanson, que as¨ª se llamaba el maestro de Lubov, llam¨® entonces a Sergu¨¦i Ruksh¨ªn, seg¨²n cuenta ¨¦l mismo a EL PA?S, entonces un joven matem¨¢tico con un don especial para preparar a ni?os. El resultado de esa conversaci¨®n fue que Grisha ingres¨® en 1976 -reci¨¦n cumplidos los 10 a?os- en el c¨ªrculo de matem¨¢ticas que funcionaba en el Palacio de Pioneros de Leningrado.
Estos centros de ¨¦lite, repartidos por la URSS, eran como grandes clubes donde funcionaban numerosos c¨ªrculos para ni?os: de matem¨¢ticas, de ajedrez, de deportes, de m¨²sica... Grisha, de hecho, lleg¨® al Palacio de Pioneros de Leningrado sabiendo ya tocar el viol¨ªn, instrumento que tambi¨¦n hab¨ªa estudiado su madre, que era profesora de matem¨¢ticas en una escuela.
Como recuerda Ruksh¨ªn, que en esa ¨¦poca ten¨ªa solo 19 a?os, Grisha acababa de cumplir los 10 a?os y no era el benjam¨ªn del c¨ªrculo, ni tampoco el m¨¢s brillante ni el mejor en las competiciones. Y no lo fue hasta varios a?os despu¨¦s. Era bueno, talentoso, y a diferencia de la mayor¨ªa de sus compa?eros, se mostraba tranquilo, callado.
Incluso para solucionar los problemas era introvertido; pr¨¢cticamente no escrib¨ªa nada previo, no hac¨ªa c¨¢lculos en el papel, todo lo analizaba mentalmente hasta que obten¨ªa la soluci¨®n, que pasaba entonces a la hoja que ten¨ªa delante.
Hab¨ªa signos que indicaban que la soluci¨®n estaba pr¨®xima: pod¨ªa tirar una pelota de pimp¨®n contra la pizarra, caminar de all¨¢ para ac¨¢, marcar un ritmo con un lapicero en el pupitre, restregaba sus muslos -los pantalones que usaba llevaban la marca de esa costumbre- y luego se frotaba las manos, adem¨¢s de emitir ruidos parecidos a quejas o zumbidos, que eran, en realidad, tarareos de alguna pieza musical, como Introducci¨®n y rond¨® caprichoso de Camille Saint-Sa?ns.
Al principio, Grisha no era el mejor. Pronto lleg¨® a serlo y se convirti¨® en el alumno preferido de Ruksh¨ªn. ?ste siempre ha defendido que los ni?os deben concentrarse en aquello que mejor les resulta. Esta posici¨®n, dice sonriendo, ha resultado beneficiosa tanto para el ajedrez ruso como para el espa?ol. As¨ª, aconsej¨® a Alexandr Jalifman, el futuro campe¨®n mundial de ajedrez, que se consagrara al juego-ciencia y no a las matem¨¢ticas; lo mismo hizo con Valeri S¨¢lov -el gran maestro ruso que en 1992 se mud¨® a Espa?a-, a quien pr¨¢cticamente expuls¨® de su c¨ªrculo matem¨¢tico.
Probablemente esta concepci¨®n de Ruksh¨ªn hizo que Grisha abandonara sus clases de viol¨ªn para entregarse por completo a las matem¨¢ticas. Su maestro insiste en que no le oblig¨® a dejar la m¨²sica; al contrario, lo introdujo en la m¨²sica vocal, a la que Perelman no estaba acostumbrado.
El que dejara de tocar el viol¨ªn no significa que Grisha renunciara a la m¨²sica. La verdad es que incluso hoy es una de sus pocas aficiones; le gusta la ¨®pera, y hasta hace poco sol¨ªa comprar las entradas m¨¢s baratas en el gallinero del Teatro Mari¨ªnski (ex K¨ªrov). Tambi¨¦n se le puede ver a veces en los conciertos de j¨®venes cantores.
