Parientes serpientes
El cine de Fernando Le¨®n, inmaculado para la mayor¨ªa de los especialistas desde Familia (1996), su sensacional ¨®pera prima, un prodigio de originalidad y cadencia, hasta las muy premiadas Barrio (1998) y Los lunes al sol (2002), comenz¨® a chirriar con Princesas (2005). De pronto, a su simbolismo le perd¨ªa el subrayado, su po¨¦tica del asfalto parec¨ªa de dise?o, sus buenas intenciones sociales se derrumbaban por su condescendencia, por el excesivo amor a sus criaturas. Con Amador, su nuevo trabajo, Le¨®n reincide (aunque algo menos estrepitosamente) en buena parte de las deficiencias de Princesas, e incluso parece haber perdido la buena mano para una de las mejores virtudes de Barrio y Los lunes...: la aparici¨®n de cierta comicidad de raigambre melanc¨®lica dentro de un entorno de base tr¨¢gica.
AMADOR
Direcci¨®n: Fernando Le¨®n.
Int¨¦rpretes: Magaly Solier, Celso Bugallo, Sonia Almarcha, Puri de Castro, Manolo Solo.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2010. Duraci¨®n: 112 minutos.
Le¨®n reincide en buena parte de las deficiencias de 'Princesas'
Centrada en dos de las problem¨¢ticas sociales m¨¢s acuciantes, la inmigraci¨®n y la soledad de la tercera edad, la historia marca el territorio ya desde su primera secuencia, una discusi¨®n entre dos inmigrantes (uno asentado laboralmente, el otro en el papel de tr¨¢pala), alimentada exclusivamente de lugares comunes. La sobreescritura est¨¢ emborronando los libretos de Le¨®n: el simbolismo se hace declamatorio (la vida como un puzle que cada uno debe construir, las flores con olor a ambientador), las intenciones se verbalizan en demas¨ªa ("Lo hice porque necesitaba el trabajo", advierte la protagonista, en un apunte ¨²nico para espectadores lerdos), y las secuencias de humor (las conversaciones con la prostituta y el cura) parecen escritas por un imitador del hombre que compuso aquella f¨¢bula de la cigarra y la hormiga en versi¨®n sindicalista, recitada por Javier Bardem en Los lunes al sol.
En Parenti serpenti (1992), un casi octogenario Mario Monicelli, que sab¨ªa de lo que hablaba, se atrevi¨® a dinamitar a un matrimonio de la tercera edad con un escape de gas provocado por sus propios hijos. Le¨®n casi se apunta a semejante teor¨ªa, pero no desde la alegor¨ªa, sino desde un realismo po¨¦tico al que las rimas se le est¨¢n convirtiendo en ripios.
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