As¨ª me trato, as¨ª trato a los otros
Conoc¨ª a un ejecutivo de una importante multinacional que ten¨ªa fama de ser obsesivamente perfeccionista. Ello se traduc¨ªa en una alt¨ªsima exigencia con sus colaboradores. Sus mensajes a su equipo eran siempre los mismos: "Seguro que lo puedes mejorar? ", "si le das otra vuelta, todav¨ªa le puedes sacar m¨¢s jugo?", "est¨¢ bien, pero todav¨ªa no est¨¢ al cien por cien?". M¨¢s de una vez me hab¨ªa explicado con impotencia que se desesperaba con el bajo nivel de autoexigencia de sus colaboradores. "Se conforman con cumplir, pero no van a buscar nota", me dec¨ªa de ellos.
En cierto momento pas¨® una importante crisis profesional. Sus colaboradores, desmotivados y con una sensaci¨®n creciente de estar permanentemente presionados, se amotinaron y le echaron en cara su desmesurado perfeccionismo. ?l acept¨® la cr¨ªtica y prometi¨® intentar comunicarse con ellos de forma diferente. Lo cierto es que lo intent¨®, y durante un tiempo realiz¨® un loable esfuerzo por evitar los mensajes de exigencia y por transmitir mensajes de aliento y motivaci¨®n.
"Hay dos momentos esenciales para descubrir qu¨¦ nos decimos a nosotros mismos: cuando algo nos sale bien y cuando algo nos sale mal"
Pero el cambio dur¨® poco. Una tarde me confes¨® que lo hab¨ªa intentado con todas sus fuerzas, pero que no lograba interiorizar aquella nueva forma de comunicarse con los dem¨¢s, y cuando bajaba la guardia, volv¨ªa a los mensajes de exigencia. Hablamos largamente, y durante aquella conversaci¨®n me relat¨® un episodio de su trabajo que me dio la clave de lo que le estaba ocurriendo. Me habl¨® de una reciente presentaci¨®n que hab¨ªa hecho al consejo de administraci¨®n. "?C¨®mo te fue?", le pregunt¨¦. "Bastante bien", me dijo. "Pero soy consciente de que no estaba al cien por cien. Pod¨ªa haberlo hecho mejor?".
Contigo, conmigo
"Nuestro lenguaje es un indicador muy fiel de c¨®mo nos vemos como personas"
(Stephen R. Covey)
Cuando descubrimos que nuestra comunicaci¨®n con los dem¨¢s no funciona como esperamos, la primera reacci¨®n suele ser de autocontrol: tomamos consciencia de los mensajes que lanzamos a nuestro alrededor y hacemos todos los esfuerzos posibles para evitar los que no?son bien recibidos. Esta es una respuesta que tiene un apreciable valor, pues demuestra que somos conscientes de que tenemos un problema y que queremos resolverlo. Pero esta estrategia tiene un recorrido limitado, y en general?no durar¨¢. En relativamente poco tiempo bajaremos la guardia y volveremos a la comunicaci¨®n que nos sale de dentro. As¨ª pues, el verdadero cambio en nuestra comunicaci¨®n no se producir¨¢ si no realizamos primero un cambio interior. Y no podemos hacer este cambio interior si en primer lugar no descubrimos qu¨¦ nos decimos a nosotros mismos, es decir, cu¨¢l es nuestro di¨¢logo interior.
Este es el primer paso esencial, porque lo que decimos a los dem¨¢s es, en su esencia, fiel reflejo de lo que nos decimos a nosotros mismos, y no podremos cambiar la actitud hacia los dem¨¢s (actitud que se traduce en determinados mensajes hacia ellos) si no cambiamos la actitud hacia nosotros.
Escucharnos a nosotros
"La voz es reflejo de lo que sientes. Si quieres cambiar tu?comunicaci¨®n, no cambies tu?voz, cambia lo que sientes"
(Oriol Pujol Borotau)
Cuando tenemos consciencia de que nuestra comunicaci¨®n con los dem¨¢s no es bien recibida, el primer paso ineludible ser¨¢ descubrir qu¨¦ mensajes nos damos a nosotros mismos a diario, pues nuestro di¨¢logo interior es el origen de nuestra comunicaci¨®n hacia el exterior. Porque si continuamente nos damos mensajes de?exigencia, nos censuramos a nosotros mismos por no haber hecho las cosas mejor y nos echamos en cara nuestros peque?os errores, exigiremos sin l¨ªmite a los dem¨¢s, los censuraremos todo el tiempo y no les perdonaremos ni un fallo. En cambio, si nos damos a nosotros mismos mensajes de aliento, nos perdonamos los fallos sin importancia y nos reconocemos las victorias, haremos lo mismo con la gente de nuestro alrededor.
Escucharse a uno mismo es el primer paso para identificar qu¨¦ nos decimos, pero no es un proceso necesariamente?f¨¢cil. Es cierto que no dejamos de hablarnos, de darnos mensajes; es cierto?que nuestro di¨¢logo interior es permanente. Pero ?c¨®mo podemos tener consciencia de nuestra voz interna si para empezar es una voz que no o¨ªmos?
Hay dos momentos esenciales en los que nos ser¨¢ f¨¢cil escuchar esta silente voz interior y en los que podremos descubrir qu¨¦ nos decimos a nosotros mismos: cuando algo nos sale bien y cuando algo nos sale mal.