Ruksh¨ªn no solo fue el descubridor de Perelman, sino su primer maestro, el que lo form¨® y fue su primer tutor cient¨ªfico. Entre ambos se cre¨® una relaci¨®n especial. Al acercamiento con Grisha contribuy¨® probablemente el que despu¨¦s de las clases en el Palacio de Pioneros, dos veces por semana, hac¨ªan juntos el trayecto en el metro hasta la ¨²ltima estaci¨®n, K¨²pchino, el barrio de Perelman. Ruksh¨ªn ten¨ªa que tomar all¨ª un tren de cercan¨ªas hasta su casa, que en ese tiempo estaba en la ciudad de Pushkin.
A los 14 a?os, Ruksh¨ªn comenz¨® a darle clases intensivas de ingl¨¦s, para que Grisha pudiera entrar en el colegio especializado en f¨ªsica y matem¨¢ticas, la famosa Escuela N¨²mero 239 de Leningrado. El ingl¨¦s era el idioma extranjero que estudiaban all¨ª, mientras que en su escuela Grisha hab¨ªa aprendido franc¨¦s. Al final de las vacaciones, Ruksh¨ªn hab¨ªa logrado lo imposible: que Grisha estuviera al nivel requerido, o sea, hab¨ªa hecho en menos de tres meses lo que los otros ni?os hab¨ªan conseguido en cuatro a?os.
Grisha ingres¨® junto con sus compa?eros del club en la famosa escuela. Se trataba de la primera vez que, en lugar de dispersar a los miembros del c¨ªrculo de Ruksh¨ªn en diferentes clases, los pusieron a todos en una. As¨ª comenzaba otro experimento ideado por Ruksh¨ªn -no separar a los ni?os superdotados-, aunque entonces ellos formaran solo la mitad del curso; hoy ya hay clases que funcionan exclusivamente con chicos especialmente talentosos para la ciencia.
El elegido como profesor jefe en la clase de estos superdotados fue Valeri R¨ªzhik, un pedagogo innato, seg¨²n asegura Masha Gessen en su libro Perfect rigor: A genius and The mathematical breakthrough of the century, dedicado a Perelman.
La idea de Ruksh¨ªn de no separar a los peque?os genios gener¨® pol¨¦mica, pero finalmente se impuso; el mismo Ruksh¨ªn seguir¨ªa prepar¨¢ndolos en el club particularmente para las olimpiadas de matem¨¢ticas. R¨ªzhik recuerda que Perelman se sentaba al fondo de la clase, nunca hablaba, salvo cuando ve¨ªa un error en las demostraciones que los ni?os hac¨ªan en la pizarra; entonces levantaba apenas la mano y correg¨ªa. Era un chico que se tomaba las reglas al pie de la letra, y por eso nunca se distra¨ªa.
R¨ªzhik sol¨ªa llevar los domingos a los ni?os de su clase a caminar por el campo o por el bosque, y en las vacaciones, a largas excursiones a otras regiones de Rusia. Grisha nunca fue a ninguna, ni asisti¨® a los Martes Literarios que organizaba su profesor. La opini¨®n de Gessen de que R¨ªzhik desempe?¨® un importante papel como pedagogo no es compartida por Ruksh¨ªn, que otorga m¨¢s m¨¦ritos a Nikol¨¢i Kuksa, ex oficial de submarino que protegi¨® a Grisha durante sus estudios en la Escuela N¨²mero 239.
A pesar de sus excentricidades y de su dificultad para comunicarse con otros, Perelman sigui¨® su carrera matem¨¢tica con relativa normalidad, sobre todo gracias a las personas que, viendo su talento, lo protegieron y consiguieron que fuera admitido en la discriminatoria Facultad de Matem¨¢ticas de la Universidad de Leningrado, que solo aceptaba a dos jud¨ªos al a?o. La t¨¢ctica seguida para ello fue conseguir que Perelman formara parte del equipo ol¨ªmpico ruso de matem¨¢ticas, ya que sus miembros ingresaban autom¨¢ticamente en la Universidad que eligieran. Grisha no solo lo consigui¨®, sino que logr¨® un extraordinario resultado en las Olimpiadas de Budapest: 42 problemas resueltos de un total de 42.
