El presidente y la cocinera
Las cuentas p¨²blicas gallegas van a pasar m¨¢s hambre que Carpanta. Con esa vocaci¨®n pedag¨®gica de la pol¨ªtica que le es tan querida, el presidente Feij¨®o lo resumi¨® en un par de ejemplos iluminadores: las cocineras sin ni?os para quien guisar y los buses a la carallada. Qu¨¦ es m¨¢s rentable en un colegio con poco ni?os -se pregunt¨®- una cocinera o un catering. Respecto al Noiteb¨²s, plante¨® la duda moral sobre financiar en plena crisis autobuses nocturnos que lleven de marcha a la chavalada "cando non existen en horario diurno para levar ao traballo aos seus pais". Con esa previsibilidad a veces tan irritante, la oposici¨®n toc¨® a rebato. La democracia feijoniana fue acusada de conducirse de manera cruel con nuestros j¨®venes sedientos y nuestros ni?os hambrientos y pecar de privatizaci¨®n. "Se trata de decidir qu¨¦ Galicia queremos", proclam¨® en voz alta el V¨¢zquez socialista, con un dramatismo merecedor de empe?os mayores.
El objetivo deber¨ªa ser recortar gasto y optimizar inversi¨®n. Pero la pol¨ªtica escogida vuelve a estar mal dise?ada
Antes de que tal intercambio de ingenio conduzca a otra p¨¦rdida de tiempo, acordemos un par de obviedades. La primera es la existencia de un amplio consenso social, incluidos Feij¨®o y el PP, sobre lo deseable de una Galicia donde los chavales no se maten en las cunetas y los ni?os se alimenten bien en la escuela. La segunda es que, aunque le pierda su brillantez de tertuliano, o anuncie rebajas fiscales para la segunda vivienda que duplican el coste de las cocineras que tanto le preocupan, el presidente ha planteado un debate que no podemos demorar m¨¢s. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Toca abonar la factura. Decidir qu¨¦ cosas podemos y vamos a seguir pagando y cu¨¢les no. Entre lo qu¨¦ debemos y lo qu¨¦ necesitamos para financiarlo, la deuda de Galicia equivale a la cuarta parte del PIB. Con este Gobierno y con los anteriores, semejante esfuerzo ha rendido resultados m¨¢s bien mediocres en t¨¦rminos de creaci¨®n de riqueza, empleo o crecimiento. Tampoco ha acelerado como deb¨ªa nuestra tortuosa convergencia con el resto del Estado. Ni siquiera cabe consolarse afirmando que haya generado una econom¨ªa m¨¢s productiva, competitiva o innovadora. Y ahora, adem¨¢s, simplemente no podemos permitirnos semejante deuda.
El objetivo deber¨ªa ser recortar gasto y optimizar inversi¨®n. Pero la pol¨ªtica escogida vuelve a estar mal dise?ada. Incide en los mismos errores que nos han tra¨ªdo hasta aqu¨ª. Antes todas las partidas crec¨ªan porque tocaba. Ahora se recortan todas porque toca. A una loter¨ªa de expansi¨®n cuantitativa del presupuesto, le sucede una loter¨ªa de recorte cuantitativo donde solo sobrevive la misma prioridad de siempre: las infraestructuras, que s¨®lo se recortan poco y cuando no queda m¨¢s remedio. Sirva como ejemplo la gran chapuza perpetrada por el supereficiente Hern¨¢ndez en su particular y peripat¨¦tica highway to Carballo. Ni siquiera la crisis arrumba nuestra fe ciega en los superpoderes de la obra p¨²blica. Volveremos a intercambiar deuda por asfalto y hormig¨®n, no por inteligencia y valor a?adido.
La clonaci¨®n se mantiene como nuestro modelo de desarrollo. S¨®lo que ahora clonaremos menos, o tardaremos m¨¢s en clonar puertos, aeropuertos, trenes, autov¨ªas, carreteras, corredores, circunvalaciones, variantes, contravariantes, pol¨ªgonos industriales, subvenciones al transporte, orquestas, bandas de gaitas... Pero clonar no es lo mismo que crecer. La econom¨ªa clon no maximiza la eficiencia, s¨®lo el n¨²mero de contratistas dependientes de la Administraci¨®n. Lo que engordar¨¢ nuestra deuda son -recorti?o incluido- los 3.500 millones a gastar hasta el 2015 en clonar asfalto en el en¨¦simo plan de carreteras, no los men¨²s elaborados en las 300 cocinas de los colegios p¨²blicos. El problema no son las cocineras, sino los contratistas aferrados como zombies al presupuesto p¨²blico. Cada a?o, la Xunta concede cerca de 500 millones s¨®lo en subvenciones a no m¨¢s de 500 contratistas. Seg¨²n los expertos, se reparten con un criterio de caf¨¦ para todos, sin evaluaci¨®n de su rendimiento. Ca?ones o mantequilla, ofertaba Samuelson en su conocido dilema. Cocineras o contratistas, es nuestra elecci¨®n. antonlosada.blogspot.com
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