Facebook: restablecer la privacidad
Las redes sociales pueden permitir a las empresas y los Gobiernos husmear en nuestras vidas. Aunque, comparado con los tabloides, Facebook llega a ser un virtuoso sacerdote protector del secreto de confesi¨®n
Un par de d¨ªas despu¨¦s de ver La red social, el nuevo filme sobre Facebook, visit¨¦ a dos altos cargos en la sede de Facebook en Page Mill Road, Palo Alto, al lado del campus de la Universidad de Stanford. "?Qu¨¦ les pareci¨® la pel¨ªcula?", les pregunt¨¦; me hab¨ªan dicho que llevaron a todos los empleados en autobuses a ver el estreno. "Me pareci¨® ¨¢rida", dijo uno, "y un poco lenta". "Bastante aburrida", dijo el otro. ?Puede ser que esa sea la l¨ªnea oficial de la compa?¨ªa? ?Facebook dice que la pel¨ªcula sobre Facebook es aburrida?
Pues no les hagan caso. La red social es muy divertida y desde luego merece la pena verla. Ahora, no piensen que es una pel¨ªcula seria sobre las redes sociales, Internet y las posibilidades que crean para bien y para mal. Es una obra de entretenimiento sobre Harvard, los abogados estadounidenses y lo que representa tener 19 a?os. Est¨¢ llena de exageraciones gloriosas y muy divertidas.
El 35% de las empresas ha rechazado solicitudes de trabajo por informaciones de las redes
Las mismas tecnolog¨ªas que reducen nuestra privacidad pueden ayudar a defendernos
Muy realista, desde luego, no es. Est¨¢ repleta de estudiantes de Harvard que sueltan sin parar frases brillantes, como si fueran j¨®venes Woody Allen. No dicen un "que..." cada tres palabras, ni mucho menos un "joder". Sin embargo, la s¨¢tira s¨ª toca un aspecto que plantea Facebook en la vida real: nuestra p¨¦rdida de intimidad. Al principio del filme, el alumno Mark Zuckerberg, bebido, utiliza su blog para poner verde a una novia que acaba de dejarle, y luego se venga de todo el sexo femenino colgando, sin que ellas lo sepan ni lo autoricen, fotos de alumnas de Harvard para que los chicos les pongan nota.
Esa peque?a violaci¨®n de la intimidad no es nada comparada con lo que hemos experimentado en el ¨²ltimo decenio. En la misma semana del estreno de la pel¨ªcula se supo la noticia de un incidente terrible en Rutgers University, en Nueva Jersey. A un alumno de 18 a?os, Tyler Clementi, lo hab¨ªan filmado a escondidas bes¨¢ndose con otro hombre. Su compa?ero de habitaci¨®n, al que Tyler hab¨ªa pedido que se fuera a dar una vuelta durante unas horas, hab¨ªa activado la webcam de su ordenador y despu¨¦s transmiti¨® el v¨ªdeo por Internet para que lo viera todo el mundo. Tyler Clementi se arroj¨® desde el puente George Washington al r¨ªo Hudson y se mat¨®. Su mensaje de despedida en Facebook dec¨ªa: "al puente gw a tirarme, lo siento".
Por supuesto, esta no es una historia sobre -ni mucho menos contra- Facebook, aunque la agon¨ªa informal de esa despedida de siete palabras y en min¨²sculas me resulta extra?amente inquietante. Pero s¨ª es una historia que habla de lo f¨¢cil que se ha vuelto invadir la intimidad con las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n.
La gente de Facebook asegura que su red ofrece m¨¢s control de la privacidad que muchos otros rincones de este mundo feliz. Algo de raz¨®n tienen. En comparaci¨®n con los reporteros de los diarios sensacionalistas brit¨¢nicos que consegu¨ªan interceptar los mensajes de m¨®vil de un mont¨®n de personas para revelar sus secretos m¨¢s ¨ªntimos, solo con el fin de vender m¨¢s peri¨®dicos, Facebook es un virtuoso sacerdote protector del secreto de confesi¨®n. Pero, en el pasado, algunas de sus caracter¨ªsticas -y el uso que la gente ha hecho de ellas- han contribuido a la erosi¨®n de la intimidad, y todav¨ªa dejan mucho que desear.
Existe un t¨®pico ya muy trillado que dice que "a la generaci¨®n de Facebook ya no le interesa mucho la intimidad". Por supuesto que las normas cambian de una generaci¨®n a otra, pero da la impresi¨®n de que lo que verdaderamente ha ocurrido es que la gente se lanz¨® con entusiasmo a esta nueva experiencia y ahora, unos a?os despu¨¦s, a veces est¨¢ horrorizada por las consecuencias. En su nuevo libro The Facebook Effect, David Kirkpatrick informa sobre una encuesta realizada en 2009 entre empresarios estadounidenses; en ella se revela que el 35% de las empresas ha rechazado solicitudes de trabajo debido a informaciones encontradas en las redes sociales. ?La tercera parte! Nadie va a convencerme de que a "la generaci¨®n de Facebook" le parece bien eso.
