Los costos de la inmigraci¨®n
El crecimiento cero se ha seguido considerando el peor de los males, pese a que a comienzos de los setenta el Club de Roma lo defendiese como ¨²nica forma de sobrevivir a la cat¨¢strofe ecol¨®gica. Adem¨¢s de la afirmaci¨®n, harto problem¨¢tica, de que sin la inmigraci¨®n no se podr¨ªan pagar las pensiones en un futuro no muy lejano, el argumento de mayor calado es que resulta imprescindible para seguir creciendo. ?ltimamente act¨²a de contrapeso el que vayan en aumento las voces de los que cuestionan el crecimiento indefinido, pero sobre todo el hecho de que disminuya la demanda de trabajo no cualificado.
En las etapas de fuerte demanda de fuerza de trabajo, que parecen pertenecer ya al pasado, -el crecimiento se consigue m¨¢s bien eliminando puestos de trabajo- el capital estuvo ante el dilema de afrontar una r¨¢pida subida del precio del trabajo, que solo cabr¨ªa contrarrestar mejorando la productividad, lo que exige altas inversiones, o bien, una vez agotado el ej¨¦rcito de reserva en el mercado nacional, acudir al abundant¨ªsimo internacional.
El Estado mantiene a miles de trabajadores extranjeros en paro despu¨¦s de que se beneficiaran las empresas
El tema es tab¨² y reina una confusi¨®n que alimenta prejuicios que cre¨ªamos que pertenec¨ªan al pasado
No cupo la menor duda de que lo que m¨¢s conven¨ªa a la mayor¨ªa de los sectores, sin capacidad inversora para mejorar la productividad, era importar mano de obra para mantener los salarios dentro de l¨ªmites tolerables, aun a sabiendas de que con ello se salvaban empresas a la larga no competitivas. En todo caso, los inmigrantes permanecer¨ªan en el pa¨ªs mientras se los necesitase y volver¨ªan a sus pa¨ªses cuando cambiase la coyuntura: "trabajadores hu¨¦spedes" (Gastarbeiter) se les llam¨® en Alemania.
Cuando disminuy¨® dr¨¢sticamente el empleo para trabajadores no cualificados -la mayor parte inmigrantes- las empresas los despidieron, pero solo regresaron aquellos -italianos, espa?oles- que pod¨ªan rehacer sus vidas en los pa¨ªses de origen. En cambio, los que proven¨ªan de pa¨ªses en los que se manten¨ªa una enorme distancia socioecon¨®mica respecto al de acogida, el Estado social les ofrec¨ªa muchas mejores condiciones de vida de las que tendr¨ªan a su vuelta. As¨ª que con bastante tranquilidad asumieron su nueva condici¨®n de poblaci¨®n subsidiada en paro. Si a ello se suman los costes que en educaci¨®n y sanidad trajo consigo la reunificaci¨®n familiar de una poblaci¨®n que hab¨ªa desembocado en el paro, pronto se cay¨® en la cuenta de que, si bien las empresas se hab¨ªan beneficiado, y mucho, de la inmigraci¨®n, el Estado, es decir, el conjunto de los contribuyentes, al final es el que se encarga de los altos costos de mantener cientos de miles de trabajadores sin una perspectiva de poder emplearlos.
Algo parecido ha ocurrido con la salvaci¨®n de los bancos que acumularon enormes beneficios en los a?os de las vacas gordas, pero al llegar la crisis que ellos mismos originaron, es el dinero p¨²blico el que paga los trastos rotos. Cierto que de ello la poblaci¨®n es mucho m¨¢s consciente, aunque hasta ahora no hayamos logrado dar un paso que nos asegure que no volver¨¢ a ocurrir. En cambio, beneficios y costos de la inmigraci¨®n sigue siendo un tema tab¨² en el que reina la mayor confusi¨®n que da p¨¢bulo a prejuicios y mitos que cre¨ªamos que pertenec¨ªan al pasado.
Seg¨²n el reciente libro de Thilo Sarrazin que ha provocado un gran esc¨¢ndalo, el que una buena parte de la poblaci¨®n de origen turco muestre un ¨ªndice de parados muy superior a la media, se deber¨ªa, no a la globalizaci¨®n, deslocalizaci¨®n de la industria, innovaci¨®n tecnol¨®gica, ni a los obst¨¢culos al desarrollo en el pa¨ªs de origen, sino que los inmigrantes turcos ser¨ªan los culpables. El que no fuesen empleables ni integrables se deber¨ªa, tanto a causas raciales, tendr¨ªan una inteligencia inferior a la de los alemanes, como a razones culturales: los musulmanes no se dejan asimilar en la cultura europea.
Se comprende que con su tr¨¢gico pasado, la Alemania institucional haya sido contundente a la hora de reaccionar ante el racismo y la islamofobia que, como una marea negra, se extiende por Europa, m¨¢xime cuando cuenta con un gran apoyo social. Pero una reacci¨®n tan exagerada no se explica, sin subrayar que a muchos se les han abierto los ojos sobre los costos de la inmigraci¨®n y esto podr¨ªa poner en cuesti¨®n un aspecto esencial de la regulaci¨®n del mercado de trabajo.
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