Perelman viv¨ªa en su propio mundo, ignorando la realidad del mundo exterior, que cre¨ªa que era justo y que funcionaba como deb¨ªa, siguiendo reglas claras. Nunca se interes¨® por la pol¨ªtica, tampoco por las chicas, ni se enter¨® de que la sociedad sovi¨¦tica era antisemita. Su madre, sus profesores y entrenadores se preocuparon de protegerle de esa realidad exterior, de solucionar sus problemas y de garantizar que pudiera dedicarse exclusivamente al mundo de las matem¨¢ticas. Fue gracias a ellos -Ruksh¨ªn, Kuksa, R¨ªzhik, Alexandr Abr¨¢mov en el colegio y las competiciones; V¨ªktor Zalgaller, Alexandr Alex¨¢ndrov y Yuri Burago despu¨¦s- como Perelman pudo terminar la facultad, obtener su doctorado, ganar becas en el extranjero, dar charlas y ense?ar.
A los 29 a?os, estando en EE UU, la Universidad de Princeton mostr¨® inter¨¦s por contratarlo como profesor asistente, pero ¨¦l se neg¨® a presentar un curr¨ªculo; dijo que si lo quer¨ªan, que le dieran un puesto de profesor titular. No lo hicieron y lo lamentar¨ªan.
Perelman fue a Princeton a principios de 1995 a dar una conferencia sobre su prueba de la Conjetura del alma (Soul conjecture) y para entonces se hab¨ªa convertido ya en el mejor ge¨®metra del mundo. ?Por qu¨¦ esas exigencias, para qu¨¦ quer¨ªan un curr¨ªculo suyo si hab¨ªan asistido a sus conferencias? Encontraba absurdo que le pidieran datos sobre su persona. Tampoco acept¨® una propuesta para ser profesor titular en Tel Aviv.
De vuelta a San Petersburgo ese mismo a?o, terminado su Miller Fellowship en Berkeley, Perelman regres¨® a casa con su madre y al laboratorio de Burago.
Grisha parece haber desarrollado una especie de alergia a los premios a mediados de los noventa. En 1996, la Sociedad Matem¨¢tica Europea celebr¨® su segundo congreso cuatrienal en Budapest, en el que instituy¨® premios para matem¨¢ticos menores de 32 a?os. Burago, Anatoli V¨¦rshik, entonces presidente de la Sociedad Matem¨¢tica de San Petersburgo, y Mija¨ªl Gr¨®mov, el introductor de Perelman en Occidente, presentaron a Grisha, cuya candidatura sali¨® victoriosa. Pero ¨¦ste, al enterarse, dijo que no quer¨ªa el premio y que no lo aceptar¨ªa; incluso amenaz¨® con montar un esc¨¢ndalo si anunciaban que ¨¦l era el ganador.
Extra?a actitud en una persona que hab¨ªa sido entrenada para ganar olimpiadas, y por tanto, premios. Nunca en su ¨¦poca de competidor hab¨ªa dado indicios de oponerse a los galardones. M¨¢s a¨²n, sus fracasos -dos seguidos- fueron los que, seg¨²n Ruksh¨ªn, hicieron que Perelman se pusiera las pilas y trabajara duro para triunfar y convertirse en un aut¨¦ntico cient¨ªfico.
Adem¨¢s, ya como matem¨¢tico puro y duro, recibi¨® a principios de los a?os noventa un premio que le otorg¨® la Sociedad de Matem¨¢ticas, que acept¨® gustoso.
Todo apunta a que empez¨® a irritarle la idea de que otra persona pudiera juzgar su trabajo, cuando ¨¦l se consideraba ya el mejor del mundo. Adem¨¢s viv¨ªa bajo una enorme autoexigencia, que le llevaba a considerar que no era merecedor del premio en cuesti¨®n, entre otros motivos, porque no hab¨ªa completado su trabajo todav¨ªa.
Esta conciencia de su superioridad unida a su rigidez moral -modelada en torno a la figura ideal de Alex¨¢ndrov, con la exigencia de decir siempre la verdad y solo la verdad- es lo que, seg¨²n quienes le conocieron, le lleva a rechazar ese premio y otros posteriores.
Paralelamente comienza a autoaislarse de la comunidad cient¨ªfica, aunque participa en actividades matem¨¢ticas con ni?os. Pero en 1996 deja de contestar a los correos electr¨®nicos de sus colegas norteamericanos y prescinde de discutir sus proyectos. A partir de ese momento, nadie sab¨ªa en qu¨¦ estaba trabajando Perelman, aunque seguramente fue cuando comenz¨® su asalto a la conjetura de Poincar¨¦.