Facebook asegura que sus controles de privacidad han mejorado y que cada uno puede establecer su propio nivel. Es decisi¨®n suya. En teor¨ªa eso est¨¢ bien, pero ?y en la pr¨¢ctica? Acabo de intentar crear una cuenta desde cero y no me parece que la configuraci¨®n de privacidad sea, ni mucho menos, como deber¨ªa ser. En principio est¨¢ preparada para compartir todo, incluida, por ejemplo, una b¨²squeda autom¨¢tica de la libreta de direcciones de correo electr¨®nico (para encontrar a posibles amigos) en el momento de registrarse. Se tarda bastante en personalizar todas las pesta?as hasta llegar a una configuraci¨®n m¨¢s restrictiva. Es muy f¨¢cil no ver detalles en letra peque?a como la "personalizaci¨®n instant¨¢nea" que da acceso a "algunos sitios web de socios seleccionados... en cuanto llegue", y para desactivar esa conexi¨®n hay que pasar a otra p¨¢gina (Aplicaciones y sitios web). Incluso despu¨¦s de desactivar la b¨²squeda autom¨¢tica de mi libreta de direcciones, Facebook me propuso inmediatamente una larga lista de amigos posibles y "gente a la que conoce": muchos a los que s¨ª conozco (uno de mis hijos, por ejemplo; les agradezco que me lo presenten), pero algunos de los que no he o¨ªdo hablar jam¨¢s.
El hecho de que, al configurar el perfil, las opciones est¨¦n activadas desde el principio y haya que ir desactiv¨¢ndolas una a una, en lugar de lo contrario, ha sido criticado por un antiguo encargado de la privacidad en Facebook que ahora es nada menos que candidato a fiscal general de California.
En general, es preocupante la erosi¨®n de la intimidad en numerosos frentes durante los ¨²ltimos a?os. La culpa es de tres grandes fuerzas. Est¨¢ la tecnolog¨ªa en s¨ª, que permite seguir la pista de una vida entera y de cualquier persona con una precisi¨®n instant¨¢nea ante la que a un general de la Stasi se le har¨ªa la boca agua. Luego est¨¢ la b¨²squeda de beneficios, que hace que las empresas hagan un seguimiento cada vez m¨¢s detallado de los gustos y costumbres de sus clientes, para personalizar la publicidad. Y por ¨²ltimo est¨¢n los Gobiernos, que encuentran maneras de hacerse con muchos de esos datos, adem¨¢s de reunir monta?as de ellos en sus propios servidores.
Por ejemplo, existen im¨¢genes detalladas de nuestras casas en Google Earth y Google Street View para que cualquiera -voyeur, acosador, ladr¨®n, terrorista- las examine a sus anchas. Nuestros smartphones permiten localizarnos. Nuestra b¨²squeda en Google es la historia ¨ªntima de nuestra vida. Los bancos y las constructoras tienen acceso sin problemas a nuestro historial de cr¨¦dito. Y los Gobiernos brit¨¢nico y estadounidense se han arrogado -en nombre de la "seguridad"- el poder de supervisar todo, incluidos nuestros correos electr¨®nicos y nuestras llamadas de m¨®vil.
Supongo que podr¨ªamos resignarnos y aceptar que el mundo actual es as¨ª. "La privacidad ha muerto. Acost¨²mbrate", como aconsej¨® en una ocasi¨®n, al parecer, Scott McNealy, cofundador de Sun Microsystems. O bien podemos defendernos, intentar recuperar parte de nuestra intimidad perdida. Podemos hacerlo fijando nuestras propias normas y comparti¨¦ndolas con otros. Podemos hacerlo ejerciendo presi¨®n sobre empresas como Facebook, cuya fuente de ingresos, al fin y al cabo, somos nosotros. Tambi¨¦n podemos exigir a nuestros Gobiernos tres cosas: que frenen sus intromisiones en nuestra intimidad; que regulen mejor a las empresas entrometidas; y que castiguen las infracciones particulares como la que empuj¨® a Tyler Clementi a quitarse la vida. Las mismas tecnolog¨ªas de redes que reducen nuestra privacidad pueden tambi¨¦n ayudarnos a defendernos. A diferencia de la pel¨ªcula, es una labor ¨¢rida, lenta y aburrida; pero nuestras libertades futuras dependen de ella.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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