Romper los t¨®picos
Hans Keilson enfoca la cat¨¢strofe hitleriana a trav¨¦s del trayecto existencial de un humanista que sufre una involuntaria pero irreversible conversi¨®n al odio
Por muchas aproximaciones literarias que se hayan escrito al tema del Holocausto y de los cr¨ªmenes nazis, ser¨¢ imposible abarcarlo del todo alguna vez. Y no me refiero tanto al estudio de los hechos hist¨®ricos, sino a la indagaci¨®n en sus dimensiones filos¨®fico-morales que cada generaci¨®n ha de emprender de nuevo. Porque estas todav¨ªa resultan dif¨ªciles de captar, a juzgar por el ¨¦xito comercial de una novela tan zafia y efectista como Las ben¨¦volas, de Jonathan Littell.
La lectura de La muerte del adversario publicada en 1959 en Alemania, pero escrita ya a principios de los a?os cuarenta representa sin duda a este particular una provechosa aportaci¨®n, pues enfoca la cat¨¢strofe hitleriana desde un ¨¢ngulo sumamente original, y no poco desconcertante, pero al mismo tiempo propone una profunda reflexi¨®n filos¨®fica. Pues su autor, Hans Keilson superviviente del Holocausto, refugiado en 1936 en Holanda, expone los aspectos problem¨¢ticos de una toma de postura moral inequ¨ªvoca. Y estos son muchos, como demuestra Keilson mediante un personaje ejemplar, un joven profesor de educaci¨®n f¨ªsica jud¨ªo de extrema rectitud de conciencia.
La muerte del adversario
Hans Keilson
Traducci¨®n de Carles Andreu
Min¨²scula Barcelona, 2010
302 p¨¢ginas. 19,50 euros
La muerte del adversario no trata de violencia ni de asesinatos, sino despliega el tortuoso recorridomental de su protagonista desde el primer contacto con el antisemitismo nazi en los a?os veinte, pasando por la toma de poder de Hitler en 1933, la vida infame bajo las leyes de N¨²remberg, hasta la fuga al extranjero, el exilio y la espera en el escondite holand¨¦s durante la guerra. Y en este trayecto existencial, ese hombre humanista, objetivo, intelectualmente demasiado escrupuloso para servirse de falsos manique¨ªsmos de buenos y malos, v¨ªctimas y verdugos, sufre una involuntaria pero irreversible conversi¨®n al odio. Y finalmente se tiene que plantear una cuesti¨®n terrible: ?qu¨¦ parte le corresponde en la aniquilaci¨®n de su pueblo, por subestimar la amenaza nazi, y por razonar en vez de levantarse contra su adversario y "matarlo a palos"?
El marco ficcional que ci?e este fascinante procesomental esm¨ªnimo (y coincide, por cierto, en gran parte con las circunstancias reales en las que se gest¨® la novela de Keilson): el del manuscrito an¨®nimo, entregado a un abogado en ?msterdam justo antes de finalizar la guerra, y desenterrado despu¨¦s, en el que un narrador sin nombre ni pretensiones literarias da cuenta, desde su escondite en un piso de ?msterdam, de su extra?a relaci¨®n con B, su adversario. En busca de una respuesta a las razones ¨²ltimas del antisemitismo, desde joven se hab¨ªametido en la piel de B cuyo nombre verdadero, Hitler, nunca aparece en la novela hasta el punto de familiarizarse completamente con ¨¦l y entrar en una zona difusa en la que se le borr¨® la l¨ªnea divisoria entre el yo y el otro. Cre¨ªa firmemente que "aunque se porte mal con nosotros, ¨¦l no tiene por qu¨¦ ser malo.Un d¨ªa se dar¨¢ cuenta de su error, tal vez con nuestra ayuda".
Keilson se adentra en la endiabladamente compleja psicolog¨ªa de defensa y salvaci¨®n de autoestima de la v¨ªctima. Su magn¨ªfico ejercicio anal¨ªtico vuelve transparentes los mecanismos contradictorios del alma humana, pues para comprender la escalofriante empat¨ªa de su personaje se sirve de preguntas como esta: "?Qui¨¦n es capaz de romper la relaci¨®n secreta que se establece entre perseguidores y perseguidos?". Y no pretende forzar respuestas, sino que deja abiertos los interrogantes. De estamanera, Lamuerte del adversario realmente matiza y rompe t¨®picos. La cr¨ªtica contempor¨¢nea le reproch¨®, sin embargo, precisamente eso: ser comprensivo en vez de condenar, hablar de perd¨®n donde otros hablaban de culpa.
Cualquiera que conozca los otros escritos de Keilson (desgraciadamente no traducidos, y entre los que destaca en este contexto el ensayo La fascinaci¨®n del odio, de 1996) se dar¨¢ cuenta de que como literato es mejor ensayista y poeta. Sin embargo, la traducci¨®n de Carles Andreu hace olvidar la sequedad, incluso a veces la torpeza estil¨ªstica del original de La muerte del adversario, si bien no puede remediar la artificialidad de los di¨¢logos. Estas reservas formales, no obstante, nomermar¨¢n el provecho de la lectura, cuyos contenidos, por muy ligados que est¨¦n al impacto psicol¨®gico del antisemitismo, no dejan de tener actualidad para los habitantes de un mundo de convivencias multiculturales, en el que cada d¨ªa se refuerzan los nacionalismos en lugar de la tolerancia con las diferencias del otro: "Hemos llegado ya al punto en el que cada uno tiene su bando y se ve enzarzado en una batalla antes de tener siquiera ocasi¨®n de pensar por qu¨¦ se ha originado la disputa, qui¨¦n es el contrario, por qu¨¦ lo es y qu¨¦ se decide en realidad en ese enfrentamiento".
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