Que Grisha no hab¨ªa desaparecido del todo qued¨® claro cuatro a?os m¨¢s tarde, cuando el matem¨¢tico norteamericano Mike Anderson recibi¨® un correo electr¨®nico en el que el genio ruso le planteaba algunas dudas sobre un trabajo que este acababa de publicar.
Dos a?os y medio despu¨¦s se confirm¨® que Grisha no era de esos talentos prometedores que de pronto se paran y quedan empantanados. El 2 de noviembre de 2002, Anderson recibi¨®, al mismo tiempo que un pu?ado de matem¨¢ticos, otro correo de Perelman en el que informaba de que hab¨ªa colgado un nuevo trabajo en Internet.
De hecho, se trataba de la demostraci¨®n de la conjetura de Geometrizaci¨®n y de la de Poincar¨¦, aunque ¨¦l no lo especificaba. Anderson ley¨® el trabajo, comprendi¨® su importancia e invit¨® a Perelman a EE UU, cosa que, para su sorpresa, ¨¦ste acept¨®. Al mismo tiempo, envi¨® correos a otros matem¨¢ticos llam¨¢ndoles la atenci¨®n sobre lo que Grisha hab¨ªa publicado en la Red.
Un a?o m¨¢s tarde, el 10 de marzo de 2003, Perelman colg¨® una segunda parte de su trabajo, mientras hac¨ªa los tr¨¢mites para el visado que le permitiera viajar de nuevo a EE UU. En Norteam¨¦rica, Perelman dio magn¨ªficas conferencias y coment¨® a un colega que cre¨ªa que pasar¨ªa un a?o y medio o dos antes de que se comprendiera la demostraci¨®n expuesta en su trabajo.
Al mismo tiempo, comenzaron los problemas. The New York Times public¨® dos art¨ªculos en los que escrib¨ªa que Perelman hab¨ªa asegurado que hab¨ªa probado la conjetura de Poincar¨¦ e insinuaban que lo hab¨ªa hecho para ganar el mill¨®n de d¨®lares de recompensa anunciado por el Instituto Clay. Para Grisha, esto, adem¨¢s de ser completamente falso, era un insulto. La verdad es que hab¨ªa empezado a trabajar en Poincar¨¦ mucho antes de que el Clay seleccionara los siete problemas del milenio y nunca hab¨ªa tenido especial inter¨¦s por el dinero.
Perelman rechaz¨® las numerosas ofertas que le hicieron para quedarse en EE UU y regres¨® a San Petersburgo en abril de 2004. El 17 de julio colg¨® la tercera y ¨²ltima parte de su trabajo. Si la primera era de 30 p¨¢ginas y la segunda de 22, esta ten¨ªa apenas siete.
Parad¨®jicamente, el hecho de que Grisha colgara su prueba en Internet y se negara a publicarla en una revista especializada -como era la costumbre y una de las condiciones del Clay para dar el mill¨®n de d¨®lares- impuls¨® una amplia discusi¨®n sobre su trabajo, abierta y p¨²blica, que se desarroll¨® en seminarios y conferencias especiales.
Algunos matem¨¢ticos acometieron la tarea de explicar los trabajos de Perelman y su demostraci¨®n de las conjeturas de Poincar¨¦ y Geometrizaci¨®n, pero tambi¨¦n hubo otros que trataron de robarle los laureles y se autoproclamaron como los verdaderos art¨ªfices de la soluci¨®n. Al final tuvieron que dar marcha atr¨¢s y reconocer el m¨¦rito a Grisha, pero todo esto, as¨ª como la demora del Instituto Clay en reconocer la prueba, unida a la indiferencia de sus colegas rusos -que no salieron en su defensa cuando trataron de robarle su logro- debieron abrir una herida profunda en Grisha.
La desilusi¨®n en el mundo de los matem¨¢ticos, que ¨¦l cre¨ªa perfecto y puro, fue creciendo a su regreso de EE UU, al tiempo que aument¨® su autoaislamiento. Hasta que en diciembre de 2005 renunci¨® al puesto en el Instituto Steklov, donde trabajaba. Cuando lo hizo, anunci¨® que abandonaba las matem¨¢ticas.