Ante un fracaso hay dos tipos de mensajes que nos lanzamos a nosotros mismos: podemos decirnos cosas como "ya he vuelto a fallar", "nunca lo conseguir¨¦", "lo he hecho mal" o "no sirvo para esto". O podemos decirnos cosas como "no lo he conseguido, pero he trabajado bien", "tendr¨¦ otra ocasi¨®n para conseguirlo", "ya s¨¦ qu¨¦ tengo que hacer la pr¨®xima vez" o "todos fallamos alguna vez".
Y ante una victoria tenemos tambi¨¦n dos tipos de mensajes que nos podemos dar: "no es m¨¦rito m¨ªo", "ha sido suerte", "no me lo merezco" o "mejor que no me lo crea", o, en cambio: "he hecho un buen trabajo esta vez", "voy a disfrutarlo", "me he esforzado y ahora tengo la recompensa" o "estoy preparado para esto".
Si en ambos casos optamos por la primera opci¨®n, nuestros mensajes a nosotros mismos ser¨¢n de continua exigencia y de rechazo de nuestros m¨¦ritos. Y se traducir¨¢n en exigencia y rechazo de m¨¦ritos de los dem¨¢s.
En cambio, si optamos por la segunda opci¨®n, estaremos demostrando que sabemos relativizar nuestros peque?os fracasos y disfrutar nuestros logros, y estaremos en condiciones de relativizar los fracasos ajenos y de hacer disfrutar (y disfrutar con los dem¨¢s) de las victorias.
Pero planteemos otra pregunta: ?el di¨¢logo conmigo mismo es s¨ªntoma de algo m¨¢s?
A menudo, el di¨¢logo poco cari?oso o poco afectivo conmigo mismo no es un hecho aislado, y son muchos los casos en que esta comunicaci¨®n negativa hacia m¨ª mismo se acompa?a de otros comportamientos igualmente negativos, como pueden ser no cuidarme f¨ªsicamente, no priorizar nunca mis deseos frente a los de los dem¨¢s o no dedicarme el tiempo necesario, el que cualquier ser humano necesita. Todo ello es expresi¨®n de un problema de base: no quererme a m¨ª mismo.
Es necesario querernos para querer a los dem¨¢s. Y es expresi¨®n de que nos queremos no solo el hecho de darnos mensajes de aprecio, sino tambi¨¦n hacer cada d¨ªa cosas concretas que lo demuestren. Empecemos queri¨¦ndonos nosotros y estaremos abriendo el camino para que nuestros comportamientos para con nosotros se traduzcan en iguales comportamientos hacia los dem¨¢s.
No intentemos hacer con los dem¨¢s o pensar de los dem¨¢s lo que no hacemos con nosotros o no pensamos de nosotros, porque el esfuerzo, adem¨¢s de agotador, resultar¨¢ frustrante. ?C¨®mo podemos dejar de exigir a los dem¨¢s lo que nos exigir¨ªamos sin duda a nosotros?, ?c¨®mo podemos perdonar a los dem¨¢s lo que no nos perdonar¨ªamos jam¨¢s a nosotros?
Momentos para escucharnos
"Hay que tomar la decisi¨®n de?perseguir toda la vida la meta de?conocerse a s¨ª mismo"
(Chris Lowney)
Tomar consciencia de nuestro di¨¢logo interior es la base del cambio en nuestra comunicaci¨®n. Y hacerlo es algo que podemos aprender a base de practicar. El sistema no es complicado, solo hay que tomarlo como costumbre.
Podemos tomarnos unos momentos al d¨ªa para, en un ambiente de relajaci¨®n, apagar el ruido exterior y hablarnos a nosotros mismos. Contarnos el d¨ªa, valorar nuestras decisiones, disfrutar de las peque?as victorias y aprender de los peque?os fracasos. Rememorar los mejores momentos del d¨ªa y atesorarlos, y relativizar y superar los malos momentos. Son momentos para decirnos cosas en el m¨¢s completo de los silencios; un ejercicio absolutamente revelador, que se convertir¨¢ en la semilla del cambio.
Para vernos reflejados
1. Libros.
- 'Palabras a m¨ª mismo', de Hugh Prater (RBA, 2006). En este libro, el autor comparte con los lectores su di¨¢logo interior a lo largo de los a?os, un di¨¢logo que ha sido la base de su crecimiento personal.
- 'El hombre en busca de sentido', de Viktor Frankl (Herder, 1988). En esta obra imprescindible, el autor defiende que no podemos decidir sobre los acontecimientos de nuestras vidas, pero s¨ª podemos decidir c¨®mo reaccionamos ante ellos, y nuestra reacci¨®n guarda una estrecha relaci¨®n con lo que nos decimos interiormente.
2. Pel¨ªculas
- 'Shine', filme dirigido en 1996 por Scott Hicks y protagonizado por Geoffrey Rush. Nos brinda un ejemplo de proyecci¨®n de la frustraci¨®n personal en forma de desmesurada exigencia hacia la gente m¨¢s cercana.
- 'Mejor imposible', dirigida en 1997 por James L. Brooks y protagonizada por Jack Nicholson. Un ejemplo enfermizo de c¨®mo el cinismo del protagonista con los dem¨¢s es fiel reflejo de sus obsesiones personales.
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