Vacas flacas para los hare krishna
Un restaurante de Malasa?a re¨²ne a los pocos fieles de esta religi¨®n en Madrid
Jaga Mohan tiene, adem¨¢s de otro nombre m¨¢s convencional impreso en el carn¨¦ de identidad, dos versiones indumentarias muy distintas. Una consta de camisa verde y pantal¨®n claro. La otra de una especie de t¨²nica blanca y amplios pantalones a juego. O sea, blancos. Eso se explica porque Jaga Mohan es el responsable del centro cultural Hare Krishna de Madrid. Un lugar que habitan dos monjes dedicados al estudio de "esta cultura milenaria de India". ?l no, ¨¦l vive en otro sitio porque ya tiene m¨¢s controlado el ego. Mohan, de 47 a?os, coordina, entre otras cosas, el comedor vegetariano que da de comer a cambio de un donativo de cinco euros a unas 70 personas diarias. Tambi¨¦n se encarga de los rezos y las clases. Y de otros asuntos "administrativos".
Los simpatizantes han pasado de cientos a poco m¨¢s de una cincuentena
El restaurante no tiene aspecto de restaurante. Es un rect¨¢ngulo entarimado con una vitrina que muestra los textos sagrados, como el Bhagarad-Sita (La canci¨®n del se?or), que era "una de las lecturas de Mahatma Gandhi", precisa Mohan.
Hay un sitio para dejar los zapatos y algunas mesas dispersas. Una barra al fondo y un olor a incienso imposible de regatear hasta para la nariz m¨¢s taponada. La comida tiene muy buena fama entre los vecinos del barrio de Malasa?a, en cuyo coraz¨®n (plaza de Juan Pujol) se ubica el centro. Sirven arroz, sabji (verduras rehogadas), entremeses (berenjenas, soja, polenta) y cosas diversas del reino vegetal. No se come carne. "Ese es uno de los motivos por el que esta religi¨®n no gana muchos adeptos en Espa?a", razona Mohan, que opina con una sonrisa que los espa?oles "tienen un filete en el cerebro".
Los simpatizantes de la religi¨®n hare krishna han pasado de ser algunos centenares a apenas sobrepasar la cincuentena. "Son ¨¦pocas, rachas", dice el monje, que concede que en su momento "hubo mucha entrega por parte de los fieles y ahora no tanto". Eso significa que antes se viv¨ªa en los centros y uno se ajustaba a la m¨¢s que disciplinada vida que imponen. Y ahora "la gente hace vida normal, pero viene a rezar". Tambi¨¦n han disminuido los paseos por el barrio dando pastelillos. Unas d¨¢divas que no siempre eran agradecidas. "Nos lanzaban los dulces a la cabeza y en ocasiones nos han tirado hasta gases lacrim¨®genos", explica, siempre tranquilo, Mohan. "Ahora no nos molestan tanto, todo se calma", prosigue antes de subrayar que sus tradicionales bailes y rezos por el Rastro siguen gozando de buena salud.
Mohan no quiere contar mucho de su historia. Lleva ocho a?os siendo hare krishna. Antes trabajaba en una empresa familiar. Vivi¨® dos a?os en el centro -que se llama Srila Pradhupada en honor del monje que traslad¨® hasta Europa esta creencia india- y despu¨¦s se march¨® a otro piso. Ahora viste de blanco. Eso significa que puede tener familia. Aquellos estudiantes que llevan prendas naranjas "est¨¢n a otras cosas [distintas] que a mantener relaciones". Lo cierto es que pasar de un estado a otro es voluntario. "En esta religi¨®n todo es libre", dice el monje mientras pide a quienes trajinan en la cocina que hagan menos ruido con los cacharros que est¨¢n fregando. Tambi¨¦n est¨¢n preparando unas 25 bandejas de comida y deposit¨¢ndolas en un carrito de la compra. Esos alimentos se reparten a las seis de la tarde entre los indigentes que se acercan a por ellos a la plaza del Dos de Mayo.
Los monjes, y por supuesto tambi¨¦n Mohan, se levantan a las cinco y media de la ma?ana. Momento en el que realizan el canto Japa, que es el c¨¦lebre mantra hare krishna. "El sonido trascendental, una manera de alabar a Dios como hay en todas las religiones", simplifica Mohan. A partir de las siete y media comienzan las clases. Se explican en distintos grados de complejidad los libros sagrados de India. Despu¨¦s, sobre las nueve, se toma "un desayuno copioso" y comienzan las actividades administrativas. A las tres menos cuarto, los cantos y la meditaci¨®n "para concentrarse en el santo nombre de Dios". Y a las tres y cuarto, la comida. A las siete se recogen a estudiar. Y a las nueve, a la cama. Los s¨¢bados descansan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.