Al a?o siguiente, Perelman recibi¨® un correo electr¨®nico del comit¨¦ encargado del programa del congreso mundial en el que deber¨ªan entregarle la Medalla Fields, invit¨¢ndole a dar una conferencia con motivo de esta entrega. Pero ni siquiera respondi¨®. Y cuando el director del Steklov habl¨® con Grisha, este le dijo que no hab¨ªa contestado porque los nombres de los miembros del comit¨¦ eran secretos y ¨¦l no participaba en conspiraciones.
Si puede haber cierta l¨®gica en el rechazo al premio de la Sociedad Europea -no consideraba completado su trabajo- y en el de la Medalla Fields, que es un est¨ªmulo a los ma-, es m¨¢s dif¨ªcil comprender su renuncia al mill¨®n de d¨®lares del Instituto Clay, que se entrega por solucionar un problema determinado.
Ruksh¨ªn sostiene que el rechazo al dinero se debi¨® principalmente a la profunda desilusi¨®n que sufri¨® al ver la injusticia de la comunidad matem¨¢tica y lo que ¨¦l consideraba deshonestidad, como se lo explic¨® a John Ball, presidente de la Uni¨®n Internacional de Matem¨¢ticas, cuando renunci¨® a la Medalla Fields.
Lo que lo desconcert¨®, lo perturb¨®, seg¨²n su maestro, no fue que el mundo fuera imperfecto, sino que el mundo de los matem¨¢ticos lo fuera tambi¨¦n. Precisamente el mundo que se ocupa de la ciencia m¨¢s exacta, donde algo o es verdad o es mentira, y donde no hay posici¨®n intermedia entre uno y otro extremo, entre correcto o incorrecto. Grisha, seg¨²n sus allegados, cre¨ªa que en este universo hab¨ªa un espacio perfecto, el altar de la matem¨¢tica; ¨¦l se consagr¨® precisamente a ello y se invent¨® un para¨ªso. Y eso tambi¨¦n fall¨®. En esto consiste la cat¨¢strofe, y aqu¨ª, afirma Ruksh¨ªn, est¨¢ tambi¨¦n la diferencia con Bobby Fischer, que no pod¨ªa comunicarse con el mundo. Perelman puede: todos sus vecinos atestiguan que se comporta normalmente con ellos, que es sociable y gentil.
Ruksh¨ªn explica as¨ª los sentimientos que llevaron a Grisha a renunciar al mill¨®n: "Para comprender a Perelman, imag¨ªnese que el teorema es como su hijo, que en la infancia pas¨® por una enfermedad grave, durante la cual no sab¨ªa si sobrevivir¨ªa o no. Mientras no has demostrado el teorema, mientras contin¨²a siendo una conjetura, es como tu hijo enfermo. Y Grisha estuvo junto a la cabecera de ese hijo nueve o 10 a?os, luchando por su vida y cuid¨¢ndolo d¨ªa y noche. Por fin, el ni?o san¨®, creci¨®, es fuerte y hermoso; pero te lo quieren robar y te lo secuestran. Para Grisha fue como un secuestro cuando trataron de apropiarse del resultado de su trabajo. No pudo aceptar que un teorema pudiera ser comprado, vendido o robado".
UN TALENTO MATEM?TICO
? Grigori Perelman nace el 13 de junio de 1966 en Leningrado (actual San Petersburgo).
? A los 14 a?os ingresa en la Escuela 239 de Leningrado para j¨®venes talentos.
? En 1982 obtiene la medalla de oro en las olimpiadas de matem¨¢ticas como miembro del equipo de la URSS.
? En 1996 rechaza el premio de la Sociedad Matem¨¢tica Europea para j¨®venes matem¨¢ticos.
? En 2002 resuelve la conjetura de Poincar¨¦.
? En 2005 renuncia a su puesto en el Instituto Steklov.
? En agosto de 2006 rechaza la medalla Fields, considerada el Nobel de las Matem¨¢ticas.
? En marzo de 2010 no acepta el premio de un mill¨®n de d¨®lares que le concede el instituto Clay de Matem¨¢ticas.
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